Cuando yo era niño, de una familia pobre y un pueblo muy pequeño, os pedía un poco de chocolate y unas galletas. Pasaron casi 70 años y os vuelvo a pedir lo mismo, porque hay millones de niños que no tienen, ni chocolate, ni galletas, ni siquiera agua, andan descalzos, casi desnudos, pasan mucho frío, nacen desnutridos, duermen entre unos trapos o por el suelo, mueren muy pronto, como los que mató el rey Herodes. Por eso no quiero que seáis reyes. Entonces os lo pedía ingenuamente. Hoy quiero hacerlo de otra manera.
Aquel niño que fuisteis a visitar era Dios hecho hombre, que más tarde anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos, la esperanza a los afligidos. Denunció a los causantes, políticos y religiosos, de los pobres, de los oprimidos y afligidos. Por eso se reunieron y decidieron darle muerte, y lo asesinaron, pero vuelto a la vida se convirtió en causa de liberación temporal y eterna para todos. Puso en marcha un movimiento de liberación, que continuara su tarea, y hoy llamamos Iglesia. Para esta Iglesia quiero pediros hoy algunas cosas. Espero que las traigáis pronto. Hacen mucha falta:
-Una Iglesia que se apresure a bajar a Jesucristo, es decir, a los pobres de la cruz, denuncie a los crucificadores y destine todo lo que tiene a este fin, como la tarea más importante de todas: “buscad primero el Reino de Dios y su justicia”. Qué hicimos con los pobres, va a ser la última y definitiva pregunta para todos.
-Una Iglesia que piense y sea coherente con el Evangelio y la realidad del mundo actual. Que retorne a los contenidos del C.Vaticano II, y no “ahogue la Palabra de Dios con tradiciones de otros tiempos”, que no vaya a remolque del pasado sino a la vanguardia del presente en busca de los signos de los tiempos, pues Jesús dijo: “el vino nuevo en odres nuevos”.
-Una Iglesia, que siempre pregunte y escuche al pueblo y a las diferentes culturas, y como vosotros en Jerusalén, busque la verdad y no se considere siempre infalible y dueña absoluta de la misma. Jesús preguntaba: “¿quién dice la gente que soy yo? Y vosotros quién decís que soy yo?”
-Una Iglesia que enseñe y se comprometa al interior y al exterior de si misma con los derechos y libertades de todos los hombres, también agnósticos, posibles ateos y enemigos. Que firme de una vez la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Quitadle el miedo a tener que aplicarlos dentro de si misma.
-Una Iglesia siempre democrática en toda su estructura, tanto para poner como para quitar, como por ejemplo los pederastas de Irlanda, y no ocultarlos. Que sea un modelo ejemplar de democracia plena para elegir y designar a todas las personas para las tareas y servicios que hagan falta. Los hechos de los Apóstoles dicen: “los Apóstoles convocaron Asamblea de los discípulos y dijeron: Hermanos, buscad entre vosotros a siete hombre de buena fama…”
-Una Iglesia antropocéntrica, es decir, de hombres y mujeres por igual, y no androcéntrica, es decir, solo de hombres, y por tanto reconozca a las mujeres, como hace con los hombres, como sujetos capaces de formar parte de toda su estructura jerárquica. ¿No fue a las mujeres a quienes primero se apareció Jesucristo Resucitado? No fueron ellas las que, por mandato de Jesús, comunicaron a los Apóstoles que había resucitado? ¿Hay algo más importante que la Resurrección?
-Una Iglesia capaz de revisar en profundidad la ética y moral tradicionales en materia de sexualidad, de pareja, de afectividad, de fidelidad matrimonial, de reproducción asistida, de negocios, de corrupción económica y política, de gastos e investigación militares, sin miedo a dialogar con la ciencia, sino todo lo contrario: buscando que esta avance lo más posible al servicio de los más pobres y necesitados en primer lugar, y al servicio de la dignidad de todo ser humano y de la Creación en todas sus dimensiones.
-Una Iglesia que como Jesús sea camino, luz, verdad, vida, esperanza, amor, comprensión, alegría, fraternidad, igualdad.
Y por pedir, os pediría muchas más cosas: Políticos honrados; gobiernos austeros y comprometidos con los más pobres; sindicatos que luchen de verdad por los derechos de los trabajadores y parados; jueces eficaces e independientes; periodistas que busquen la verdad, digan siempre la verdad y toda la verdad; matrimonios que se mantengan unidos, vivan el amor, huyan del aborto y sean educadores de verdad; ONGs honradas y políticamente comprometidas; que ninguno llevemos dinero a los bancos y cajas que negocian con armas y droga, causa de la mitad de los encarcelados, de familias deshechas, de jóvenes convertidos en chatarra humana; que no haya consejeros de bancos y empresas españoles que ganen al día 23.200 €, o sea, lo que un obrero gana en todo el año; y que todos seamos verdaderos ciudadanos que hagamos realidad aquellas bellas y certeras palabras de nuestro Jovellanos que dicen así: “¿Por ventura es la sociedad otra cosa que una gran compañía, en que cada uno pone sus fuerzas y sus luces y las consagra al bien de los demás?”.
Notas. Cada día se mueren unas 100.000 personas de hambre en el mundo, de las que 35.000 son niños de menos de 4 años.
Cada 8 segundos se muere un niño de sed.
Cada año entran bajo el umbral de la pobreza 35 millones de personas, que al siguiente pasan a la extrema pobreza y al siguiente mueren de hambre. Es una rueda cada vez más grande y que gira cada día a mayor velocidad.
Entre 2007 y 2008 la dedicación de cereales y oleaginosas a biocombustibles, controlados a su vez por la Bolsa de Chicago, incrementó en 100 millones los hambrientos del mundo.
En la escuela del Basurero de Guatemala, los niños que van a clase por la mañana no pueden volver por la tarde, porque tienen que dejar la ropa a otros hermanos.
- por: Faustino Vilalabrille, sacerdote católico romano.*