Por supuesto, contó cómo se incorporó a la campaña y luego al gobierno del Presidente Zelaya, un hombre de un partido tradicional que parecía estar en las antípodas de su pensamiento político, y “sin embargo nos alistó a los que veníamos de la izquierda. Nos dijo: ‘mucha ideología y poco pueblo, compañera. Vaya a conocer a su pueblo’. Entre nosotros se produjo una simbiosis: él nos enseñaba la Honduras profunda, y nosotros aportábamos ideas de cambio”.
Reconoce en qué circunstancia salió para México después del 28 de junio, fecha del golpe de estado, y cuál es su actual estatus: “Debo reconocer que en ningún momento este país puso como condición el asilo político. Salí de Honduras sin asilo, es decir, sin renuncia al cargo y manteniendo la potestad y los derechos para seguir representando al gobierno constitucional de mi país”.
En exclusiva, Cubadebate les ofrece una síntesis de esta conversación.
QUE DECIDE EL GOLPE DE ESTADO
Este tipo de proceso no apareció de repente. Se acumularon profundos malestares en los sectores de poder. Nosotros no pudimos controlar los sectores de poder, porque apenas pudimos llegar a controlar el poder ejecutivo y a través de él, comenzar a transformar la estructura de una sociedad: la económica, la social, cultural y en cierto modo, la conciencia. Pero a partir de aquí la gente no miraba igual a los partidos políticos, ni se enfrentaba de igual manera a los procesos vernáculos de cómo elegir o no a un candidato. Una conciencia crítica había nacido en el pueblo.
Sin embargo, la estructura de poder, la que moviliza el aparato de justicia, los aparatos administrativos, los organismos contralores, los medios de comunicación quedaron en manos de la oligarquía. En el caso de Honduras existe una altísima concentración de poder. Extraordinaria, diría. Si en El Salvador el poder estaba en manos de 14 familias y luego en 19, en Honduras el poder lo tienen siete familias, que tienen jefes con capital ligado a los negocios del Estado. Todos parásitos del Estado, que los sostiene a través de decretos, y por supuesto, todos los negocios, vía concesión, provienen del Estado.
Ningún miembro de la oligarquía ha vivido sin el Estado. Son unos incapaces que además de haberse comido el capital del pueblo hondureño, han sometido al país nuestro al peor de los atrasos. Son haraganes e incapaces.
Por supuesto, para poder controlar el aparato del Estado, controlan los partidos políticos, los sectores cupulares de estos partidos, de las fuerzas armadas, de la Iglesia católica. Por ejemplo, Carlos Flores Facusé, que fue Presidente de Honduras, es el dueño del diario La Tribuna, socio de los demás medios de comunicación y el medianero oficioso de toda la oligarquía. El que amenaza y extorsiona.
LAS FUERZAS ARMADAS
No olvidemos a las Fuerzas Armadas. En 1954 nació un Ejército al servicio de los Estados Unidos, criado y amamantado en la Escuela de las Américas, obediente a los designios del Pentágono, golpista y represivo. Nunca defendió la soberanía de la Patria.
Sin embargo, el Presidente Manuel Zelaya consideró que la oficialidad joven tenía derecho a una vida digna y a reposicionar a las Fuerzas Armadas de Honduras en el papel que corresponde al soldado de la Patria. Decidió guiar a la Fuerzas Armadas a un proceso de salvación de los recursos del Estado. Y así fue, por algún tiempo: salvamos al segundo pulmón de América, la Reserva del Río Plátano. La salvaron las Fuerzas Armadas, los oficiales jóvenes, los que nunca fueron golpistas y nunca reprimieron ni persiguieron a nadie.
Las Fuerzas Armadas en algún momento se ilusionaron con el llamado del Presidente Zelaya. Fui testigo de cuando miembros de la cúpula, del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas el propio general Romeo Vázquez, se sentó al lado del Presidente para ayudarle a elaborar la estrategia de la recuperación de Palmerola. Estudiaron juntos y analizaron los viejos convenidos del Pentágono, que jamás habían sido compartidos con un Presidente civil en Honduras. Esa cúpula militar le entregó al Presidente Zelaya información que solo había estado disponible para las Fuerzas Armadas, con el fin de recuperar la base militar norteamericana de Palmerola.
Supimos, por ellos, cómo los trataba el Comando Sur, cómo a su vez los generales hondureños despreciaban a los del Comando Sur, y lo supimos de la boca del General Romeo Vázquez, y de sus generales.
Personalmente me causaban escalofrío porque vengo de una vida de persecución militar desde antes de nacer. Y con el golpe, vimos con horror revivir a los viejos militares, acusados en la Corte Interamericana de los Derechos Humanos por crímenes de lesa humanidad, gente que no solo mandaron a torturar, sino que lo hicieron personalmente. Como Billy Joya, que se convirtió en ministro de Roberto Micheletti. Ese hombre dirigió la tortura y desaparición de Milton Jiménez Puerto, nuestro Canciller. Billy Joya, además, fue acusado y confesó, y ahora es el jefe de imagen y seguridad del régimen de facto.
Ahora Don Porfirio Lobo está prometiendo traernos a un Ministro de Seguridad, Oscar Álvarez, sobrino de Gustavo Álvarez Martínez, el general que practicó el asesinato y la desaparición de hondureños en la década del 80. Oscar Álvarez fue Ministro de Seguridad en el gobierno de Ricardo Maduro, antes del Presidente Zelaya. Cuando Oscar Álvarez ocupó ese cargo, aparecían cabezas y cuerpos desmembrados en los parques y en los cementerios. Culpaban a las maras, ligándolas a las bandas del crimen organizado.
ZELAYA, UN HOMBRE TEMIBLE
Todo el malestar era que el Presidente Zelaya, a pesar de no tener el control de estas cúpulas, tenía el control de la sociedad hondureña para transformarla. Tenía el poder de la estabilidad social, es decir, del apoyo de todos los sectores de la sociedad que no son cupularios: los postergados del beneficio económico y social. Entonces era un hombre temible.
Por eso actuaron por sorpresa y no lo pudieron llevar a un proceso al Congreso Nacional. Allí los diputados le tienen miedo a sus electores, tiran la piedra y esconden la mano.
¿Qué fue lo que al final echó abajo el último renglón de tolerancia de la oligarquía? En mi opinión, el salario mínimo, que había mostrado al pueblo hondureño la verdad. Mostró que la hiperganancia de los centros empresariales era tal que habiendo aumentado el salario mínimo en un ciento por ciento o un poco más para ajustarlo al precio mínimo de la canasta básica, esto no había quebrado a ninguna empresa. La evidencia de la explotación había puesto una pesa más sobre la conciencia de la sociedad.
Creyeron que darían el golpe y podían controlar al país fácilmente, y que a los tres días nadie se acordaría de nada. A Zelaya lo mandarían al exilio, le regalarían un yate, una isla y dos caballos para que viviera feliz eso fue exactamente lo que le ofrecieron. A sus ministros locos, particularmente a esa mujer yo, los sacarían del país y nos los dejarían entrar más. Pensaron: “esto se acomoda rápido… El hondureño olvida, como ocurrió en el pasado”. No sabían a lo que se exponían. Nunca entendieron lo que estaba pasando. Se equivocaron de Presidente. Se equivocaron de pueblo. Se equivocaron de comunidad internacional.
LECCIONES
La resistencia del Presidente Zelaya se produce en una circunstancia que no deja de tener incertidumbre, pero demuestra que no han logrado torcerle el brazo. Junto a la resistencia del pueblo hondureño, él está mostrando que los golpes de estado ya no son cosa fácil en nuestro continente, que tendrán que vérselas con nuestros pueblos.
Hay un reposicionamiento de la derecha en la región y del nuevo dominio del Imperio, como ocurrió después de 1963 con la irrupción de las dictaduras militares en América Latina. En ese año, en Honduras, nació una dictadura militar. De ahí en lo adelante, toda la región centroamericana, estuvo plagada de dictaduras. En ese momento, Costa Rica sirvió también de recipiente de los “expulsados”, por ser el país más “democrático” de la región. Un país “neutral”. ¿Por qué siempre el Imperio y las oligarquías encuentran países como estos, que luego reaparecen como componedores, como mediadores y que intentan concentrar para sí los honores frente a conflictos donde los muertos los ponemos nosotros?
Agradecemos el asilo político como un derecho universal, para todos aquellos que sufren alguna forma de persecución política, pero no como fórmula para enmascarar golpes de estado y sustituir gobiernos democráticos, legítimamente electos. No solamente esto es inaceptable, sino vergonzoso. Que el mal se tiña de mal. Que no trate de ponerse máscaras.
NO RECONOCIMIENTO
La lucha del pueblo hondureño es clara: no reconocimiento. No reconoce el golpe de estado como fórmula para suceder gobiernos, ni reconoce las elecciones que se realizar para blanquear los golpes de estado. Este crimen lleva cobradas vidas humanas. Las violaciones de los derechos humanos de los hondureños ha retornado a la situación de la década de los 80. Hay desparecidos que amanecen muertos o descuartizados. Hay torturados y perseguidos. El gobierno de Zelaya es perseguido judicialmente, por una justicia en manos de los golpistas. Los miembros de la resistencia están siendo perseguidos en todos los barrios, en todas las aldeas.
Hay quienes nos dicen que las elecciones espurias no pueden ser avaladas pero tampoco ignoradas, y que ha surgido un nuevo fenómeno político. ¿Qué nuevo fenómeno político ha nacido en Honduras? Porfirio Lobo Sosa es el jefe de una bancada que falsificó la firma del Presidente de la República diciendo que renunciaba. Es el jefe de la bancada que en el Congreso Nacional, el 2 de diciembre, ratifica el golpe de estado y el crimen contra la Constitución. La continuidad democrática se rompió definitivamente.
El futuro nuestro está muy ligado al destino de nuestro pueblo. Con el Presidente Zelaya hemos acordado que continuaremos luchado con la misma firmeza que comenzamos la campaña que lo llevaría a la Presidencia casa a casa, cuerpo a cuerpo, venciendo a los medios, venciendo a la oligarquía y por último, venciendo en las urnas, y luego venciendo a los grupos de poder durante los tres años y medio que duró nuestro gobierno. Continuaremos en este camino de organización de un enorme frente amplio para articular los diferentes sectores de la sociedad, conservando su identidad, en un frente de ciudadanos contra el golpe hacia una Asamblea Nacional Constituyente.
Donde tengamos que estar, ahí estaremos, así sea que el Presidente tenga que estar en la Embajada de Brasil para toda su vida. Esta es una lucha para siempre, junto a nuestra gente, junto a nuestra sociedad. En esa Asamblea Nacional Constituyente construiremos una nueva plataforma política y las nuevas instituciones.
¿Qué ganaron y qué perdieron los golpistas el 28 de junio? Ganaron tiempo, y perdieron lo poco que les quedaba de legitimidad y de credibilidad. Y algo que sí no ganaron fue vencer la conciencia del pueblo hondureño y rendir a su Presidente. Eso sí no lo ganaron.
por: Arleen Rodríguez Derivet