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Un libro de recuentos que anuncian

Ariel Dacal

Hace algo más de un mes recibí una llamada de Guanche comentándome sobre la —al fin cercana— publicación y presentación de este libro en Cuba. La llamada me resultó grata por dos razones: una, porque es útil y necesario contar con textos de está índole para las horas de reconfiguración que hace algún tiempo, y de manera reiterada, se nos avecinan; y dos, porque me invitó a ser uno de sus presentadores, para lo cual esgrimió el más genuino de los argumentos posibles, nuestra amistad.

El libro no es nuevo para mí. Lo he seguido críticamente desde que fue un retoño de sesenta y siete cuartillas, resultado de la invitación que hizo Guanche a seis intelectuales de tres generaciones (Jesús Arboleya, Luis Suárez, Fernando Rojas, Aurelio Alonso, Juan Valdés Paz y Julio Antonio Fernández) para comentar, a manera de simposio, sobre lo que desde noviembre de 2005 se ha dado en llamar “El discurso de la Universidad”, en el cual Fidel interroga sobre la posible reversibilidad de la revolución Cubana. Las reflexiones que resultaron de esa invitación devinieron la segunda parte de un total de cinco con las que Guanche completó este texto formidable que hoy presentamos.

Si el empeño hubiera quedado en esas primeras páginas sería igualmente formidable por el valor intelectual y revolucionario intrínseco de aquellas cuartillas, acaso el primer intento por compilar opiniones cubanas diversas sobre el desafío político y ético levantado por Fidel. Recordemos que las reacciones intelectuales al “Discurso de la Universidad” vinieron inicialmente de amigos, y otros no tanto, de fuera de la Isla.

Es así que con su empeño, Guanche daba un aldabonazo para rescatar la discusión pública y revolucionaria de un asunto estrictamente público y definitivamente revolucionario como lo es recrear los moldes de la sociedad cubana desde sus principios de justicia, igualdad y soberanía con miras a deshacer las condiciones que justificarían el drama histórico de la desaparición de la Revolución cubana. Es decir, desde el inicio, esta creación tiene contenidos y metas políticas.

Entre los valores del libro está abrir el diapasón de las variables de análisis y ubicar, junto con la corrupción, la ineficiencia económica y el descontrol —componentes del peligro argüidos por Fidel— el burocratismo y la falta de democracia, y girar así las interrogaciones al campo del modelo socio político y su funcionamiento como fuentes de causa. De ahí que el “Discurso…” es asumido como “trascendente para el futuro del sistema político revolucionario”, actualizando el desafío de la “Revolución contra el capital y contra sus propios dogmas”. Los proyectos socialistas no son por sí mismos portadores de la perdurabilidad y la infalibilidad. La corrupción y el alejamiento de los sentimientos populares no son males privativos del capitalismo.

Las palabras de Fidel, motivo de partida para este libro que hoy presentamos, hacen también parte de su contenido y, acompañadas por sendos discursos pronunciados por Felipe Pérez Roque y por Raúl Castro en diciembre 2005 y junio de 2006, respectivamente, conforman el primer momento del texto, al tiempo que el primer cuerpo de argumentos sobre los desafíos de la Revolución, compendiados en el libro.

Guanche vuelve una y otra vez al rigor del mencionado discurso, no solo como justificación para recrear y expandir ideas sobre Cuba sino por la capacidad problematizadora del mismo. En las páginas casi finales concluye que “la forma en que el «Discurso de la Universidad» puede encontrar su máxima utilidad es considerarlo un presupuesto: un punto de partida. (Pero) …pretender que en ese texto estén contenidos todos los problemas con todas sus soluciones es negar el gesto dialéctico que el propio discurso defiende”.

La elaboración de este libro estuvo atravesada por cambios importantes en Cuba, entre los que se distingue la salida imprevista de Fidel de su responsabilidad de autoridad estatal y gubernamental. Si el abordaje del “Discurso…” no hubiera sido encauzado a la problematización, generalización y profundidad tanto de causas como de cronología, el texto sería “bohemia vieja”. Pero Guanche siguió un método efectivo e integrador: indagar sobre el futuro en su zona más firme: el pasado, y el pasado más firme posible con vistas al futuro que él mira desde este texto, el pasado revolucionario y socialista cubano.

De preguntarle al pasado se hace un tercer momento del libro, estupendo y alentador, donde Fernández Retamar, Ana Cairo, Graziella Pogolotti y Alfredo Guevara, brindan sólidas garantías de futuro con la única y rigurosa condición de que conozcamos nuestro pasado complejo y contradictorio, si, pero sustancioso en cuanto a creaciones revolucionarias. A la vitalidad de ese enfoque de los problemas de hoy contribuye de manera consistente Martínez Heredia desde el epílogo de esta obra.

De este tercer momento rescato solo algunas ideas, dentro de tantas posibles y sólidamente acompañadas de razones, que bien pudieran ser pautas para leer con más nitidez el futuro desde muchas “Antiguas preguntas cubanas, siempre renovadas”. Por ejemplo:

– La crítica revolucionaria es nada menos que la salud de la Revolución.

– Es necesario rescatar la verdadera historia de nuestro proceso, e iluminar las zonas de silencio presentes en ella.

– En Cuba, y es un problema muy grave, se escribe y se difunde muy poco sobre la historia revolucionaria.

– La garantía, siempre relativa, de la continuidad de la Revolución es precisamente que ese hombre, el joven cubano, piense sobre sí y sobre la sociedad a partir de un debate interno en su conciencia.

– La revolución es tanto una forma de comprender el poder político como una cultura de la vida cotidiana.

El texto tiene la capacidad del salir del futuro hacia temas “viejos” y proyectar los compendios que recoge en ese camino sobre debates que son actuales hace tiempo. En otras palabras, la diversa totalidad que ha quedado en este libro resulta de esa búsqueda sobre la Cuba que es y de la que ha sido, al tiempo que describe una Cuba necesariamente urgente cuando se interroga a la realidad desde el proyecto revolucionario histórico.

Guanche se aventura a un relato sobre la historia nacional, lo que es el asunto más abstracto de estas páginas, al tiempo que se concreta, tal cual acierta Sastre en el prólogo, “una especie de catauro de ideas cubanas en torno a las cuestiones propias de las revoluciones en general y muy en particular de la cubana”… “un tema que nunca ha dejado de ser ardiente”.

El libro se inscribe en “la urgencia ética y política de elegir entre el socialismo y la barbarie”, como afirma Sastre, y es evidente, además de dicho, el punto de partida político metodológico del autor para el análisis: “hacer la crítica del capitalismo y del imperialismo es imprescindible, pero ello obliga al mismo tiempo a hacer la crítica de la organización revolucionaria, de la forma que debe asumir, y asume, la democracia socialista, y de los errores de su construcción”.

El penúltimo momento del texto está dedicado a una pluralidad de voces, desde la teología, la sociología, la educación popular y la comunicación. Esther Pérez, Raúl Suárez, Mayra Espina y Milena Recio enfocan el desafío cubano desde matices sustanciales, diversos y complejos, lo que de “conjunto pretende armar un análisis sobre Cuba que vaya más allá de una dimensión —la política—, y arroje el perfil de cierta totalidad”.

Guanche, inquieto y hábil, ve pasar delante de su ritmo intelectual, tan agitado como su dicción, muchas Cubas en varios tiempos, por eso su prolífera creación nos ofrece un libro dual, el de las preguntas y el de las respuestas. Quizá esto impresiona la visión calidoscópica del autor.

Es muy frecuente durante la lectura toparnos con preguntas certeras respondidas certeramente. Adelanto como ejemplo el abordaje de un problema político/teórico trascendente: “¿qué significa ser «revolucionaria y revolucionario» hoy?” cuya respuesta es una osada reactualización de su contenido no solo antiimperialista sino anticapitalista. “La condición primera de esa condición es que hay que ser, ante todo, anticapitalista”.

Es dable encontrarse tópicos que, si bien dispersos y breves, destacan miradas casi inexistentes en Cuba, en los debates sobre las formas futuras que debemos darnos como sociedad emancipadora. Entre estos, América Latina, donde se producen algunas de las concepciones más interesantes en las últimas décadas en el terreno específico de la elaboración de teoría vinculada con el campo popular. En una de las entrevistas se destaca que en todo ese pensamiento, todas esas elaboraciones, todas esas maneras de hacer, se hallan pistas importantes acerca de cómo debe ser la reproducción ideológica en un proceso de transición socialista. Este es un dato trascendental.

La coherencia lógica y política del libro es un rasgo resaltable. El autor, desde sus posiciones, reforzadas con la selección de las personas entrevistadas, presenta sin ningún ardid su compromiso crítico con el proyecto de la Revolución cubana, lo que es observable en los rasgos propositivos del texto. Guanche define esa coherencia como “una crítica con proyecto”.

La solución, como respuesta al peligro anunciado en el “Discurso de la Universidad” pasa por socializar la agenda del cambio, a través de la participación de los actores sociales cubanos y de su conversión en sujetos más activos dentro de un esfuerzo político común. El proceso de la reformulación del proyecto —en un sentido socialista— pasa obviamente por poner en discusión tanto los fines como los medios para alcanzarlos. “Las soluciones revolucionarias se encuentran en la discusión colectiva y la participación ciudadana”.

Ese “socialismo, y específicamente una experiencia desde la periferia del sistema mundo, debe estar construido por una multiplicidad de actores, coordinados por el Estado pero no sustituidos o anulados por este. En el libro se destaca entre esos actores a personas de identidad cristiana que una vez que tomaron conciencia política a partir de la fe, también colocaron sus manos en el arado con la Revolución.

“Lo decisivo en este momento son los ideales opuestos al capitalismo, a todas las dominaciones y a la depredación del medio, y a partir de ellos reapoderarse de la obra colosal de Marx”.

No se obvia en estas páginas el gravamen que representa para el proyecto emancipador cubano la relación con el imperialismo y cómo esta es una variable constante en la vida del proceso. No obstante, Julio Antonio Fernández esboza una ruta para dirimir ese dilema a favor de Cuba que merece muchísima atención y contribuye al cuerpo propositivo de este libro: “El peligro de la cercanía del Imperio no puede ser una justificación contra la democracia, porque la democracia, en cambio, podría ser una trinchera inexpugnable que el imperialismo no está preparado para vencer, sobre todo porque es cada vez más antidemocrático”.

Guanche pulsa la dialéctica de la coherencia en que “la defensa de lo que ha sido la Revolución no está reñida con defender, al mismo tiempo, lo que debe ser la Revolución con respecto a su futuro”.

La impresión que causa la lectura de este texto no puede desvincularse del contexto en que se inscribe el debate del que hace parte. Han transcurrido cuatro años desde el “Discurso…”, y la discusión, como se alerta en este cuerpo de ideas, “no se ha convertido en una discusión canalizada por y para la sociedad, no se ha convertido en un debate que movilice políticamente ante el futuro inmediato al que está abocado el país (…) Este debate no se ha proyectado suficientemente sobre la formulación o la reformulación de los modelos de acción política a seguir”.

Tal condición es un reto, no para el libro, sino para las ideas que este exalta, es un reto de contenido político: que el las ideas de esta formidable obra contribuya a formar y recrear el sentido común revolucionario de las cubanas y cubanos para que realicemos mejor nuestra sociedad.

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