Inicio América Latina Venezuela: Cambia, ¿todo cambia?, ¿nada cambia?

Venezuela: Cambia, ¿todo cambia?, ¿nada cambia?

Volvieron las especulaciones, sobre la enfermedad, sobre el futuro del bolivarianismo en las elecciones presidenciales del 7 de octubre, sobre la sucesión. Una campaña nacional e internacional, donde los medios son otra vez los que preparan el camino y el imaginario colectivo y especulan sobre los “expertos” extranjeros que “lulificarán” la imagen de ambos candidatos.

Nuevamente quedó en evidencia que la institucionalidad chavista sigue siendo refractaria a la crítica y sorprendió que la política comunicacional del gobierno se haya centrado en un supuesto fraude (en el número de votantes) en los comicios internos de la oposición. El único que quedó mal parado fue el Consejo Nacional Electoral.

Los artífices de la comunicación en el gobierno bolivariano prefieren negar los datos de la realidad que preparar al pueblo para enfrentarlos. Olvidan que las encuestas son parte de la manipulación, en las que los pobres han demostrado tradicionalmente, en Venezuela, que no tienen el hábito de decir lo que piensan. Una elección presidencial no se decide en las encuestas ni en los programas de televisión oficial, y mucho menos en las declaraciones de los dirigentes oficialistas.

La oposición, que apuesta su triunfo a la salud del Presidente, no se puede dar el lujo de dilapidar un solo voto ya que la fuerza y el carisma de Chávez son un handicap en sus metas. Por eso el 12 de febrero armaron una escenografía de un acto de ribetes plebiscitarios con rasgos apoteóticos de referendo (al decir de Marcos Roitman). Y por ello, ha retomado la iniciativa, marcando una agenda propia y no –como hacía hasta hace poco- limitarse a ser reactivo a los dichos y hechos de Chávez.

Cabe recordar que en las elecciones internas podía votar cualquiera de los 17 millones 875 mil ciudadanos inscritos en el registro electoral. En realidad, los votantes fueron menos del 20% del padrón.

Atrás quedaron los partidos tradicionales y su mítico poder de convocatoria; en el camino quedó el gobernador de Zulia, Pablo Pérez, con apoyo de socialdemócratas y socialcristianos. Ganador fue la derecha (aunque en Venezuela casi todos rehuyen decir que son de derecha) y el partido mediático.

Sumemos también el triunfo de la tan denodada democracia venezolana y de la institucionalidad que significa la labor del Consejo Nacional Electoral y las Fuerzas Armadas, garantes del proceso interno opositor.

Todo cambia. Hay sectores de la oposición que saben que es diferente vencer a un Chávez enfermo, con dificultades y debilidad física para asumir la campaña a plenitud, o derrotar a un Chávez sano, fuerte, gobernando, arengando permanentemente al pueblo, yendo y viniendo a lo largo y ancho de la geografía venezolana.

Lo peor que les puede pasar es que un Chávez enfermo o convaleciente los derrote por enésima vez. Por eso, Capriles Radonsky, fue claro al decir que al Presidente le desea “larga vida, porque quiero que vea con sus propios ojos los cambios que vendrán”. La oposición sabe que no puede vencer al Chávez-mito –que ella misma ayudó a crear- y precisa demostrar que, como un hombre normal, es derrotable.

Dentro de la especulación sobre las estrategias de campaña, diarios brasileños hablan del publicista Joao Santana, quien asesorara a Lula da Silva y Dilma Rousseff, con la difícil tarea de lograr que Chávez elimine de su vocabulario el lenguaje descalificador y construir una imagen conciliadora, semejante a la del expresidente brasileño. Difícil de creer, sobre todo porque el mandatario siempre le vino bien la polarización y la confrontación.

Santana, vinculado al Partido de los Trajadores, manejó las campañas presidenciales del salvadoreño Mauricio Funes y del peruano Ollanta Humala.

Lo que sorprende es que el candidato opositor, Capriles Radonsky, en reiteradas oportunidades habló de su admiración por Lula, quizá asesorado por otro publicista brasileño, Renato Pereira, jefe de estrategia de la empresa Prole, en la búsqueda por seducir a los ni-ni, que según los encuestadores puede alcanzar a un 30 por ciento del electorado.

La campaña opositora

Hay algo que sorprende en esta inusual campaña electoral –ya hacia las presidenciales del 7 de octubre- y es, de parte del sector ganancioso de la oposición, imitación de los códigos chavistas: la simbología, las ideas-fuerza y hasta ciertas consignas. Claro, la copia es simbólica, porque en el fondo –y en el frente- sus ideas son el neoliberalismo, aun sabiendo que está en crisis –por no decir derrotado- en la mayor parte del mundo.

Necesita la oposición del voto chavista (aunque lo disfracen de ni-ni) para poder soñar con una victoria. Hablan de poder popular, porque saben que es algo que ha entrado en el imaginario venezolano. Hay que convencer a los chavistas, o al menos convencerlos de que no voten (que es una forma de restarle votos).

La estrategia de Capriles Radonsky no pareciera ser ganar votos chavistas, sino tratar de que el bolivarianismo los pierda.

Parece que se cambiaron los roles: Capriles Radonsky está decidido a no confrontar y el presidente Chávez ha empezado a hacerlo. Capriles imita al Chávez de 1998, mientras que el mandatario sigue con la misma línea confrontacional que le ha dado tan buenos resultados desde el 2002 hasta ahora.

Hábilmente, Capriles habla de paz y dice representar el futuro y hasta es capaz de hablar de la Sexta República para diferenciarse del chavismo y de la Cuarta República de adecos y copeyanos.

Y para sorpresa del oficialismo, esta opción hasta defiende la Constitución de 1999, comparte algunos planes sociales del gobierno y trata de ser creíble cuando presenta planes alternativos de gobierno.

Obviamente, dentro del trabajo de los estrategas de Capriles Radonsky está el de esconder su antigua militancia en la secta Tradición, Familia y Propiedad (TFP), negar su actuación durante el golpe de abril de 2011, cuando lideró el grupo que intentó copar la embajada de Cuba, disfrazarlos de progresistas y seguidor de Lula “el conciliador” .
La idea parece ser la de transformar la elección de Venezuela en una disputa ideológica de todo el continente, para poner freno a los cambios sociales de la última década. Para ello cuentas con el arsenal de los medios cartelizados venezolanos y latinoamericanos, amén del apoyo incondicional de la prensa hegemónica trasnacional.

Hay varios miedos de clase media que van a ser explotados en lo que resta de la campaña, por ejemplo el temor a perder la propiedad. Aun cuando la mayoría no se sea propietaria de nada: funcionó en del referendo de la reforma constitucional (2007), y los estrategas mudistas suponen que puede funcionar aún a estas alturas.

Por el otro lado puede ser que juegue otro temor, el miedo de perder todos los beneficios sociales que se han logrado en los últimos años bolivarianos, habida cuenta de que el programa opositor es netamente privatizador e implica un retiro del Estado de la economía en general. Significa un desmontaje de todo el aparato jurídico que sostiene a la estatal petrolera Pdvsa, lo que traerá aparejado el desabastecimiento y la disparada de todos los precios de los servicios básicos como el, agua, la electricidad, etc, etc

Pero también existe un temor a que la paz social sea amenazada por una arremetida fuerte contra el chavismo.

Fin del triunfalismo

Lo sucedido con las elecciones internas de la oposición, señala Javier Biadeau, permite desechar las ilusiones triunfalistas, pasar a un análisis riguroso y descarnado de la situación de la correlación de fuerzas electorales y políticas entre el campo bolivariano y el campo opositor.

Sin este análisis, añade, no hay mapa para la lucha, para la estrategia y la táctica que apunten a la recuperación y reagrupamiento urgente de las fuerzas del proceso popular constituyente y de la revolución bolivariana que se activo en 1998 (no del “chavismo oficial y burocrático” que se enquistó luego del triunfo electoral del año 2006), y cuya promesa aún desdibujada sigue siendo el Gran Polo Patriótico (GPP).

Mercedes Chacín señala que desde el chavismo hubo poca preparación, poco estudio ; se creyó, contagiado del mismo síndrome de disociación psicológica que afecta a los opositores, que por una cuestión divina, casi metafísica, los 5 millones y pico de personas que votaron por la oposición en las parlamentarias, se convertirían en un millón. ¿De dónde salió esa convicción?

Hoy nadie duda de la seriedad de la enfermedad presidencial y por ello queda desestimada la posibililidad que se trate de un manejo comunicacional para “enervar pasiones y aglutinar la gente alrededor de la misión lástima”. Lo que llama la atención es que para poder tener un acercamiento a lo que realmente está pasando, un venezolano tipo debe escuchar lo que dice la oposición, porque la credibilidad de los voceros oficiales (Diosdado Cabello, Andrés Izarra) quedaron en el piso.

Cuidar su salud es la única vía para lograr su recuperación. Y últimamente –coinciden los analistas- a Chávez se lo vio excedido en sus actividades institucionales y partidistas, en su quehacer diario, como si nada hubiese pasado.

Desde las filas chavistas se hace un llamado urgente a retomar la discusión sobre lo imprescindible del liderazgo de Hugo Chávez, y el error que esto representa para el socialismo bolivariano, habida cuenta que un proceso socialista no puede depender permanentemente de un hombre, si realmente queremos hablar de un proyecto a media y largo plazo.

Lo cierto es que cada vez que el Presidente presenta algún inconveniente de salud, la revolución tambalea porque siente la posibilidad de quedarse huérfana, y para un proyecto revolucionario eso es un fatal error, señala Reinaldo Iturriza.

Para los habituales especuladores políticos, endógenos y exógenos, la reaparición del cáncer plantea dos interrogantes: Quién se quedará con el poder del proyecto chavista –donde la Fuerza Armada aparece como el fiel de la balanza- y quien llenará el vacío estratégico en el pensamiento y praxis política que dejaría la probable incapacitación de Chávez.

Chávez, el informador, y el vacío de poder

El gobierno se prepara para afrontar cualquier adversidad, lo que incluye un “grupo comando” que responderá ante eventualidades (y tratará de evitar filtraciones sobre la salud presidencial), el que estará a cargo de la ministra de la Secretaría de la Presidencia, Erika Farías.

Mientras, el nombramiento del comando (electoral) Batalla de Carabobo evidencia que no dejará que la oposición avance mientras Chávez esté fuera de combate. La responsabilidad recayó en el alcalde caraqueño Jorge Rodríguez que, por su experiencia como presidente del Consejo Nacional Electoral será clave para montar la estructura electoral para el 7 de octubre.

Mientras sectores de la oposición –quizá tratando de crear riñas internas en el PSUV- insisten ante el Tribunal Supremo de Justicia para que se integre una junta médica que evalúe el estado de salud del Presidente y determine si está en facultades para gobernar, intentando adelantar las elecciones en 90 días, Chávez no delegó el mando, negando cualquier tesis de vacío de poder.

En la línea constitucional de sucesión están el vicepresidente Elías Jaua y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, aunque en el listado de los especuladores figuran Adán Chávez (hermano mayor del mandatario), el aún canciller Nicolás Maduro, el ministro de Energía Rafael Ramírez, el contralmirante retirado Orlando Maniglia y la misma hija del presidente, María Gabriela Chávez.

“Desmiento que tenga metástasis o que ya me esté muriendo”, dijo el líder venezolano, al anunciar que debía ser operado nuevamente en la Habana, con los mismos médicos que lo habían operado en julio pasado y luego tratado con quimioterapia, desechando la invitación de Dilma Rousseff y Lula da Silva para ser tratado en el Hospital Sirio Libanés de Sao Paulo, donde fueron atendidos ambos y el presidente paraguayo Fernando Lugo.

El propio Chávez informó que en las próximas semanas no se le volvería a ver con el mismo ritmo, porque además no se sabe si la lesión va a ser cancerígena, lo que considera probable por haber aparecido en el mismo lugar del tumor anterior y en ese caso necesitaría otra vez radioterapia.

Tras informar –en un programa de la televisión oficial- las principales orientaciones y los elementos centrales para la campaña (poner en marcha el segundo Plan Socialista de la Nación, atender el desarrollo de la ALBA, continuar con la organización política del PSUV y el GPP), e hizo un llamado de alerta, frente a una oposición que siempre tiene una agenda oculta, planes conspirativos, sin escrúpulos y que no desperdiciará oportunidad para generar violencia. Dejó a todos movilizados.

El escenario no es el mismo de hace apenas tres semanas. En Venezuela, cambia, todo cambia. ¿O nada cambia?

por: Aram Aharonian, periodista y docente uruguayo-venezolano, director de la revista Question, fundador de Telesur, director del Observatorio Latinoamericano en Comunicación y Democracia (ULAC).

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