“He recibido varias peticiones para publicar algunas de estas fotos y me alegro, para que la gente pueda tener otra visión de ese pueblo, de lo que sucedió allí”, nos dice mientras muestra las instantáneas de sus días en Haití durante una entrevista que sostuvimos en uno de esos apacibles lugares de La Habana Vieja.
Algo más de una hora hablamos sobre la experiencia en esa nación del Caribe de este joven cineasta radicado en Cuba. Y como en sus documentales anteriores, deMoler (2004), Monteros (2006), entre otros, su testimonio resaltaba la confianza en la gente y la permanente necesidad de salvar la esperanza.
“Fui a Haití para hacer un video institucional, un encargo de una organización española que necesitaba un material audiovisual sobre soberanía alimentaria.
“De ese país no conocía prácticamente nada, y hasta llegué allí un poco prejuiciado porque los medios de comunicación hablan de él como un pueblo inculto, que vive como salvaje, frases que se repiten a menudo. Viajé por República Dominicana, un lugar donde es fácil notar los problemas de seguridad, y todo el tiempo, al andar con mis equipos de filmar y cámara fotográfica, estaba muy presionado. Al cruzar la frontera me puse aún más tenso. Llegaba a ese pueblo atrasado que me habían pintado, y sin embargo, fue increíble ver la realidad.
“Yo me quedé en Anse a Pitre, una comunidad fronteriza con República Dominicana, donde viven unos 6 000 haitianos, la mayoría campesinos y pescadores. Allí no ves un gesto de agresividad con nadie, la gente es muy noble. Me llamó mucho la atención que son políglotas; el que menos, habla dos o tres idiomas entre creole, francés, inglés y español. Los niños también dominan dos idiomas. Eso fue sorprendente. Yo creo que uno de sus mayores problemas es la falta de oportunidades.”
¿Y cómo trastocó tu proyecto inicial en Haití el terremoto del 12 de enero? ¿Qué representó estar allí cuando se desvanecía en segundos la vida de un país?
“A los tres días de comenzado el proyecto ocurre el terremoto. En ese momento yo estaba filmando en medio de un campo de frijoles gigantesco, muy alejado de la comunidad en la que nos quedábamos. Por mi experiencia en Guatemala, donde son frecuentes los temblores de tierra, me di cuenta de la intensidad y del tiempo que había durado este movimiento que sentí.
“Como tres horas después empezamos a caminar hacia la comunidad. Escuchamos por una radio dominicana la noticia de un temblor y una alerta de tsunami. Vimos mucha gente corriendo y otras en moto hacia la playa, donde termina la calle principal de Anse a Pitre, la única asfaltada de la comunidad. Era como un pequeño caos.
“Enseguida pregunté qué pasaba y alguien respondió que el mar se había retirado, y efectivamente, había descendido 2 ó 4 metros. La radio había recordado el fenómeno del tsunami en Indonesia, donde ocurrió algo parecido. Eso aumentó el pánico. Algunos hasta abandonaron la comunidad.
“Pero con respecto al terremoto, en Anse a Pitre no pasó absolutamente nada. No hubo pérdidas humanas ni materiales. No sentimos el desastre como en otras regiones.
“Sin embargo, también hubo noticias inmediatas de lo que había pasado en el país. Esta zona de Anse a Pitre pertenece al sudeste de Haití, donde la gran ciudad es Jacmel. A nosotros nos dijeron que ese pueblo había quedado destruido. Mucha gente tenía familia en Jacmel y Puerto Príncipe y sí salieron afectados en ese sentido.
“Para nosotros, que trabajábamos con una organización denominada Coordinadora Regional de Organizaciones del Sudeste Haitiano (CROSH) era un poco absurdo seguir filmando un video sobre las condiciones de la alimentación, en medio de aquella situación nacional que se empezaba a vivir. Por eso cuando nos piden el apoyo para filmar en Jacmel, yo no lo pensé dos veces. Tomé mi cámara y estuvimos cinco días en esa ciudad.”
Sabemos que no fuiste un testigo distante, que no solo recogiste memorias de aquellos días. ¿En ese momento, cómo te uniste al pueblo haitiano, más allá de tu rol como documentalista?
“Ya en Jacmel comenzamos a filmar un material para la gestión de ayuda humanitaria. Los compañeros de CROSH asumieron la coordinación de gran parte del apoyo que llegaba a la ciudad y en su oficina se generó una dinámica muy interesante.
“Allí se llevaron a cabo conteos estadísticos de los afectados. En primera instancia, colaboradores de CROSH recorrieron los barrios más céntricos de la ciudad. Se imprimieron miles de planillas y llegaron muchos voluntarios al local para colaborar. Algunos grupos salieron hasta las comunidades de las montañas y trajeron los datos para una base. Este era un trabajo importante y urgente.
“Como nosotros filmábamos desde las 7 de la mañana hasta las 5 de la tarde, y allí oscurece tan temprano, nos unimos a esta labor. No era una obligación. Pero había muchos cooperantes haitianos y de otros países. Todo el que tenía ánimos y ganas de trabajar podía hacerlo”
¿No percibiste allí esa sensación de escape o el arribo de personas para ayudar a sus familiares?
“Yo vi en carretera varios camiones que conducían personas hacia las comunidades. Pero una experiencia que viví y guarda relación con esa situación fue mi viaje de regreso, que también lo hice buscando la frontera con República Dominicana.
“Si bien es histórica la migración haitiana a ese país en busca de trabajo, en el bus en el que viajé de Pedernales a Santo Domingo, el 90% eran personas haitianas. En ese trayecto de seis horas nos pararon unas 10 veces para revisar los papeles de todos los negros que iban, solo a los negros.
“Había un recrudecimiento de las políticas migratorias, y también en la frontera reforzaron el control. Muchos volvían a ayudar a sus familiares y aunque llevan años trabajando en República Dominicana, todavía no tienen papeles. Y por otro lado, creo que mucha gente que quedó sin absolutamente nada, vio este como el momento para reiniciar su vida en otro lugar.”
Durante la conversación también hablamos de los textos que envío desde Haití, con los cuales tuvimos las primeras noticias de cómo eran sus días allí. Alejandro nos explicó que aunque no tuvo la intención de que se hicieran públicos, pues estaban destinados a familiares y amigos, esos mensajes eran una oportunidad para advertirles que los reportes de los medios contrastaban con la realidad que él vivía.
“Cuando llegué a Jacmel me sorprendió la organización de las personas. La dinámica diaria era muy fuerte. Pero la gente se mantenía en la recogida de escombros, había muchos voluntarios sacando cadáveres; en la calle, veíamos cómo la gente se acomodaba para dormir. Yo no estuve en Puerto Príncipe, pero en Jacmel era así.
“Al regresar a Anse a Pitre para terminar el proyecto de soberanía alimentaria, pude ver las noticias del terremoto por CNN y otros monstruos de la información, y lo que decían no tenía que ver con lo que yo había vivido. En primer lugar volvían a presentar a un pueblo de salvajes, desorganizado, violento, que se mataba por recibir la ayuda.
Mostraban que no se podía transitar por ninguna parte del país y nosotros recorríamos las carreteras sin ningún problema y hasta veíamos cómo las comunidades se preparaban para recibir a los afectados.
“Creo que para los medios de comunicación era necesario brindar esta imagen de Haití. Ahora están entrando más tropas norteamericanas, supuestamente para controlar un país en caos. Esta es una manera de justificar lo que están haciendo.”
También los medios mostraron escenas muy sensacionalistas. Imagino que mientras filmabas hubo momentos fuertes que te hicieron pensar en tu ética como documentalista. ¿Qué priorizaste en esa situación?
“Sí, otro de los impactos que tuve al tener acceso a los medios de comunicación fue ver cómo manejaban la cuestión de las imágenes y cómo la mayoría de los fotorreporteros, camarógrafos, buscaban las escenas más amarillistas, más morbosas e impactantes. Pienso que se trata de una forma de hacer que salta los límites de mi ética para reflejar la realidad.
“Y en la cuestión de la ética no valen las escuelas. Eso no se aprende, no se enseña. Haces lo que tu conciencia te dicte. Yo no busco cosas espectaculares. Pude haber filmado escenas muy fuertes que a lo mejor estarían rodando por el mundo, pero no son las imágenes que quiero mostrar.”
De hecho, tú enfatizaste en un sentimiento de solidaridad, de esperanza…
“Como decía, para mí hubo escenas muy trágicas. Por ejemplo, el momento en el que sacaban unos treinta cadáveres en una universidad, ya en estado de putrefacción, frente a las madres que esperaban ver los cuerpos de sus hijos. Me parecía que intervenir con la cámara era demasiado. Además es una imagen que no quiero dar, no me interesa incluirla en mi material. “Prefiero la cara que nadie presentaba, quería mostrar a los niños riendo y jugando, las mujeres organizándose, que a pesar de tanta muerte y destrucción, la gente quiere seguir viviendo.”
La entrevista gira en torno al asistencialismo. Precisamente, cuando inquirimos sobre las necesidades de esa Haití que ha conocido, nuestro interlocutor queda unos instantes en silencio, como si le pareciera demasiado pretencioso que saliera solo de él una respuesta. Luego nos dice:
“Ahora Haití necesita todo tipo de colaboración; todos los esfuerzo, siempre que marchen por los canales adecuados van a ser válidos, pero tampoco esta es la solución. Creo que como otros países, Haití necesita soberanía, un desarrollo propio. Al pueblo haitiano tienen que dejarlo decidir qué es lo que necesita”
Y para ti, ¿qué cauce tendrán tus vivencias en Haití?
“El material que estoy editando espero que lo utilicen en la búsqueda de proyectos, no solo para necesidades emergentes, sino para una reconstrucción a más largo plazo. Los compañeros haitianos que trabajaron conmigo me parecieron personas magníficas y que tienen muy claro lo que quieren hacer. Por eso contribuí con este video, algo corto, pero cargado de esperanza.”
Una experiencia como esta siempre enriquece nuestras vidas. ¿Cómo ha influido en alguien que apuesta por contar con imágenes la vida de la gente?
“Yo no sé cuánto me cambió esta experiencia como documentalista, ni siquiera como persona. Tal vez después de asimilarla bien me doy cuenta y pueda responder. Lo que sé es que fue una de mis vivencias más duras, en la que pude ver el sufrimiento de un país completo. Y haber estado allí, haberles ayudado con mi trabajo, quizás sea la única parte buena de esta experiencia.”
Galeria de imágenes
- Tags
- Article