Por Rev. Daylíns Rufín Pardo
Cuando la muerte ronda, ya sabemos que es más difícil proclamar la Vida. Por Fe decimos: Sí, Su piedra fue quitada… pero nos cuesta mucho deshacernos de las nuestras: esas piedras del miedo a la enfermedad y el contagio, de la desesperación porque termine, de la incertidumbre acerca del tiempo de aislamiento que ya no son «tres días», y otras muchas. Estas piedras y otras que cargamos -cada quien sabe las suyas- nos han sepultado la puerta de la gruta interior al punto de que nos cuesta distinguir a los ángeles y ver en realidad todo lo bueno que sí está, también, en ese hoyo oscuro del encierro.
Pero imperfectas y desgraciadas al fin, esas piedras de dentro acumuladas, tienen quiebres y grietas; ¡por ahí sale y entra y nos alcanza invencible la Luz!
Este Domingo de Resurrección ¡es esa la que quiero que tú veas! La Luz que sí te llega y se te cuela hondo, la que no se resiste y sí persiste, la que nunca abandona.
La Luz de un Cristo, el enviado para los más débiles y vulnerables, que opta darse por ellas y ellos; fuerza de Dios que irrumpe por entre lo roto para recordarnos que, a pesar de todo, hay siempre un camino, una salida clara. Que siempre hay Vida por amanecer.
Y ojalá que, así como decimos por la Fe, Su piedra fue quitada, podamos declarar bien alto en nuestro corazón: también así las nuestras, Dios de Luz ¡También así las nuestras!
¡Cristo ha resucitado!
¡Feliz Pascua!
Mañana de Resurrección de 2020 AD