A partir de hoy echó a andar por otras 39 ciudades, de occidente a oriente, con su carga de seducción y la letra impresa como un resorte movilizador, incitante, de irresistible magnetismo. Los cubanos ycubanas responden como quien acude a una cita de amor, dispuestos a saciar su sed y contagiados por el olor de la tinta impresa que fluye por el parque Morro-Cabaña con sus 2.774 metros cuadrados invadidos por una incontenible marea humana.
La afluencia de público a la cita editorial, con Argentina como invitada de honor, no deja de sorprender a los visitantes extranjeros que coinciden en resaltar lo masivo de un fenómeno para ellos inédito.
Es impactante, impresiona esta feria cubana, afirmó la narradora y periodista mexicana Elena Poniatowska, sobre todo al advertir la participación de un público infantil que selecciona a voluntad los títulos preferidos, sin que medien imposiciones de los padres.
Pocas veces he disfrutado un paisaje como este añadió, tantas personas contagiadas por la fiebre de la lectura.
Cada año la feria es esperada con la misma delectación, casi con voracidad. En 2007 ocho millones y medio de volúmenes estarán circulando hasta su adios temporal, el próximo 11 de marzo en la oriental Santiago de Cuba.
A bordo de ella, unos tres mil títulos que recorren una amplia diversidad de ramas del conocimiento humano: de la literatura a la ciencia y la tecnología. Libros a granel, 500 editoriales sobre el tapete, 135 expositores, de estos 82 extranjeros y 53 nacionales.
Los cubanos responden como quien acude a una cita de amor, dispuestos a saciar su sed y contagiados por el olor de la tinta impresa que fluye por el parque Morro-Cabaña con sus 2.774 metros cuadrados invadidos por una incontenible marea humana.
No importa si llueve o azota un viento irreverente saturado de humedad. El libro llama con fuerza y se sale a buscarlo.
El título de mayor venta era Cien horas con Fidel, de Ignacio Ramonet, según registros del Comité Organizador.
También Tinísima, de Poniatowska en su edición cubana, del Fondo Casa de las Américas es reclamado con insistencia. Mañana su autora lo presentará en los predios de La Cabaña, pero desde hace días está a la vista en los estanquillos.
Poco más de medio millón de lectores y un millón de libros vendidos no dejan de ser números envidiables, pero las estadísticas se renuevan sin cesar y, en el momento que uno escribe esta nota, tiene ya la sensación de estar trabajando con datos viejos.
Público y libro rivalizando constantemente como protagonistas. Uno como complemento indispensable del otro.
Los cubanos aprovechan para disfrutar a sus anchas esta cita que trae aparejada consigo una eclosión del intelecto y las artes. Los libros, aun cuando no se compren, son disfrutables. Se hojean y se acarician con la mirada, se palpan, se mimam.
Es una fiesta nombrable, como dijo en la inauguración el poeta cubano César López (Premio Nacional de Literatura 1999), homenajeado en esta XVI edición junto al investigador e historiador Eduardo Torres-Cuevas (Premio Nacional de Ciencias Sociales 2000).
Una fiesta de la palabra y también de la familia cubana, como la definió el ministro de Cultura, Abel Prieto, al resaltar su poder de convocatoria que crece cada vez más con los años.
La Habana es su puerta de entrada. La recibe y respalda con el poderío de su acervo espiritual para después volcarla en brazos de la isla donde crece y se multiplica.