Las personas diferentemente capacitadas, mal llamadas minusválidas, viven una realidad concreta en medio de un mundo al que le cuesta aceptar las diferencias. Las sociedades generan modelos rígidos que coaccionan al ser humano. Estos modelos imponen maneras de ser y expresarse que desconocen la amplísima pluralidad de estilos sugeridos por la propia vida, y crean un amplio abismo que distancia a quienes cumplen con las convenciones sociales de aquellas/os que incumplen por múltiples causas. En la vergonzosa lista de las/os marginados hallamos a quienes se muestran diferentes físicamente.
Detrás de los estrictos patrones socioeconómicos, políticoreligiosos y culturales impuestos, actúan poderosas fuerzas que intentan concentrar el poder en manos de una élite autotitulada sana y capacitada para representar, organizar y dirigir la sociedad. Ella invade las subjetividades del resto de los seres humanos, corrige a su beneficio los imaginarios populares e implanta su propia percepción del mundo. El rechazo a las diferencias, y el repudio contra toda manifestación que impugne sus propuestas, caracteriza la forma en que la élite comprende y moldea la realidad.
En la actualidad, como en el mundo bíblico, las/os diferentemente capacitados (ciegos, sordos, paralíticos, etc.) desafían a la élite en el alcance de sus propósitos. Por un lado, el poder disfraza sus intenciones hegemónicas con cierta sensibilidad a favor de las/os marginados; de esta forma produce obras piadosas inclinadas a fomentar verdaderos show´s asistenciales más que promover la rehabilitación integral de la persona.
Por otro lado, el poder no logra disimular del todo su falta de humanidad, negado a reconocer la dignidad de aquellas/os con pleno derecho a participar en la organización y dirección de la sociedad desde su propio universo de sentido. El rótulo de impedidas/os, inhabilitados o tullidos es una pesada carga que invalida ser tomada/o en cuenta sin que medien miradas de lástima e incluso falsa conmiseración. Ante estos desafíos, quienes se muestran físicamente diferentes no siempre cuentan con las herramientas necesarias para tomar la palabra y defender su derecho a la vida.
En el marco del Encuentro anual de planificación de la Pastoral con personas diferentemente capacitadas de Consejo de Iglesias de Cuba (16-17 de enero de 2007), el Programa de Reflexión/Formación Socioteológica y Pastoral del CMMLK fue invitado a compartir el aporte que propone la Lectura Popular de la Biblia (LPB) a la reflexión sobre el tema de la discapacidad. Nos reunimos en Gibara (Holguín) con sus colaboradoras/es más cercanos y releímos el texto de Jn 9,1-12.
La historia del ciego de nacimiento
Releer Jn 9,1-12 desde las diferencias físico-motoras, compartido en tantos encuentros de LPB con la mirada fija sobre otras realidades, fue una oportunidad para descubrir nuevos sentidos liberadores. En primer lugar, identificamos al ciego de nacimiento como el protagonista del texto. Por lo general, al leer esta historia percibimos a Jesús como el personaje central; él es el Maestro que libera de la enfermedad y restituye la dignidad humana. Sin embargo, en esta ocasión el ciego se nos reveló como centro del mensaje evangélico.
Tres características tipifican al protagonista. Por su condición física, en medio de la sociedad que le rodea, es excluido, oprimido y pobre (v. 8). Juntas/os descubrimos la pregunta clave para distinguir el mensaje del texto: ¿qué incapacita a este hombre; su ceguera de nacimiento o la sociedad que lo excluye, lo oprime y empobrece? Las historias de vida de las/os participantes en el encuentro y la experiencia de la comunidad que está detrás del texto bíblico bastaron para identificar su significado.
Los discípulos de Jesús, según el texto, son los verdaderos discapacitados para transformar la realidad de exclusión, opresión y pobreza que les rodea. Movidos por las convenciones sociales de la cultura en que viven no les interesa restituir la dignidad del ciego de nacimiento, según la Ley: pecador condenado. Solo les preocupa descubrir la causa del pecado (v. 2), mientras Jesús insta a mirar con nuevos ojos, a ensayar alternativas de vida que rehabiliten al marginado, humillado y despojado de sustento económico.
Según Jesús, el ciego de nacimiento no es víctima por la falta de visión física sino por la injusticia de la élite de la sociedad que le rodea, la cual impone interpretaciones sobre la realidad que lo sancionan al más triste abandono. De la perspectiva de la élite injusta se hacen eco los discípulos, más el Maestro interpela diciendo: “No es que pecó este ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él” (v. 3). Entonces, nos preguntamos: ¿cuál es la obra divina manifestada en el ciego de nacimiento?, ¿qué sentido tiene el milagro hecho por Jesús? Sin duda, fue la justicia que abrió una nueva manera de observar la realidad y transformarla a favor de las/os que sufren.
Es necesario volver una y otra vez sobre la pregunta clave: ¿qué incapacita a este hombre? Juntas/os descu-brimos que la ceguera física u otra diferencia físico-motora no impide al ser humano celebrar la vida a plenitud. El texto demuestra la capacidad del ciego de nacimiento para alcanzar su liberación. Por sus propios pies se dirige al estanque, por sí mismo retira el lodo en sus ojos, con sus propias fuerzas recorre el camino de la sanación (v. 7b). No sabemos la distancia que separaban las aguas de Siloé del sitio en que Jesús y sus discípulos encontraron al ciego, pero estamos seguros de que el protagonista del texto, restaurado en su dignidad, se convirtió en testimonio liberador para la comunidad en torno suyo (vv. 8-11), la cual comenzó a mirar la realidad de forma diferente.
El aporte de la Lectura Popular de la Biblia
Leer la Biblia en comunidad, desde nuestras propias experiencias, permite percibir que no podemos usar el texto para alimentar esperanzas de sanación física. No es ese el sentido del milagro bíblico. Esta historia capacita para exigir el derecho a vivir plenamente, a participar en comunidad, a celebrar la vida y la diversidad como realidad preciada y enriquecedora.
La Lectura Popular de la Biblia evidencia que la recuperación en Jn 9,1-12 tiene que ver con la denuncia contra las exclusiones, opresiones y empobrecimientos que impiden al ser humano su plenitud; alternativa liberadora frente a la censura lanzada por la élite excluyente y opresora.
Es también una invitación a construir comunidad en el intercambio entre personas diversas, motiva nuevas miradas sobre la realidad en el proceso de relectura de la Biblia y la vida. Al hacer énfasis sobre los acumulados de cada participante y de la comunidad en su conjunto, proporciona valorar nuestras capacidades y las de aquellas/os que nos rodean a la hora de enfrentar el mensaje bíblico y los desafíos del presente.
El encuentro en Gibara despertó inquietudes al ofrecer oportunidad de reflexionar sobre el modo en que asumimos la realidad. Animó evaluar lo que hacemos y porqué lo hacemos. En este sentido el texto bíblico, releído popularmente, aportó luces: una voz, un rostro, un gesto insospechado con el cual sorprendernos, identificarnos y enriquecernos.
La diversidad de personas diferentemente capacitadas que participan en esta pastoral nos motiva a ofrecer, desde la LPB, algunas observaciones que nos parecen importantes:
• La realidad de las personas diferentemente capaci-tadas puede asumirse como clave liberadora para leer toda la Biblia.
• El aporte de la lectura bíblica en comunidad permite visualizar las limitaciones de la sociedad para asumir este tipo de diferencias. Del mismo modo, debe pro-mover un proceso de elaboración colectiva de alternativas de vida para todas/os.
• En este proceso es conveniente identificar nuevos símbolos que aporten significado de la labor que se realiza en comunidad. Símbolos como el camino, la luz, un determinado himno, etc., ofrecen sentido de esperanza para muchas/os, pero no necesariamente para quienes no pueden ver, caminar, escuchar, etc.
• Los talleres, encuentros o jornadas de reflexión pue-den enriquecerse con dinámicas y lenguaje inclusivos, que promuevan la participación tomando en cuenta las diferencias.