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Volviendo a vivir

Cuando se escribe desde la práctica es como volver a vivir. Volvemos a pasar por el corazón y por nuestra mente aquello por lo que ayer latimos, pero esta vez desde la distancia suficiente como para meditar, reflexionar y promover la reflexión en otros y otras, una manera de estar bien cerca de aquello, aquellos y aquellas que dan sentido a lo que pensamos y hacemos. Entonces, inevitablemente un torrente de palabras llenas nos habita y no se puede hacer otra cosa que decirlas. Renace así, desde la práctica, la teoría.

Más de una persona, que no participó en el Tercer Encuentro Latinoamericano de Educación Popular Ambiental, realizado y coordinado recientemente por sus fundadores y fundadoras del Centro para la Educación y Promoción del Desarrollo Sostenible (CEPRODESO), en Pinar del Río, se me acercaron para preguntarme “¿Quiénes fueron los conferencistas?”, “¿Qué personalidades en el tema ambiental participaron?”.

Sin dudas, estas preguntas acompañaron mis reflexiones sobre el encuentro vivido y motivaron aún más la necesidad de darle rienda suelta a mis palabras llenas de debates, confrontaciones, polémicas, redescubrimientos, dolores y alegrías que tuvieron lugar entre algo más de 70 personas que nos dimos cita y que nos sentimos involucradas durante tres días en la tarea de construir, desde nuestras individualidades, un saber colectivo preñado de valores, principios, concepciones, intenciones en torno a nuestras prácticas de educación popular ambiental.

Son comprensibles las preguntas que me hicieron, ellas responden a la modalidad de evento o encuentro en las que usualmente participamos. No es de extrañar entonces que para muchos y muchas al escuchar hablar de “Encuentro Latinoamericano” y de la temática “ambiental” les resulte difícil entender que tal encuentro no haya contado con conferencias magistrales, paneles invadidos por una academia que le gusta ser escuchada, una exhibición de “poster” decorados con técnicas de avanzada y que en cambio el encuentro se haya desarrollado a través de una masiva y organizada conversación entre quienes en sus comunidades rurales y urbanas, en sus instituciones y organizaciones, como educadores, comunicadores, líderes formales e informales contribuyen a la educación popular ambiental.

Sí, la academia estuvo presente, promoviendo el diálogo, cuestionándonos sobre las maneras en que percibimos y concebimos la labor educativa ambiental, las maneras en que la hacemos y para qué la hacemos, con qué intenciones y sentidos, qué tiene que ver lo que hacemos con la historia construida y vivida por otros y otras en nuestra región latinoamericana y en Cuba.

No es nueva esta manera de actuar la academia, es usual encontrarla en aquellos espacios donde se considera que saber más es una meta a alcanzar desde y con el otro y la otra, para uno y el otro y la otra que también saben. Espacios en los que se tiene conciencia de que el saber es totalmente improductivo, banal e infecundo si se utiliza para alimentar el ego personal con un discurso o alcanzar la categoría que nos distingue, sin lograr que ese saber nazca de nuestras experiencias colectivas, históricas y contextuales de vida y que regrese a ellas, como saber transformado, para transformar y enriquecer cualitativamente el aquí y ahora socio-natural que compartimos.

Coherente con la educación popular ambiental, la palabra encuentro se llenó esta vez de realidad. El encuentro de saberes, de experiencias de vida, de culturas, fue, mediante el diálogo, un espacio de reafirmación y promoción de la condición de sujeto de cada participante independientemente de los niveles académicos. Fue un espacio de construcción de compromisos y conciencia colectiva que cada cual tiene el reto de llevar a su práctica cotidiana.

Quizás en próximos encuentros otras y más conocidas personalidades del mundo académico en la temática ambiental asistan a nuestra sede pinareña, pero sin lugar a dudas, después de la concepción y práctica de trabajo compartida en este tercer encuentro me atrevo a afirmar que serán otras individualidades más dentro del sujeto colectivo que todos y todas somos. Lo esencial no está en la figura, en el conocimiento acumulado de esa personalidad individual que asista al encuentro, sino en la intersubjetividad, en el saber colectivo que se construya en función de lo que hacemos, de nuestras prácticas por transformar.

Precisamente, haciendo referencia a lo individual y lo colectivo en las maneras de trabajar la formación ambiental, vuelve a mí una pregunta que ha sido fuente de análisis en otras ocasiones pero que toma vigencia desde cada página del encuentro vivida ¿cómo ir más allá de la construcción de una conciencia y actitud ambiental individual y generar una conciencia colectiva que fundamente una actitud de corresponsabilidad, cooperativismo, complementación, soberanía y solidaridad ambiental?

Las lógicas del espacio compartido evidenciaron la importancia de contribuir a la construcción de una actitud ambiental, ecológica, a partir del autocuestionamiento y la toma de conciencia sobre la necesidad de transformarnos como educadores y educadoras, gestores, comunicadoras y comunicadores ambientales, como sujetos biosicosociales, en el plano individual: afectivo, corporal, conductual, intelectual, transformar las maneras en que percibimos todos los elementos culturales, económicos, políticos, sociales, naturales del medio ambiente, y las maneras de actuar y conducirnos en él.

Pero inseparablemente ligado a lo anterior, de manera intrínseca a esa transformación individual, el encuentro también nos exhortaba a considerar que las transformaciones individuales no pueden ser sin generar la transformación en el otro o la otra, sin generarse con el otro o la otra en los grupos sociales en que nos insertamos.

Se trata de construir desde la “otredad” un tejido social, una red de individuos con conciencia ecológica crítica, sistémica, en la que sus partes o individualidades se relacionen, se incidan estructural y funcionalmente. Una red que trabaje desde la intencionalidad de solucionar problemáticas locales con un pensamiento global que implica el cuestionamiento y la crítica del modelo de “desarrollo” industrial capitalista y la cultura de dominación patriarcal, enraizados en las herencias culturales de todas nuestras sociedades.

El Tercer Encuentro Latinoamericano de Educación Popular Ambiental alimentó dicha red. Mantenernos construyendo juntos y juntas más allá del encuentro es nuestro reto ¿Qué hacemos como red de educadores y educadoras populares ambientales entre un encuentro y otro? ¿Qué educación popular ambiental hacemos desde esa red?

Un sentido común redescubro tomando cuerpo y definición en los debates, los trabajos en equipos, subplenarias y plenarias, me refiero a la noción de que la educación popular ambiental que compartimos es una concepción político pedagógica orientada hacia:

– la construcción colectiva de valores de solidaridad, cooperación, justicia, equidad, que promuevan actitudes desde la individualidad y diversidad identitarias que portamos, capaces de llevar a cabo acciones de colaboración en la construcción de una ética de la sostenibilidad

– el desarrollo de un pensamiento sistémico, integrador de la realidad socio- natural, crítico y transformador de patrones tecnológicos, económicos y sociales que reproducen el paradigma de desarrollo industrialista, consumista, capitalista, y la cultura de dominación patriarcal. Un pensamiento crítico de la fragmentación, la segmentación, el determinismo y racionalidad de los cánones del sistema global de conocimientos y de las ciencias en general, para asumir la necesaria integralidad y cosmología del saber ambiental (sistema biológico y social)

– el desarrollo de capacidades de autogestión grupal, comunitaria, colectiva, participativa por la diversidad y la sustentabilidad ambiental de nuestras localidades, territorios, paisajes.

El encuentro me evidenció, desde su coherencia entre objetivos, procedimientos, medios, contenidos, la vitalidad de una tendencia de la pedagogía ambiental que se opone a aquella que trabaja axiológicamente (tanto por vías formales, como no formales) el comportamiento individual basado en la toma de medidas paliativas, tecnocráticas, remediales dentro de la cadena de causa y efectos ambientales en que estamos implicados, que estimula la vida de ciudadano y ciudadana individual “con culpas ecológicas”

¿Qué relación tiene este tipo de educación ambiental con las acciones que hoy recorren el mundo bajo la bandera de medidas ecológicas tales como la carrera por los biocombustibles para no dañar la capa de ozono; las plantaciones de eucaliptos en las sabanas sur americanas como captores de CO2; la distribución de turnos en la semana para circular con su coche con el objetivo de disminuir el smog en las ciudades; y otras?

Según lo compartido en el encuentro sí sabemos que esa educación ambiental centrada en el conservacionismo, con productos comunicativos de calidad indiscutible pero que promueven sólo una parte de nuestra responsabilidad ambiental de protección hacia la naturaleza, y una determinada manera de protegerla, que nos hace partícipes de un sinnúmero de juegos que mutilan y fragmentan nuestra percepción ambiental, es funcional a la ecología construida desde el primer mundo depredador de nuestras sociedades y ecosistemas, una visión ecológica tras la cual esconden y continúan defendiendo los grandes intereses económicos de sus transnacionales y la crisis de su capitalismo decadente.

Vuelvo una vez más a revivir el III Encuentro Latinoamericano de Educación Popular Ambiental en Pinar de Río y volveré una y otra vez para sentirme parte de la búsqueda continua de la esencia en lo que siempre está cambiando; de la lucha contra el conformismo por lo dado y el éxito por lo acabado; y para continuar aprendiendo a asumir en mi rol como educador popular ambiental –que de pronto es de educando– el carácter implicativo de una ecología que quiere explicarse la relación entre sociedad, política, economía, cultura y naturaleza como un todo y no la suma fragmentada de partes.

Vuelvo a revivir este encuentro y volveré para sentirme que contribuyo a construir un capital humano, dentro del que me cuento, capaz de hacer que los vínculos entre las dimensiones ambientales mencionadas se transformen en relaciones más justas, equitativas y sostenibles.

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