Las mujeres rurales e indígenas de Chile hemos completado un año de Congreso Nacional. A través de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, ANAMURI, en los últimos doce meses, desde el 21 de marzo del 2006 al 21 de marzo del 2007, nos hemos juntado en localidades a lo largo y ancho del país para reflexionar sobre las condiciones de vida y trabajo en el campo y en el país en su conjunto, sobre lo que queremos para nuestro futuro y para nuestro país.
Fue un año de grandes esfuerzos y mucho trabajo, repleto de sueños, esperanzas, reflexiones y solidaridad. Dimos muestras claras que las mujeres somos capaces de organizarnos y luchar, de continuar produciendo alimentos y manteniendo la riqueza cultural de nuestro país y nuestros pueblos. Pudimos confirmar que los movimientos sociales de Chile y del mundo están renaciendo con fuerza y, al igual que nosotras, están dispuestos a luchar por los cambios que deseamos. Recibimos muestras de solidaridad de muchos lugares del mundo y nos dimos cuentas que nuestros sueños y nuestros problemas son comunes con los de muchos pueblos y movimientos.
Durante este año, las mujeres nos tomamos la palabra. Esto es lo que vimos y concluímos:
1. La agricultura campesina e indígena ha sido históricamente la fuente más importante de alimentos sanos y variados para toda la población, no sólo la rural. Sin embargo, vemos que la agricultura campesina e indígena está siendo sistemáticamente destruída, producto de los procesos de privatización, la invasión y los abusos por parte de las grandes empresas nacionales y transnacionales y un conjunto de políticas públicas que se empeñan ciegamente en entregar el país a los empresarios. Vemos el intento de convertir a Chile en “potencia agroalimentaria” a través del “encadenamiento productivo” como una amenaza grave e intolerable a nuestra forma de vida y producción.
2. La destrucción de nuestra agricultura pasa por la destrucción igualmente sistemática de nuestra identidad y nuestra cultura. Intentan por todos los medios hacernos invisibles, negándonos incluso el nombre de campesinos y pueblos indígenas. Nuestros hijos son educados para renegar de nuestros saberes y de nuestro trabajo, para abandonar el campo y convertirse en mano de obra barata y sin derechos.
3. El Estado Chileno y el empresariado continúan desconociendo el derecho de los pueblos indígenas al territorio y a la autodeterminación, mantienen la usurpación de los territorios ancestrales y aplican políticas de represión injustificables a través de la ley antiterrorista y otras normas.
4. Las mujeres somos permanentemente invisibilizadas. Históricamente se nos ha negado el acceso a la tierra, y las actuales políticas y programas de asistencia técnica y crédito son insuficientes y la mayorías de las veces inadecuados. Las políticas sociales no toman en cuenta que trabajamos dos o tres jornadas, y no se nos considera productoras.
5. Chile es un país gravemente contaminado, porque la actividad industrial, especialmente de las empresas forestales, mineras, eléctricas y pesqueras, no se regula ni fiscaliza. La CONAMA no fiscaliza adecuadamente ni cumple con su papel de proteger el medio ambiente. La participación de la ciudadanía en la protección del medioambiente es reprimida.
6. La destrucción del medioambiente ha deteriorado muchísimo nuestras condiciones de vida y de trabajo. Nos parece muy grave que el agua sea cada vez más escasa; incluso ya es escasa el agua para beber.
7. La privatización del agua sólo ha agravado los problemas de contaminación y desaparición del agua. Han desaparecido vertientes, arroyos, ríos y glaciares.
8. La privatización de los océanos ha hecho que muchos pueblos costeros queden sin trabajo ni alimento, y ha empeorado la alimentación de todos los chilenos.
9. Los campesinos e indígenas tenemos poca tierra, y la estamos perdiendo aceleradamente, producto de la contaminación, la falta de agua y el endeudamiento. Los programas de asistencia técnica, de INDAP, Programa Orígenes y otros, sólo han agravado el endeudamiento y la pérdida de nuestros recursos. Producto del endeudamiento, las mujeres quedamos especialmente desamparadas, sin acceso a nuevos créditos ni a la asistencia técnica.
10. Las condiciones laborales en el campo son cercanas a la esclavitud. No se respeta los pocos derechos laborales que aún tenemos, reprimen nuestras organizaciones, nos pagan sueldos miserables y nos hacen trabajar en condiciones peligrosas e indignas. Chile es país agroexportador sólo gracias a la explotación extrema de los trabajadores y especialmente las trabajadoras agrícolas.
11. Las mujeres del campo no tenemos derecho a la previsión ni a una jubilación digna. Consideramos que la propuesta que las mujeres jubilen a los 65 años es inaceptable.
12. Los servicios públicos en el campo son de mala calidad. La educación, la salud, la asistencia técnica, los créditos, los caminos y el transporte se diseñan e implementan sin respeto por nuestras necesidades, nuestras condiciones de trabajo, nuestra cultura o nuestros saberes. Cada vez más, los servicios públicos están al servicio de los empresarios.
Considerando todo lo anterior, hemos tomado un conjunto de resoluciones que damos a conocer al país en un documento aparte. Entre nuestras principales resoluciones, hemos decidido:
1. Reiterar nuestro rechazo al neoliberalismo y continuar luchando hasta que nuestro país adopte otras formas de organizar su agricultura y su economía. Lucharemos igualmente por la revisión y derogación de los tratados de libre comercio.
2. Apoyar las demandas por un cambio constitucional que, entre otros, termine con el sistema binominal, que sólo agrava los problemas de falta de democracia en Chile y beneficia exclusivamente a los grandes grupos económicos. Exigir la derogación de la ley antiterrorista.
3. Luchar por que se lleve a cabo un programa amplio de Reforma Agraria, que entregue tierras a campesinos y pueblos indígenas, con un cuidado especial por garantizar la entrega de tierras a mujeres y jóvenes.
4. Luchar por el reconocimiento del derecho de los pueblos indígenas a la autonomía y autodeterminación, que incluya la devolución de los territorios ancestrales a los pueblos indígenas.
5. Reafirmamos nuestra identidad como campesinas, como indígenas, como mujeres. Nos comprometemos con defender el derecho y el deber de continuar produciendo alimentos para nosotros y el resto de los chilenos. Nos comprometemos con una agricultura sin agrotóxicos, con la defensa de nuestras semillas, nuestros saberes y nuestra cultura, en contra de las semillas transgénicas y los monocultivos. No queremos ser potencia agroexportadora. Rechazamos el encadenamiento productivo y seguiremos luchando por producir de manera libre y de acuerdo a nuestros principios. Lucharemos por la soberanía alimentaria como un derecho fundamental de los pueblos.
6. Lucharemos por cambios en las políticas agrícolas hasta contar con políticas que fomenten y protejan la agricultura familiar campesina y garanticen que los servicios públicos, especialmente el INDAP, favorezcan a los pequeños agricultores y no discriminen a la mujer y a los jóvenes. Exigimos una solución real al problema del endeudamiento campesino y que el INDAP asuma la responsabilidad que le cabe en la creación de este problema.
7. Demandamos y lucharemos por una reforma al Código de Aguas que responda a las prioridades de las comunidades y de las personas, reconociendo el agua como un patrimonio común, derogando e impidiendo su privatización.
8. Lucharemos por una ley del medioambiente que garantice la efectiva participación ciudadana, que prohíba las actividades contaminantes y obligue a la fiscalización efectiva. Queremos la derogación del decreto 701 y que se fomente la plantación de bosque nativo. No queremos más pinos y eucaliptus.
9. Exigimos y lucharemos por un sistema de educación público, accesible a todos los niños y jóvenes, que respete nuestras culturas y que apoye que los jóvenes permanezcan en el campo. Queremos una educación técnica y agrícola respetuosa con el medioambiente y con nuestros saberes.
10. Exigimos y lucharemos por un sistema de salud público, digno y solidario, al alcance de todos, que proteja efectivamente contra los agrotóxicos y otras formas de contaminación.
11. Exigimos un sistema previsional público y solidario, jubilación digna y garantizada para todos y jubilación más temprana para las mujeres del campo.
12. Agradecemos las múltiples muestras de solidaridad que recibimos de otros movimientos sociales e instituciones. Reiteramos nuestra decisión de seguir luchando de manera unitaria, uniendo nuestros esfuerzos y luchas con los de otros movimientos campesinos e indígenas de todo el mundo y con otros movimientos sociales que hoy están resurgiendo, para continuar la senda de globalizar la lucha y globalizar la esperanza.
¡Es tiempo de soñar! ¡Es tiempo de sembrar! ¡Es tiempo de construir! ¡Es tiempo de participar! ¡Es tiempo de luchar!
¡Las mujeres continuaremos teniendo la palabra!
Asamblea del Primer Congreso Nacional de ANAMURI
Santiago, 23 de marzo de 2007
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Minga Informativa de Movimientos Sociales
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