Y me ha gustado eso. Graduarse de Buena persona, de buen ser humano, de persona honesta, civilizada y altruista. Cuánta gente no nos encontramos en la vida diaria que son licenciados, tienen uno o dos másteres y a veces hasta un doctorado en cualquier rama del saber… pero miren que contrariedad… no se han graduado de Buenas personas.
A veces, en tertulias y conversaciones de amigos me gusta recordar aquello que dijo Eduardo Galeano:…¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible: el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones; en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros; la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor; el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas; la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar… Se trata no más de tener derecho al delirio y soñar dígase en grande o en pequeño pues finalmente la riqueza espiritual no se puede medir y mucho menos comprar.
No imagino un mundo en que se pueda llegar al mercado y pedir tres kilogramos de alegría, cinco metros de libros, dos pedazos de ternura. Aunque no falta el que cree que la verdadera felicidad está en tener muchos kilogramos de objetos, muchos metros de algo o pedazos de cosas que no van a durar la eternidad.
Tuve un regocijo interior al levantarme el jueves pasado y ver una ciudad inundada de un amarillo inusitado. Niños, muchachas, ancianos, bicicletas, taxis y árboles. Se comenzaba a mover una mística que nació de una canción, un poema, un reclamo. Un breve gesto de lo que en realidad podemos llamar Buena persona.
Vuelvo a Eduardo Galeano cuando dice: …se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega; en ningún país irán presos los muchachos que se niegan a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo; los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas; los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos; los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas… Es el derecho al delirio, a la dulce locura de dos o simplemente la locura de amar al prójimo como a uno mismo.
Debemos tener derecho a la quimera aunque alguien nos repite al oído que el futuro dura mucho tiempo. Podemos pensar en convertirnos en buenos maestros, excelentes jardineros, grandes profesores universitarios, cocineros de alta cocina, pero si en esa universidad de la vida que es nuestro andar por el mundo no nos graduamos de buenas personas seremos malos jardineros, torpes profesores o cocineros de muy mala calidad.
A mi me gustaría graduarme de Buena persona. ¿Y usted?