En junio de 1997, cuando el equipo de antropólogos cubanos encontró los huesos del Che en Vallegrande, los integrantes de la Fundación Che Guevara trabajábamos en la preparación del “Encuentro Mundial Ernesto Che Guevara” para recordar el 30 aniversario de su asesinato. Para realizar el trabajo de reconocimiento, debieron hacerlo con sigilo, pues los pobladores se negaban a entregarlos. Al darse cuenta del hecho, los habitantes de aquella ciudad quedaron consternados y se sintieron desprotegidos: el Che ya no estaba con ellos. Es más, creyeron que no iba a realizarse el Encuentro.
Diez años después, dos investigadores o periodistas, retoman la historia de esa búsqueda y hallazgo, para presentarla como “una mentira de Estado”, bajo el argumento de la necesidad que, Fidel Castro y el gobierno cubano, tenían para enfrentar la difícil situación económica que atravesaba entonces Cuba.
Cómo inventar una investigación
Maité Rico y Bertrand de la Grange comienzan a construir su investigación a partir de testimonios de algunas personas. Un campesino de Vallegrande aparece como su primer testimoniante: Vi los cadáveres enterrados en una zanja. A la noche siguiente los habían sacado. Después vi el cadáver del Che en la lavandería del hospital.
Con esa versión comienzan a construir su investigación. El supuesto testimonio contradice los hechos. Decenas de periodistas y los pobladores de Vallegrande vieron cómo, el cuerpo del Che fue llevado, desde el helicóptero en que lo trasladaron desde La Higuera, directamente a la lavandería del hospital Señor de Malta. Posteriormente fueron depositados, allí también los cuerpos de los otros guerrilleros. De allí desaparecieron.
Luego toman el escepticismo como base para continuar su indagación. Dicen que los “vallegrandinos eran escépticos cuando los cubanos empezaron a buscar los restos de los 36 guerrilleros muertos en 1967”. Añaden que estaban ciertos de que hallarían a todos, menos al Che. Algo más de indagación, con los mismos pobladores, les habría mostrado que ellos no querían que se encontrasen tales restos. Una prueba es que, el Concejo Municipal, entre abril y mayo de 1997, aprobó una Ordenanza Municipal, prohibiendo toda excavación de búsqueda sin permiso expreso de la Alcaldía. Y es que, además de los expertos cubanos, varios caza-noticias, de Europa y hasta de Japón, ofrecían jugosas recompensas por la primicia en el hallazgo de los restos del Che.
Sus disquisiciones se prolongan hasta inscribir que, el equipo técnico cubano identificó a los restos del Che, de tres cubanos, pero no tuvieron resultados para los cuerpos de dos bolivianos y un peruano. Parece que tuvieron una lastimosa confusión, producto de la premura o superficialidad de su trabajo: los siete cuerpos fueron definitivamente identificados y sin ninguna duda.
Otra cosa distinta es que, de los primeros cuatro cadáveres encontrados, en febrero o marzo de 1966, sólo uno pudo ser identificado plenamente. Los otros tres quedaron en custodia de la parroquia de Vallegrande hasta que se pudo hacerles la prueba de ADN, posteriormente al hallazgo de los restos del Comandante Guevara y sus compañeros capturados en Quebrada del Churo.
El cráneo milagroso
Su más valiosa argumentación es una interrogante que se hacen a propósito de la declaración del antropólogo Héctor Soto, quien señaló que “todos los cráneos estaban fragmentados, excepto el del esqueleto número 2”; la brillante pregunta que se hacen parece obvia: “¿Habrá alguna razón científica para explicar por qué el cráneo del Che no sufrió el mismo deterioro?”. Una pregunta más seria sería: ¿cómo es que, científicos tan respetados como los que componían el equipo de búsqueda, a quienes los investigadores les atribuyen la preparación de una monumental mentira, pudieron caer en el infantil error de atribuirle poderes milagrosos al cadáver del Che?, ¿no hubiese bastado decir que, los fragmentos podían identificarse por las prominencias en la región frontal?
Luego encuentran la más grande contradicción en la presencia de la chamarra. Diez años después del hallazgo y cuarenta del asesinato, se encuentran con una historia cuidadosamente guardada: la chaqueta fue sustraída por un coleccionista de ocasión. Los investigadores no vieron esa prenda, pero les bastó el relato que escucharon para concluir que, los antropólogos forenses, en un acto de prestidigitación maléfico, hicieran aparecer otra chaqueta de características similares. En ese plan de elucubraciones, ha sido posible que también tuviesen preparado pantalones y las abarcas hechizas que se hallaron allí.
Hasta se le puede ocurrir a alguien que, al cadáver, le quitaron las manos y las hicieron desaparecer. Eso pudo ocurrir pues, según los mencionados descubridores de la gran mentira, el hallazgo de los restos se produjo, muy apropiadamente, “en las primeras horas de la noche”.
A los cuarenta años
Hay muchas otras cosas que comentar. Es mejor no entrar en el terreno de las suposiciones, como hacen Maité Rico y Bertrand de la Grange. Vale destacar algo muy simple: en octubre de este año 2007, se cumplen cuarenta años de su asesinato.
Los actos de recordación serán muchos y se realizarán en varios puntos de esta América Latina. Es evidente que la maliciosa investigación de estos periodistas resulta un homenaje, pues ratifica la vigencia del Comandante Ernesto Che Guevara en la vida cotidiana de nuestro continente.