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Piñera lanza la segunda transición chilena

Así lo proclamó Piñera en la noche del domingo ante miles de sus partidarios que celebraron su sólido triunfo en la segunda vuelta de la elección presidencial, con 51,61 por ciento de los votos válidos, derrotando al candidato oficialista Eduardo Frei Ruiz-Tagle, quien alcanzó 48,38 por ciento de la votación.

La presidenta Michelle Bachelet desayunó este lunes con el mandatario electo, en un ritual que en esta oportunidad adquirió un carácter diferente, ya que por primera vez se produce la alternancia política con la victoria del candidato opositor desde el restablecimiento de la democracia en marzo de 1990.

La prensa internacional destacó profusamente el otro hito histórico marcado por estos comicios presidenciales: la derecha, que cogobernó bajo la dictadura del general Augusto Pinochet entre septiembre de 1973 y marzo de 1990, retorna al poder por el voto popular, un hecho inédito desde el triunfo del conservador Jorge Alessandri en 1958.

Ante unos 4.000 adherentes que celebraron su victoria en el centro de Santiago, Piñera dijo: “En esta noche de alegría quiero convocar a la generación del Bicentenario al mayor desafío (…) transformar Chile en el mejor país del mundo”, aludiendo a los 200 años de la proclamación de la independencia de España que se celebrarán el 18 de septiembre de este año.

Prometió también “una segunda transición, una joven, con oportunidades para todos, ser un país más justo, ser un país más fraterno y ser un país capaz de construir una sociedad de oportunidades, seguridades y valores para todos y cada uno de los chilenos”.

El político derechista marcó así diferencias con la “primera transición” que durante 20 años dirigió la centroizquierdista Concertación por la Democracia con los gobiernos de los democristianos Patricio Aylwin (1990-1994) y Frei Ruiz-Tagle (1994-2000) y los socialistas Ricardo Lagos (2000-2006) y Bachelet (2006-2010).

Una hora antes de su discurso, Piñera le dijo sin embargo a Bachelet que necesitaría de sus consejos para realizar un buen gobierno, cuando la mandataria lo llamó por teléfono para felicitarlo por su victoria en el balotaje.

La presidenta socialista, que dejará el cargo en marzo, cuenta con el respaldo a su gestión de casi 80 por ciento de la ciudadanía, pero no pudo traspasar su popularidad a Frei Ruiz-Tagle, quien en definitiva tuvo un honroso desempeño como abanderado de un bloque oficialista herido por una profunda crisis interna.

El ex mandatario e hijo del fallecido ex presidente Eduardo Frei Montalva pasó la segunda vuelta de las presidenciales en los comicios del 13 de diciembre con apenas 29,6 por ciento de los votos entre cuatro candidatos.

Su principal oponente en esa oportunidad, más que Piñera, fue Marcos Enríquez-Ominami, un joven diputado, hijo biológico del líder histórico del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), Miguel Enríquez, asesinado en octubre de 1974 por agentes represivos de la dictadura de Pinochet.

Enríquez-Ominami renunció al Partido Socialista (PS) para postularse como candidato independiente. El 20 por ciento de los votos que obtuvo el 13 de diciembre contribuyó a la ventaja de Piñera, quien quedó así en una inmejorable posición para ganar el balotaje del domingo.

Cuatro días antes de la segunda vuelta, Enríquez Ominami anunció un tibio respaldo a Frei, junto con reiterar su proyecto de fundar un nuevo “referente político” que desde ahora intentará construir una “mayoría progresista” desde la oposición a Piñera.

Sergio Muñoz, columnista del diario oficialista La Nación, escribió este lunes que MEO (Marcos Enríquez-Ominami), como lo bautizó la prensa, jugó un “tóxico papel” en la primera vuelta y que contribuyó al triunfo de la derecha al “atacar con saña” a Frei.

Más allá de estas reconvenciones, los analistas coinciden en que la Concertación por la Democracia, la más exitosa coalición en la historia del Chile republicano, está en una crisis terminal, de la cual solo podría emerger con una profunda renovación de liderazgos y de estilos de hacer política.

Este conglomerado que con el apoyo de la izquierda marxista derrotó a Pinochet en el plebiscito presidencial de octubre de 1988, tiene como eje la alianza del Partido Demócrata Cristiano (PDC), con corrientes de izquierda moderada agrupadas en el PS, el Partido por la Democracia (PPD) y el Partido Radical Socialdemócrata (PRSD).

En un gesto orientado a conseguir apoyo de los votantes de MEO, luego de la primera vuelta renunciaron a sus cargos los presidentes del PPD, Pepe Auth, y del PRSD, José Antonio Gómez, pero se negaron a hacer otro tanto los líderes del PS, el senador Camilo Escalona, y del PDC, el diputado Juan Carlos Latorre.

En la madrugada de este lunes unos 30 miembros de la juventud del PDC ocuparon la sede del partido para exigir la renuncia de Latorre, en una primera reacción que presagia efectos en cadena sobre todos los partidos de la derrotada coalición oficialista y particularmente en el PS.

La principal autocrítica del oficialismo es no haber asumido los cambios de estos 20 años en una progresiva pérdida de la capacidad para atraer a las nuevas generaciones, en un desgaste que favoreció a Piñera, un político liberal que siempre marcó distancias con la figura de Pinochet.

De un total de casi 8,3 millones de votantes, 7,15 ejercieron el sufragio en la segunda vuelta presidencial, mientras que en la primera vuelta lo hicieron 7,22 millones. Pese a este relativo aumento de la abstención, disminuyeron los votos nulos y blancos, de 3,9 por ciento en diciembre a 2,6 por ciento en el balotaje.

El triunfo de Piñera se hizo así más nítido, al despejarse la preocupación de los partidarios de Frei de que un alto porcentaje de votos nulos y blancos, de rechazo al oficialismo, terminara favoreciendo al candidato oficialista.

En Chile, de acuerdo con las leyes electorales heredadas de la dictadura, la inscripción electoral es voluntaria y el sufragio obligatorio, lo que hace que alrededor de dos millones de mayores de 18 años no están en el padrón de votantes.

Está a punto de aprobarse una reforma para la inscripción automática en el padrón de votantes de todos los mayores de 18 años y el voto voluntario, lo cual podría introducir cambios en uno u otro sentido de la conducta electoral de los chilenos bajo el futuro gobierno de Piñera.

El multimillonario que se ceñirá la banda presidencial el 11 de marzo no tendrá un escenario fácil, con un Parlamento donde están virtualmente empatadas las fuerzas de la Concertación por la Democracia y de la Alianza por Chile, el conglomerado derechista que lo llevó al triunfo.

Así, un pequeño número de parlamentarios independientes en ambas cámaras, a lo cuales hay que sumar tres diputados del Partido Comunista, hasta ahora excluido del Poder Legislativo, serán fundamentales para dar paso a las iniciativas que proponga Piñera.

Del mismo modo, el presidente electo tendrá que lidiar al interior de su coalición con la poderosa Unión Demócrata Independiente, el partido más votado en las últimas parlamentarias, de un perfil conservador y a ratos fundamentalista, identificado con la figura del ex dictador Pinochet.

Piñera, líder de Renovación Nacional, el otro partido de la Alianza por Chile, de orientación liberal, tiene en su curriculum una azarosa historia de confrontaciones con la UDI que podrán reflotar bajo su gobierno y que lo obligarán a un complejo y permanente juego de equilibrios.

Por eso, no resultó extraño el llamado que el presidente electo hizo en la noche del domingo a los partidos de la Concertación, instándolos a hacer una “oposición leal” y, al mismo tiempo, a trabajar bajo “una política de acuerdos”, similar a la de los primeros años de la transición chilena.

por: Gustavo González

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