Una nueva oportunidad se abre para arribar a una solución dialogada al conflicto armado, político, económico y social que por casi 60 años vive Colombia. La Habana sirve de escenario a la Mesa de Conversaciones entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP). El cuarto proceso de diálogo podría desembocar en la aprobación de la agenda que fijaría los puntales para una paz estable y duradera. Los anteriores intentos forman parte de la historia que, según afirma la guerrilla en entrevista con Caminos, no debería repetirse. Durante la gestión de Belisario Betancour, entre 1984 y 1987, operaciones como El baile rojo contra la Unión Patriótica (partido legal creado por la insurgencia, el Partido Comunista y otros sectores populares), frustraron las negociaciones. En 1991, con el presidente César Gaviria, estas lograron sostenerse por solo un año. Asimismo sucedió con los pactos del Caguán, establecidos con Andrés Pastrana en 1999 y que finalmente naufragaron tres años más tarde.
Sin embargo, en esta ocasión, el tema de la participación social ha tomado cada vez más preeminencia, lo que podría impulsar las conversaciones a puerto seguro. Para Marco Calarcá, integrante de la delegación de las FARC a la Mesa, “la participación popular dota a estos diálogos de mayor legitimidad. El pueblo es el constituyente primario, y el que ha padecido las consecuencias del conflicto, por tanto tiene que definir y suscribir los acuerdos.”
En una rápida hojeada a los documentos derivados de este proceso, la guerrilla ha sido enfática en cuanto al protagonismo popular. Uno de los máximos dirigentes de las FARC, Iván Márquez, en su discurso en Oslo, Noruega, donde tuvo lugar la antesala de la Mesa, exhortó a los diferentes sectores sociales a acompañar las conversaciones y a integrarse tanto a las iniciativas convocadas desde La Habana, entre ellas, el Foro sobre Política de Desarrollo Integral Agrario, que se celebró entre el 17, 18 y 19 de diciembre, como a las que emergieran de la creatividad popular y los actores sociales organizados. Los comunicados recientes han insistido en la movilización en las diferentes regiones del país.
Calarcá, al igual que Diana Grajales y Emiro Gómez, miembros de la guerrilla y delegados de paz, quienes también intervinieron en la entrevista con esta publicación, coincidieron en que el fortalecimiento de la organización popular en Colombia y los cambios en el mapa político de América Latina conforman un contexto distinto, que podrían favorecer estos diálogos:
Marco: “Nosotros pensamos que en este proceso hay posibilidades de llegar a acuerdos. Desde que se firmó en La Uribe, en 1984, el primer pacto, y pasando luego por Caracas, Tlaxcala y el Caguán, hemos estado comprometidos con una solución al conflicto y condiciones diferentes para Colombia. No hemos traicionado nunca los diálogos, siempre ha sido el gobierno, el estado colombiano que no ha sostenido una política de paz. Durante el Caguán, lo dice el propio Pastrana en su libro (se refiere a la Palabra bajo el fuego), ante la debilidad que tenían para enfrentar a la guerrilla decidieron enrolarse en un proceso de paz, pero apenas le aprobaron el Plan Colombia empezaron a retroceder en los compromisos. El proceso les sirvió para la reingeniería militar, con el apoyo y las directrices de Estados Unidos.
“Ahora vemos condiciones objetivas y positivas para lograr un acuerdo, principalmente, a partir de la influencia benéfica de los procesos en Nuestra América, como el de Venezuela, Argentina, Uruguay, Ecuador, Bolivia, Brasil. No hay el ambiente guerrerista de otras etapas. También existe un movimiento social fuerte, que no depende de este proceso, sino que, al contrario, está exigiéndole a la Mesa resultados, y eso nos parece importante para avanzar.
“Agotado el neoliberalismo, la clase dominante colombiana deberá pensar en otro tipo de camino, porque además fracasaron en la guerra, y esto incluye no solo a los militares colombianos, sino a los gringos. Ya no tienen nada más que inventar, han implementado todo lo que ahora anuncian como nuevo: la parafernalia para la inteligencia, por ejemplo, y no han logrado acabar con la guerrilla. Una de las evidencias de ese fracaso es esta propia Mesa.
“En estas condiciones es posible adelantar, aunque nosotros siempre hemos emprendido los procesos de paz con la fe del carbonero, es decir, con voluntad y sacrificio. Lo expresamos con el cese unilateral del fuego. Además, hoy son 30 integrantes de la delegación de las FARC que participan en los diálogos; 30 unidades que tenían planes en todo el país, estaban construyendo para la organización en varios ámbitos y ahora se dedican a la paz. En los diferentes bloques habrá cada vez más dedicación a este proceso.”
P: ¿Cómo influye en los diálogos ese escenario que mencionan de movilización y organización popular, en el que convergen iniciativas previas en la búsqueda de la paz con otras generadas a raíz de las conversaciones, y al que pertenece también el surgimiento de amplias plataformas de sectores populares, como Marcha Patriótica y el Congreso de los Pueblos para la actuación política y social?
Emiro: “En Colombia se ha venido dando una dinámica novedosa en estos últimos años a través de las organizaciones sociales. Han habido varias con el mismo objetivo de lucha, con similares reivindicaciones, pero muy distanciadas entre sí. En los últimos cinco años, sin embargo, es visible un trabajo de coordinación entre organizaciones campesinas, estudiantiles, de mujeres, afrodescendientes, indígenas, sindicales. Hay una tenaz situación económica, política, social en el país y es lo que ha llevado a muchos a participar. Esto, al mismo tiempo indica que nuestra lucha está justificada y esa realidad nos mantiene firmes.”
Marco: “Sin embargo, quiero enfocar el análisis por otro lado. Es cierto, hay una crisis mundial, la gente pelea por sus derechos. Pero en el resto de América Latina, movimientos como estos surgieron hace diez años. Algunos teóricos afirman que la existencia de la guerrilla limita, mata el movimiento social, y para mí la afirmación se convierte en una pérfida excusa que termina justificando el militarismo. En Colombia, hay que tener en cuenta que el pueblo viene de dos décadas de exterminio, decapitaron a toda una generación de luchadores sociales, asesinaron a más de 5 000 dirigentes sociales, lo cual deja efectos en la gente: están los miedos, los que tuvieron que irse, muchos al interior del país. Son casi 5 millones de desplazados por el conflicto, y eso es una forma de acabar con el movimiento social. La situación se vierte en la desaparición casi por completo de la lucha durante esas dos décadas. La única fuerza que se mantuvo fue la guerrilla por la necesidad de luchar y a la vez la imposibilidad del enemigo de derrotarla.
“En los últimos cinco años empieza a florecer esta organización popular y se presentan esas dos plataformas, Marcha Patriótica y el Congreso de los Pueblos, pero además están la Minga Indígena, la Coordinadora de Movimientos Sociales de Colombia, toda una serie de articulaciones que muchas tienen una agenda política, aunque no dejan de ser organización social. Luchan por los derechos, por los salarios, por mejores condiciones de trabajo, contra el neoliberalismo. En Colombia, donde la participación política se ve reducida al sucio escenario electoral, estos movimientos tienen gran importancia aunque no se conciban como partido. Para nosotros como FARC es vital que ese movimiento social siga el camino de unidad porque fortalece la capacidad de la lucha y su impacto y pone al pueblo a la vanguardia. Nosotros somos parte, pero son todos esos sectores juntos los que harán las acciones definitorias del cambio y la liberación.”
P:En ese sentido, ¿qué significado tiene para la guerrilla la participación popular en estos diálogos de paz?
Diana: “Para nosotros es fundamental la participación del pueblo, pues no sería legítimo que no fuera parte de algo que está ligado a sus vidas. Es el factor constituyente más importante para apostarle al camino hacia la paz. Nosotros no concebimos la Mesa sin participación popular.”
E: “El factor social en la lucha armada siempre ha tenido importancia y en estos momentos en que la organización lleva a cabo unos diálogos no puede hacerlo a espaldas del pueblo que ha sufrido las mayores consecuencias de la violencia. El proceso de paz pasa por la ratificación del pueblo. Se llegará a algunos acuerdos en la Mesa, pero el definitivo lo hará el pueblo.”
M: “La participación social es vital. En el anuncio que hizo el camarada Timoleón fue muy claro cuando dijo que la llave de la paz no la tiene el gobierno, tampoco la comandancia de las FARC, sino el pueblo. En el acuerdo general que firmamos después del encuentro exploratorio, hay un preámbulo donde explícitamente se insiste en la participación de todos y todas, en la necesaria vinculación de la sociedad colombiana, incluso, se plantea la interlocución con la comunidad internacional y los organismos multilaterales, y toda la agenda que es parte de ese acuerdo nosotros la vemos desde la óptica de integración de la sociedad que le da la introducción.”
P: La instalación de la Mesa fue postergada para el 19 de noviembre con el propósito, según se difundió, de afinar mecanismos para la participación popular. ¿Cuáles son esos instrumentos?
M: “En las declaraciones se mencionan esos mecanismos. La Mesa ha solicitado a las alcaldías y gobernaciones abrir unos espacios que permitan incentivar la participación ciudadana. Se denominan Participemos en La Mesa. Para ello, se han entregado formularios, y se ha puesto a funcionar el correo postal.
“Está disponible una página web (www.mesadeconversaciones.com.co), administrada por las dos partes, el gobierno y las FARC-EP. Además están los eventos como el realizado en Bogotá, Colombia, el 17, 18 y 19 de diciembre que patrocinó la Mesa, digamos, y que contó con la participación de unas 1300 personas en representación de más de 500 organizaciones de todo el país, donde salieron valiosas propuestas como insumos para la discusión en La Habana; las conclusiones y relatorías serán entregadas a La Mesa el 8 de enero de 2013 por los encargados de la organización del evento. Teniendo en cuenta el contexto antidemocrático del país y la judicialización a la que se pueden ver sometidos determinados actores si son tildados de pertenecer o mantener vínculos con la guerrilla, la ONU y el Centro de Pensamiento para el seguimiento de la paz de la Universidad Nacional tuvieron la misión de organizar este intercambio.
“Por su valor para las discusiones en la Mesa, es importante que lleguen a los debates movimientos sociales, entre ellos, los pertenecientes a Vía Campesina.
“Además, como se refleja en el acuerdo general, la Mesa contó con la presencia física de cuatro organizaciones, dos en representación de cada parte para que sustentaran sus posiciones en relación con el punto uno y, por las mismas razones mencionadas, estuvo la Universidad Nacional.”
“Están otras iniciativas como las mesas regionales impulsadas por la Comisión de paz del Congreso. Los congresistas han dicho que no es una propuesta del gobierno, ni siquiera del Congreso. Es una iniciativa de las Comisiones de paz del Congreso. También nos comprometimos a recibirles las conclusiones como insumo para la discusión. Fueron entregadas a las embajadas de Cuba y Noruega para que las trajeran a la Mesa. El gobierno escasamente quiere cumplir con las iniciativas del acuerdo, no están interesados en la participación popular.
“Pero además hay un compromiso de hacer unos informes periódicos, para que la gente sepa qué está haciendo la Mesa. Acordamos que las discusiones no sean públicas, pero también que la Mesa debe ser transparente con los informes periódicos y no se ha hecho ni siquiera el primero. Hemos sacado comunicados conjuntos con informaciones, pero hasta ahora no hay un balance para explicarle al pueblo por dónde vamos. Nos valemos de los medios de comunicación para eso, pero los medios no son imparciales, no son objetivos, los medios defienden los intereses de sus dueños, entonces tenemos que buscarnos mecanismos para que el informe de la Mesa llegue a la gente, o sea, lo que quiero significar es que la comunicación que necesitamos establecer es de doble vía: no solamente que nosotros escuchemos la voz del pueblo, sino que este escuche lo que hacemos para que tenga la posibilidad de definir por dónde ir, de orientar los diálogos porque ahí lo que se define es la suerte del pueblo.”
P: Entre las iniciativas populares de mayor amplitud y convergencia se encuentra la Ruta social común para la paz, a la que llegan movimientos y organizaciones sociales, indígenas, afrodescendientes, campesinas, eclesiales, de mujeres, de derechos humanos, estudiantiles. ¿Cómo conciben la presencia en la Mesa de diálogos de los debates de esta plataforma?
M:“Sí, se ha formado esa plataforma, y la fuerza real que alcance será a través de las movilizaciones que pueda generar. Acaba de terminar el Encuentro de pueblos construyendo paz, como parte de la Ruta social común. La idea que nosotros tenemos como FARC es que todo eso tiene que reflejarse en la Mesa. Nosotros nos comprometemos a defenderlas también como propuestas nuestras porque es lo que quiere la gente y en la discusión miraremos cómo las sacaremos adelante.”
P: En sus discusiones muchos sectores populares rescatan la aspiración de una Asamblea Constituyente. ¿Cuál es la posición de las FARC con respecto a este tema y cuanto podían los diálogos influir en el encaminamiento de un proceso constituyente?
M: “Es cierto que hay muchos que quieren una Asamblea Constituyente y no solo son los sectores populares, aquí se presentan varias razones y cada quien defiende una posición en torno al tema. Uribe aspira a una asamblea constituyente para poder cambiar la Constitución y dejar abierta la posibilidad de la reelección. Nosotros decimos que debe haber una asamblea que legalice, refrende y legisle sobre los acuerdos de la Mesa, y para que no haya posibilidad de traición es la forma más clara en la que el pueblo puede expresarse que, como decíamos, es el constituyente primario.”
P: ¿Las elecciones en Colombia podrían dejar varados los diálogos?
M: “Las elecciones, parece, podrían influir en los tiempos del proceso de paz, hasta el próximo noviembre. Si se aspira a la reelección, de pronto el proceso puede perder visibilidad. Pero para nosotros, más que las elecciones, lo que importa es este proceso de paz, su refrendación y el tema de la participación política, que tiene que resolver la presencia de la guerrilla en el escenario político de Colombia.
“A nosotros, frente a las políticas del terror oficial emanadas de la Casa Blanca y seguidas por la Casa de Nariño, no nos quedó otra posibilidad que la lucha armada. Tenemos nuestra organización política que se llama Partido Comunista Clandestino Colombiano. Todos los guerrilleros farianos somos de ese partido y cada escuadra que es la estructura básica de las FARC-EP es una célula política. Nosotros no necesitamos otro partido, aunque sí alianzas políticas. Habrá que leer el contexto para ver si entonces necesitaríamos una nueva organización política, un nuevo partido.
“Tenemos clara cuál es la cuestión, la experiencia de la Unión Patriótica fue nefasta, dolorosa para el pueblo colombiano y eso no puede repetirse. A raíz de esa experiencia todas las estructuras organizativas de las FARC-EP además de la guerrilla, la milicia, y el partido clandestino, el movimiento boliviariano, continúan trabajando, para seguir haciendo política. Supongamos, soñemos bonito y digamos que logramos construir la paz sobre la base de unos acuerdos justos y unos compromisos serios, y caminamos hacia la solución de los problemas de la gente, hacia bases firmes de transformaciones para una Colombia donde brille la justicia, el bienestar social, la igualdad, la dignidad. Si estamos en ese sueño bonito, pues allá estaremos construyendo, seguro que con varios movimientos de esos nuevos que han surgido en el país y que se integran hoy a la Ruta social común por la paz. Sin dudas, allí estaremos…”
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