Por Lissy Villar Muñoz
“Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”. Esta fue la frase de Julio Cortázar que apareció ante mi mirada cansada, sin embargo, recordé que aún con un contexto complejo existe el pan y la miel.
Esa miel que nos endulza la vida, que como la esperanza rueda por las rendijas para derramarse, y recorrer esos espacios. Ese pan que nos sustenta.
Y con esos elementos comenzó un recorrido. Esta semana se combina miel, pan y esperanza en la octava edición del taller de Diaconía, que tiene lugar en el Centro Martin Luther King, coordinada, en conjunto con el Seminario Teológico de Matanzas y el Consejo de Iglesias de Cuba.
Diaconía en la primitiva iglesia cristiana era el término utilizado para denominar un hospicio u hospital establecido para asistir a los pobres y a los enfermos. Hoy la esencia se reconfigura y las energías se concentran en no solo atender los problemas de la comunidad, sino que la comunidad sea protagonista de su propia existencia (transformación).
¿Cómo poner en común estos saberes, alentando la esperanza y la concreción de la vida?
Compartir herramientas para el trabajo comunitario, desde la concepción y metodología de la educación popular, para el enriquecimiento y transformación de nuestras labores diaconales en el contexto cubano actual, es el objetivo que se ha propuesto este taller.
Para transformar las labores diaconales, las y los participantes del espacio han sistematizado contenidos que profundizan acerca de la comunidad y lo que representa el trabajo comunitario, y cómo la educación popular puede encaminar dicho proceso.
De igual manera la comunicación popular es fundamental para ese sueño-tarea, al igual que una de las bases que sustenta la educación popular: desmontar relaciones de poder y esas estructuras que se dan en la familia, el trabajo y la iglesia.
Valores, derechos, dignidad, reino de Dios, ecumenismo son algunas de las palabras guías de estos días: el rescate de la construcción de ciudadanía, la justicia, la horizontalidad y la metodología de la educación popular para la diaconía emancipadora.
Sobre la apropiación y conexión de símbolos Yordanys Martínez Dávalos, quien integra la coordinación de la escuela desde el CMLK comentó algunas de sus impresiones.
“Buscar símbolos que te den fuerza para seguir. Esa necesidad que existe de acompañar, de estar con la gente que lo necesita. Llevar ese alimento. Tanto el pan real como desde la espiritualidad que también hace falta y alimenta. Las y los participantes, provenientes de diferentes denominaciones cristianas, están gestando su sueño para hacerlo realidad. Hay personas que no están acá; pero los y las integrantes del grupo siguen siendo ese pan y esa miel para aquellas personas: esa miel que cura y todas esas herramientas para que quienes están físicamente lejos puedan estar más cerca. La escuela es esa miel que cura, que sana”.
“Es una propuesta más holística, que te brinda herramientas para que exista una transformación desde la persona que va a ejercer la diaconía hasta la comunidad. Estos elementos están sustentados desde los fundamentos bíblicos y teológicos y el entendimiento sobre qué es el sujeto diaconal. Permite una vinculación con el proceso; no es solo la persona que lleva el proyecto a los más necesitados, sino que en el sueño que esa persona quiere llevar a otros participe y sean parte esos otros”.
La escuela tiene la particularidad de que la conforman cuatro semanas de trabajo al año, y está destinada otra para la presentación del proyecto final.
Sobre ¿cómo dialoga la escuela con el contexto cubano actual?, Yordanys nos cuenta.
“Ha sido complejo el escenario, pero lejos de ser un freno que imposibilitara el trabajo o los sueños ha sido como un medio para que visualicen otras maneras de hacer diaconía que hasta ahora no habían contemplado. En los primeros momentos del taller el grupo también dialoga con una persona que realiza un análisis de contexto. Y eso nutre”.