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Tributo a Fidel

Raúl Suárez

El Consejo de Iglesia de Cuba, recogiendo el sentir de nuestro pueblo, nos ha convocado a esta reunión, para rendir el justo, humano y merecido Tributo a Fidel. Porque Fidel también hizo aportes significativos, trascendentes para todos los creyentes religiosos e instituciones que marcaron nuestras vidas y reorientaron, en muchos sentidos la visión y la misión para fortalecer la unidad de todo nuestro pueblo. Desde nuestras instituciones cristianas, se nos hace necesario mencionar al Movimiento Ecuménico Cubano y como cimero de este movimiento, al Consejo de Iglesia con sus diferentes nombres durante estos años del proceso revolucionario.
Apelo a la memoria histórica porque las nuevas generaciones de nuestra feligresía lo reclaman y los que llevamos unos cuantos años en la fe y en el quehacer ecuménico lo necesitamos para vivir estos momentos históricos de nuestro pueblo. Cuando se pierde la memoria histórica, se pierde todo. Por esa razón recuerdo algunos momentos del sentido histórico del movimiento ecuménico cubano.
En el mismo año 1959, fue convocado por una élíte del Concilio Cubano de Iglesias evangélicas, su primera asamblea general del año. Algunas figuras con sus mentes colonizadas bíblicas y teológicamente presentaron la idea de hacer una declaración anticomunista. Pero tuvieron que escuchar la voz del Dr. Adolfo Ham quién con hondo sentir patriótico les dijo: “Sólo el Hitler que llevamos dentro nos hace ser anticomunistas”. Así nació el nuevo movimiento ecuménico para contextualizar y tomar conciencia de ser una Iglesia con corazón de pueblo y buscar el ser un interlocutor con el proceso revolucionario.
Doy un salto en la historia, para llegar a otro kairos del movimiento ecuménico, el año 1984.Se me ocurrió llamarlo “El año de oro de las relaciones Iglesia Revolución” No voy a detallar, pero sí recordar que no eran las mejores por ambas partes. El dogmatismo ideológico por una parte, la evasión y la ausencia de una buena base bíblica y teológica mantenían a muchas iglesias en una actitud defensiva y evasiva, aun cuando ya teníamos en el movimiento ecuménico el desarrollo de una teología en Revolución. El reclamo del pueblo y sus esfuerzos para lograr una sociedad más justa y humana requería la unidad y no la división. Como creemos que Jesucristo es el Señor de la Historia, se dieron hechos que reorientaron el camino.
Junio 28 del año, 1984. La celebración ecuménica en homenaje al Dr. Martin Luther King Jr en la Iglesia Metodista de K y 25. El programa contemplaba la predicación del Rev. Jesse Jackson. Jackson era un invitado por el gobierno y el movimiento ecuménico. La idea era que estudiantes de la Universidad de la Habana se reunieran primero, y después ir a la Iglesia. La sorpresa se dio cuando el Presidente del Consejo Ecuménico Dr. Adolfo Ham y yo Secretario Ejecutivo debíamos recibir en la puerta al Invitado pero con él estaba Fidel. Después del saludo normal, se oyó la voz de alguien de su guardia personal que le dijo: “Comandante, quítese la gorra porque va a entrar a una Iglesia”. Una verdadera sorpresa, porque ninguno de nosotros pensamos en esa posibilidad. Resultó ser una bendición de Dios.
La liturgia respondía a la renovación que ya se daba en muestras actividades. Himnos como la Mano de Dios, Al despertar en la loma el día, y especialmente, Cántale a Dios. Este himno cantado con seguridad, entusiasmo y convicción llamó su atención. Recordemos una de sus estrofas:

Cántale a Dios el pueblo reunido.
Libres del mal y libres de opresión.
Ya no hay cadenas, las penas pasaron
Porque hoy El viene aquí.
Lecturas bíblicas bien escogidas, las oraciones inspiradas, y sobre todo la proclamación de la Palabra. Fue un verdadero sermón del reverendo Jacson al estilo de la prédica en las iglesias negras de Estados Unidos. Fue escuchado con mucha atención por Fidel. Todo fue un verdadero testimonio de cubanía y patriotismo. Al final de aquella celebración, Fidel se fue a la parte donde estaba el Arzobispo de La Habana, Mons, Jaime Ortega Alamino, muchos sacerdotes y monjas, y con un gesto de él nos acercamos todos y dijo: “Esto es un verdadero ecumenismo” y los saludó personalmente. Como era de esperar, la noticia salió en los medios, y el pueblo tuvo una visión distinta: Fidel en un culto evangélico, hablando desde un púlpito con una Biblia grande abierta delante de él. Se me ocurrió la idea que en cuanto a las relaciones iglesia y Estado, veníamos avanzando en primera, y a partir de este acontecimiento se puso la directa Además, el estar junto en una cena ofrecida al visitante, donde él nos dio la mano de nuevo y la posibilidad de conversar con él. Ser invitados a despedir al Reverendo Jackson en el aeropuerto porque dedicó un viaje rápido a Nicaragua. Todo esto y muchas cosas más sucedieron a partir de ahí que se crearon las condiciones para otra grande sorpresa.
El 14 de noviembre del mismo año Fidel en el Palacio de la Revolución recibía una delegación de 14 líderes ecuménicos. Dos días antes lo había hecho con los obispos católicos. Se le había entregado anteriormente un documento sobre las relaciones Iglesia y Estado. La reunión duró tres horas y media. Después de los saludos y bienvenida, tomo un libro para leernos partes escogidas por. Era Fidel y la religión. Fue una primera edición de unos 30 mil ejemplares. Nos comenzó a leer porciones destacaban sus ideas sobre el tema. En ese libro él hizo una confesión donde reconocía a ese símbolo llamado Jesucristo como algo muy cotidiano en la vida familiar. Añadió, no llegué a tener creencias religiosas, pero sí he dedicado mi vida en hacer realidad las implicaciones sociales de ese símbolo. Al final llamó a su jefe de despachó y le dijo: Prepara un brindis a los amigos. Y en aquel brindis nos dijo a manera de despedida: “Hagamos un compromiso, trabajen entre los suyos para que comprendan la obra que hacemos por nuestro pueblo; yo lo haré con los míos, y sepan que mi tarea es mucho más difícil”. Y cumplió su palabra.
Al siguiente año se hizo una edición de un millón de ejemplares del libro Fidel y la Religión. Sin duda alguna su corazón y mente la puso en función de una obra evangelizadora. Jamás en país alguno sucedió tal cosa, que un pueblo entero se lanzó en la búsqueda del libro y en pocas horas desapareció de las librerías. Cuando hablo de evangelización, no me refiero a lo que nosotros generalmente hacemos, me refiero a un cambio radical en la mentalidad que a veces asumimos. La obra iba dirigida en primer lugar a los compañeros marxistas del patio y también internacionalmente y a una formación ideológica que murallas de separación, en el caso nuestro, que se heredan no desde nuestra identidad cultural y espiritual sino de esquemas que vienen de afuera. Pero también nos evangelizaba a nosotros, a nuestras iglesias y sus instituciones. Muchas veces respondemos no al evangelio, sino a una ideología que se mezclan con lo religioso, y sin darnos cuenta respondemos a intereses ajemos a la buena noticia del nazareno Jesús y su proyecto histórico, el reino de Dios y su justicia.
Cumplió su palabra cooperando con nuestro movimiento ecuménico en su actividades de relaciones internacionales. Recibía delegaciones especialmente de Estados Unidos para atraer la solidaridad, crear una opinión pública que respondiera a la auténtica imagen de Cuba, y no la fabricada por los medios masivos de comunicación. Recuerdo a un menonita que en una delegación que Fidel recibió estuvo bien atento a todo lo que él decía. Cuando salimos de allí se me acercó y me dijo; “Gracias hermano. llegué a Cuba hablando de Castro y me voy hablando de Fidel”. Así nos ayudaba en nuestro trabajo.
A partir de los resultados del año 1984 las relaciones entre la Iglesia y el estado cada año era mucho mejor que el anterior. Todavía recuerdo el segundo encuentro internacional de acompañamiento al pueblo cubano y a sus Iglesias celebrado en Toronto, Canadá en el año 1988. En el primero tratamos el pasado, y en Toronto el presente. Fue muy significativo del estado de las relaciones creadas, que en ese encuentro nos acompañó el Doctor José Felipe Carneado y su esposa. Entonces, se crearon las condiciones para el 2 de abril de 1990.
De este encuentro de 74 líderes y mujeres del movimiento ecuménico nos reunimos de nuevo. Durante estos días hemos visto imágenes de la misma y las palabras de Fidel. H de este encuentro hemos hablado en muchas ocasiones. Pero deseo compartir algunos aspectos que hablan de la nobleza, la sensibilidad humana, y la modestia de escuchar y reaccionar con palabras oportunas. Hay rostros de los que intervinimos, especialmente las mujeres que lo conmovieron profundamente, se acercaba para escucharlas de cerca. Y de estas intervenciones salieron las palabras siempre vigentes llenas de cariño, comprensión y solidaridad cuando dijo: “Ustedes han estado entre un fuego cruzado; el fuego de los suyos. Tal parece que conocía bien este aspecto. El fuego para algunos fueron expulsiones de congregaciones donde estaban desde niños y niñas y otras cosas peores. El otro fuego nos dijo “es el nuestro”. Reconociendo así las incomprensiones y discriminaciones sufridas. El fuego cruzado no fueron sus palabras finales: “alguien tenía que oír sus oraciones. Sus oraciones fuero oídas en el cielo”, no hay dudas que se refería a Dios. Y añadió y en la tierra”. Un político cualquiera, demagógico hubiera dicho y, en la tierra yo las he oído”. Su inmensa modestia, por qué no, humildad, lo dejó para que no solo nosotros, sino que el pueblo lo vieran para darle más importancia a su obra evangelizadora.
Fueron muchos los efectos inmediatos a esta reunión. Desde una nueva interpretación a los estatutos del Partido hasta enmiendas a la Constitución de la República y una nueva Ley Electoral. No tengo duda de que la presencia de diputados cristianos en la Asamblea Nacional, surgió de su mente y corazón. Primero nuestro teólogo Sergio Arce Martínez y quien les habla, luego fue el Rev., Marichal, y siguió con Ofelia Ortega y Antonio Castañeda de la Asociación Yoruba.
Debo terminar. Deseo compartir una reflexión pastoral más. Clarita Rodés en nuestros servicios funerales, le dijo a una esposa y madre muy querida en nuestra Iglesia, que la muerte le arrebató a su esposo: “Ahora tenemos que acostumbrarnos a vivir sin su presencia física; pero hay otra presencia que jamás se apartará de ustedes”. Y mencionó del capítulo 11 y 12 de la Carta a los hebreos, sobre la grande nube de testigos que nos rodea. Hoy yo diría, lo que no es tan fácil: Tenemos que acostumbrarnos a vivir y luchar sin la presencia física de Fidel, pero hay otra manera de estar presente. La muerte de Fidel toco muy hondo el lugar santísimo de nuestra cubanía y ha producido mucho dolor y arrancó lágrimas de los niños hasta los ancianos y ancianas. También nos deja ya como parte de la grande nube de testigos que nos rodea como pueblo, el cual somos y a él nos debemos, la fe, la confianza y la seguridad en el provenir de esta patria nuestra. Por esa razón. En cada batalla que nuestro pueblo tenga que dar, allí estará Fidel, en cada logro de nuestro mejores esfuerzos, allí estará Fidel, frente a viejos y nuevos desafíos allí estará Fidel, sean cuales sean los fenómenos esperados o inesperado del nuevo año allí estará Fidel.
Por lo tanto, el mayor compromiso del movimiento ecuménico es llevar la paz de Dios a nuestro pueblo, como bien dice Pablo:” Y la paz de Dios que sobrepuja todo entendimiento guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús, Señor Nuestro, amén y amén.

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