El abogado de Chicago optó, para decirlo en palabras del cineasta Michael Moore, por ser “un presidente de guerra”, al asumir como propio el escenario más militarista de los cuatro que le presentaron los hombres y mujeres de la Casa Blanca, el Pentágono y su Partido Demócrata, al ordenar el envío de 30 mil soldados más.
No se anduvo por las ramas el otrora senador por Illinois para encarar el año más difícil en Afganistán y costoso en soldados estadounidenses muertos —299 en lo que va de 2009, de un total de 924—, de caída vertiginosa del apoyo ciudadano a su gestión presidencial y sus políticas imperiales frente a Irak –con 4 mil 367 soldados fallecidos— y la República Islámica, que pasó de 56 a 35 por ciento de respaldo, de acuerdo a la encuesta más reciente de Gallup.
La trascendente decisión de Barack Hussein no sólo pronunciará más la división de la opinión pública de un país que no supera los embates de la crisis económica y financiera –generada por la voracidad criminal de una plutocracia que las exportó al orbe— y empobreció a las mayorías, al punto de que “niños estadunidenses están durmiendo en las calles (Moore dixit), sino que mina a su propia base social y electorado.
Por ejemplo, la agrupación política cibernética moveon org —clave en promover la elección de Obama—, llamó a cientos de miles de sus miembros a pronunciarse, vía electrónica, ante la Oficina Oval para criticar la decisión equivocada al “profundizar nuestro involucramiento en un pantano”.
La revisión superficial de la milenaria historia de Tierra de los afganos y mucho antes Ariana, arroja que se ganó a pulso el nombre de Cementerio de los imperios, en virtud de lo ocurrido allí a Genghis Khan y el imperio mongol, al imperio británico (1919), la Unión Soviética (1989) y el pantano (2009) que describen los aún partidarios del carismático presidente, atributo que no le sirvió a la hora de enfrentar a los gigantescos intereses del complejo militar- industrial, a los exportadores de la floreciente industria de la amapola afgana y a Los señores de la guerra.
Dos vicepresidentes del país son los generales tayikos Mohammed Qasim Fahim y Karim Khalili, quienes al igual que el asesor militar uzbeco Abdul Rashid Dostum, están acusados de asesinar a más de 2 mil combatientes islámicos por asfixia, después de la ocupación de esa martirizada nación centroasiática. Y del crimen no es ajeno Washington.
Los señores de la guerra disponen de una fuerza paramilitar responsabilizada de asesinatos, pillajes, secuestros de etnias rivales, en abierta violaciones de las leyes humanitarias internacionales en las regiones donde operan dirigidas por esos caudillos, como recuerda Manuel Navarro Escobedo.
Los planes militares adelantados por el comandante en jefe de las tropas de USA y la Organización del Tratado del Atlántico Norte, general Stanley McChrystal, contemplan la inclusión de los “leales grupos armados seguidores de los líderes que ostentan los poderes regionales”.
Esos Señores de la guerra se consideran protagonistas políticos en áreas con escasa o ninguna autoridad central de la que encabeza el presidente Hamid Karzai, producto de un escandaloso fraude electoral y quien en su afán de reelegirse buscó el apoyo de esos personajes vinculados a crímenes de guerra, corrupción y narcotráfico como denunció The New York Times.
Por el contrario, lo anterior para Obama es parte de “la noble lucha por la libertad” que ha marcado la historia de Estados Unidos.