Silvio Rodríguez no da entrevistas. Tampoco sostiene una entrevista
telefónica. Quien quiera llegar a él, solo podrá establecer algún
intercambio a través del correo electrónico. ¿Una estrategia de defensa
personal? ¿Una reacción de quien recibe los ataques de los periodistas
críticos a la nueva trova y al espíritu de la Revolución cubana? “Se trata
de una de las incuestionables ventajas que nos brinda Internet”, responde el cantautor, pocas semanas antes de su arribo a Lima para ofrecer un
multitudinario concierto como en los buenos tiempos. “Es mucho más grato responder las preguntas desde la serenidad del hogar que asediado por cámaras en un lugar desconocido. Creo que hasta el más temerario va a coincidir conmigo en eso”, añade el intérprete de “Como esperando abril”, “Sueño con serpientes” y “Ojalá” al otro lado de la pantalla.
Como pocos artistas, la sola mención de tu nombre nos ubica en muy claras épocas y situaciones, políticas y sociales. ¿Qué se siente llevar un
“nombre-símbolo?
No suelo pensar en esos términos, pero cuando alguien como tú lo menciona, lo que siento es responsabilidad. Sobre todo en el sentido de que las opiniones, cuando se publican, es como si se amplificaran, lo que lleva a que a veces también sean reinterpretadas. Eso me pone en alerta, pero no me enmudece.
¿Hay temas por los que en algún momento se haya sentido hastiado, o cansado de siempre estar obligado a repetirlos en sus conciertos?
Hubo años en que pasé montado en la maquinaria de un concierto tras otro y llegué a hartarme no solo de algunas canciones sino hasta de mí mismo. Por suerte corté con lo repetitivo, puse tiempo de por medio y en la última década me he acercado con prudencia a los escenarios.
Al cumplir 60 años, Serrat acuñó una frase para bromear sobre su edad: “Hace 20 años que digo que tengo veinte años diciendo que me siento de veinte años”. Después de tantos homenajes y celebraciones de sus amigos, uno se siente diferente al entrar al mundo de los sexagenarios?
Yo lo que siento es gratitud. De mis amigos y de haber sido tomado en cuenta en un mundo donde hay tantos talentos ignorados. También por haberlo hecho sin superpromociones, a pelo, a contramano en el sentido estético y también en el ético. Me pongo a verlo y comprendo que sin la ayuda de la gente, de muchas otras personas, hubiera sido totalmente imposible. Es una suerte de la que solo me corresponde una porción de mérito.
Una de sus más memorables temas es, sin duda, “Ojalá”. Podríamos
considerarla la anticanción de amor. ¿Qué sucedió en su vida para que
surgiera un tema como este, tan cargado de resentimiento sublimado?
Es una canción que surgió tras mucho tiempo aislado, en un barco, lejos de las caricias de los afectos íntimos. En esas circunstancias los recuerdos se pueden convertir en fantasmas quemantes. Algo razonablemente humano.
En “Érase que se era”, su nuevo CD, rescata temas compuestos entre finales del 60 y principios del 70, anteriores a la grabación de su primer disco, “Días y flores”. ¿Cuál es la razón de esta arqueología musical? ¿Por qué sus primeros temas permanecieron tanto tiempo inéditos?
Yo empecé a tocar la guitarra y a componer en 1965, mientras pasaba mi
servicio militar. Me desmovilicé en 1967, y en mis primeros años como
trovador no me fue posible hacer un disco propio. Participé en varios
colectivos y también grabé junto con el Grupo de Experimentación Sonora.
Estos materiales conformaron discos que se hicieron más tarde, porque en los años de más fuerza del GES, tampoco se animaban a editarnos. Fue en 1974 cuando la Empresa de Grabaciones de Cuba me planteó que fuera a sus estudios y grabara un larga duración. “Días y flores” salió en 1975, cuando yo ya tenía compuestas algunos cientos de canciones. Eso explica por qué estoy rescatando ahora temas anteriores a mi primer disco.
Mientras en los años 80 gran parte de su público peruano eran jóvenes de
izquierda, empeñados en un cambio social, hoy son más jóvenes atentos a la riqueza lírica de los temas. ¿No resulta frustrante que la carga política de sus temas se haya disuelto con los años?
Cuando tomé una guitarra en mis manos fue para atender una vocación
artística; si aprecian el arte que he tratado de hacer, lo agradezco, ¿cómo
podría frustrarme? Por otra parte, mis canciones siguen siendo como son.
Ignoro si el “público peruano” que tú aludes es distinto al de ayer. Pero
estoy seguro de que los de hoy también se darán cuenta de que lo mío no es “arte por el arte”.
¿Recuerda su última visita al Perú? ¿Conoce la movida de cantautores
peruanos que noche tras noche recorren la ciudad con sus canciones y ocupan casi todo su repertorio?
Desde hace años conozco la iniciativa de “Silvio a la carta”. Conozco
también las grabaciones que hizo Miryam Quiñones. Por ese apego, por esa identificación siento una gratitud inmensa. Tanta, que el trabajo constante de esos cantores peruanos es una de las razones de esta nueva visita a Lima.
La única pregunta política: ¿Cómo ves el futuro de Cuba cuando no cuente con la figura de Fidel?
Yo espero que no abandonemos nunca la senda de la soberanía y del compromiso con los más necesitados.
SILVIO PARA RECORDAR
El cantautor cubano llegará al Perú el martes 20 de febrero para ofrecer un
único concierto dos días después, acompañado de su staff de músicos. Esta vez el trovador vuelve con un disco reciente para mostrar en directo.
Se trata de “Érase que se era” (2006), un álbum doble de canciones en su
gran mayoría inéditas y compuestas entre 1968 y 1970, aunque algunas de
ellas ya fueron grabadas en los discos tempranos del cantante, como “Fusil contra fusil” y “Que levante la mano la guitarra”.
Con “Érase que se era”, Rodríguez volvió al estudio de grabación tras sus
recientes álbumes “Expedición” (2002) y “Cita con ángeles” (2003). El
cantante supera la veintena de discos, con títulos como “Mujeres” (1978),
“Rabo de nube” (1979), “Unicornio” (1982), “Tríptico” (1984), “Causas y
azares” (1986) y su trilogía “Silvio” (1992), “Rodríguez” (1994) y
“Domínguez” (1996).