Creo en la divinidad, en su dulzura de madre, y en su astucia eterna para sortear los privilegios de dioses masculinos.
Creo en el gran útero que ha poblado el mundo de cantos y oraciones.
Creo en la mística que esconden las manos cansadas del cuidado a otres. Creo en la Diosa que inspira soplo de dignidad en cada uno de los actos cotidianos. Creo en los ojos que despiertan las cenizas, los huesos y hasta el cansancio. Creo en el cuerpo disidente, obra oh Ruâh, de tus manos.
Creo en la divinidad, hecha mujer, que quiere liberarse de tantas cadenas e imposiciones, que desea sacudirse el polvo de los viejos credos y romper las estructuras de las formas y los dogmas para volver a ser un verbo danzante en el paraíso.
Creo en la diosa que danza, ilumina con luz propia y que se cansa, se renueva, vive, sonríe y también llora.
Creo en la dulzura y la fuerza, la bondad y la terquedad, la ternura y el grito que te habitan, oh Divinidad, y que te hace visible en las sonrisas de una niña, el rostro curtido por el Sol de una mujer en los tacones y las botas de mi hermana.
Creo en Dios madre, con mucha paciencia y amor para acompañarme en el camino de la vida.
Creo en el soplo divino que recibimos las mujeres para convertirnos en rostro de Dios.
Creo en esa fuerza creadora que inspira y alienta cada mañana, cual mujer que se alza al despuntar el alba para hacer nacer un nuevo día.
Creo en ese Dios que es ternura y rectitud, justicia, misericordia, respeto, comunión; todo en la justa medida cual madre que vela por no dejar desprotegidos a ningunx de sus hijxs.
Creo en la divina bendición de aquellas que se atreven a subvertir, que no hacen silencio, que profetizan en tiempos de injusticia. Creo en las bienaventuradas que viven dando vida, aquellas que reivindican la cruz y devuelven la esperanza.
Creo en las niñas que nacen más libres ahora porque tuvieron abuelas y madres y ancestral que le abrieron el camino hacia mayores cuotas de igualdad y justicia.
Creo en la diversidad de vivir como mujeres y ser muchas y a la vez una en la sororidad, el amor, el cuidado, la fraternura y la resiliencia para soportar las cargas sin dejar de luchar por lo que queremos.
Creo en nosotras irremediablemente como diosa madre que nos sostiene y nos hace sentirnos vivas y juntas en comunión.
Creo en la Diosa que llora, siente, sufre, lamenta, se entristece y nos sacraliza. Creo en ella, que se levanta, anima, sueña, lucha y se hace rostro y ternura cotidiana en mis amigas, en la mujer amada y en la Patria.
[Este Credo fue escrito de forma colectiva por el equipo de teólogas y teólogos del Centro Memorial “Martin Luther King”]