Antes que los medios de comunicación se llenen de ruidosas frases declaratorias y flores sin sentido acerca de lo que merece «la mujer en su día» es necesario tener en cuenta que nada de esto va a mejorar la situación de miles de mujeres en el mundo entero. Un día de cursilería mercantil no basta para detener la barbarie que se cierne sobre la vida de ellas.
Por lo anterior, hoy declaro mi renuncia integral a la condición de Hombre formado bajo la aturdidora cultura de la sociedad patriarcal. Renuncio a esa comodidad que mutila, humilla, asesina y aplasta todos los días a niñas y niños jóvenes, mujeres y hombres en el mundo entero.
He decido renunciar a mis amigos que hacen de la mujer el chiste morboso para saciar su despiadado ego patriarcal amenazante. Sí, quiero renunciar a mi silencio en sus chistes mediocres que reproducen el esquema narrativo de la misoginia, renunciar a todo ese reciclaje cultural de la supuesta bacanería que cosifica a la mujer, cuando la esencia de la bacanería es totalmente lo contrario.
Renuncio a mis camaradas “revolucionarios” que toman la lucha de las mujeres como elemento decorativo en sus programas, marchas y paneles, mientras maquinan la estrategia de dominio y opresión de sus cuerpos.
Renuncio a la pasividad cuando escucho las miles de justificaciones del porqué de los golpes hacia los rostros de ellas: “Es que estaba borracho, es que la situación económica está mala, es que se lo buscó, es que salió sin permiso mío… sin permiso mío…”
Renuncio a tener que ver el cuerpo de ellas como mi instrumento de entreteniendo y despojo. Renuncio a tener que decirles a mis sobrinas, a mis hermanas, a las hijas e hijos de las personas que amo, que este mundo sigue siendo para ese Hombre. Ese que nos lanza a la guerra y nos niega la posibilidad de crear, soñar y vivir.
Renuncio también a la falsa idea de la mujer «emprendedora» que trabaja con intensidad en la oficina y en la casa. Que tiene que soportar la burla en la oficina y en la casa. Que tiene que aguantar los acosos en la oficina, en la calle, en el bus, en el metro… y en la casa.
¿Y es que acaso todo esto lo hace la mujer?
No, esto lo hace el Hombre, ese que saca pecho y posa ridículamente al pintarse los labios entregando flores. Flores que estarán sobre la tumba de otra mujer asesinada por la práctica misma de ese sujeto Hombre.
A este hombre renuncio yo.
No sólo porque amenaza a la mujer, sino porque también ha negado la posibilidad a todos los de su especie de llorar, de cuidar, de amar, de reír sin burlas, de encontrarse con la mejor amiga, la mejor idea, la mejor empresaria, la mejor directora, la mejor dirigente, la mejor científica, la mejor deportista, la gobernadora. De encontrarte con la mejor ser humano.
Renuncio a ese hombre que niega la posibilidad del cuidado y crianza de los niños y las niñas; convirtiéndola en una responsabilidad únicamente para ellas y donde muchas veces se les castiga y humilla.
Renuncio a ese hombre que no es capaz de comprender que ella quiere estar sola, bailar sola, tomarse una cerveza sola, viajar sola, cantar y soñar sola, o con otra. Dormir al lado de un hombre sin que el sexo sea el marco de sus “responsabilidades”. Que no quiere tener hijos, y que sí los quiere tener también.
Mientras no renunciemos a los privilegios sínicos de seguir siendo ese Hombre, mientras sigamos siendo pasivos beneficiarios de esta sociedad patriarcal, cualquier mensaje por muy buenas intenciones que tenga caerá en el vacío sin fin de la hipocresía.
Ese es el Hombre que nos lanza a la guerra. La guerra otra vez.
Renuncio a seguir siendo “Hombre”. Renuncio para comenzar a construir mi nuevo Ser Masculino.
Aunque algunos se incomoden, este nuevo Ser Masculino tiene que ser Feminista.