Sayonara Tamayo es una de esas personas que sorprende. La prisa semeja un tatuaje en su piel. Debe ser que es periodista, vive y trabaja en Gibara, uno de esos sitios de la geografía cubana que cuando una conoce, termina amando entrañablemente. Ella es además educadora y comunicadora popular y coordina un grupo de Formación en Educación Popular Acompañada a Distancia (FEPAD). Como parte de esta experiencia, junto a otras cubanas y cubanos de la Red de educadoras y educadores y la Plataforma ecuménica, participó recientemente en un intercambio con organizaciones, redes y movimientos de América Latina, organizado por el Centro Memorial Martin Luther King (CMMLK).
Con ella conversamos, arrancándole tiempo a las devoluciones del taller, al cansancio, a las miles de horas de transcripciones de audio e imagen que tiene que hacer cuando regrese a Gibara y a la merienda que esa noche no llegó a alcanzar…
El intercambio acaba o recién empieza…
Acaba de finalizar pero a la vez empieza como proceso porque ahora tendremos ocasión de profundizar, después de un tiempo de acercamiento y observación, a las experiencias de lucha de base y de construcción del poder popular en diferentes países de América Latina. En el caso de Laydis y yo, que visitamos Venezuela, pudimos recorrer cinco Estados: Yaracuí, Portuguesa, Barinas, Lara, donde permanecimos más tiempo, y el Distrito Federal de Caracas.
Conocer cómo transcurre el proceso de construcción del poder popular en las comunas —una nueva experiencia que ha comenzado a implementarse en todo el país pero que viene de la tradición de lucha del movimiento y las bases del pueblo venezolano—, fue muy enriquecedor, sobre todo por lo que puede aportarle a Cuba para fortalecer la autogestión en los niveles de base.
Es cierto que en la Isla contamos con una sólida preparación y cultura política sustentadas en los sentidos de lo que hacemos pero no tiene un anclaje tan profundo como el que pudimos apreciar en varias de las organizaciones populares y movimientos pues estos parten de una rica y diversa tradición de autogestión, protagonismo y participación activa. Esos son los casos del Movimiento de Pobladores, la Corriente Bolívar y Zamora, el movimiento cooperativista en sus diferentes variantes, la Asociación Nacional de Medios Comunitarios Libres y Alternativos (AMCLA) que nos estuvo acompañando durante nuestro recorrido.
¿Cómo caracterizas el proceso de construcción del poder popular en Venezuela?
Tiene diversos matices y está lleno de riquezas. Una de ellas es la tradición de lucha que acompaña al pueblo venezolano, fuertemente impulsada por la vía gubernamental e institucional. Algo que notamos es hasta dónde se pierden las fronteras entre la tradición popular y lo institucional y hasta dónde se deja que persistan esas fronteras que, por momentos, llegan a mezclarse con la tradición de lucha. En este sentido, nos ha parecido bien interesante ver cómo se produce el proceso, también marcado por el hacer de una generación joven que impulsa este trabajo en el país, entrecruzada con personas mayores que llevan veinte o treinta años tratando de construir y fortalecer el poder popular.
Desde esas perspectivas es una propuesta válida, esperanzadora pero que tiene que ir madurando poco a poco porque, además, es incipiente y debe marcar un cambio importante en el sistema y la estructura de gobierno actual que se ha propuesto encaminar Venezuela.
¿Qué te dejó como mujer y como joven cubana haber hecho esta mirada a esa realidad tan compleja y qué deja para tu formación como comunicadora popular?
Las cubanas y los cubanos cargamos con la responsabilidad que nos ha dado la historia y el propio pueblo latinoamericano de saber que Cuba siempre ha constituido un faro para América Latina. A veces se piensa en esta frase como algo hecho, como un lugar común, pero uno de los principales aprendizajes es que América Latina también puede iluminar a nuestro país y tenemos aún mucho que aprender de las naciones y los pueblos de este continente. Y cuando se quiera hablar de fortalecimiento del poder popular y de la participación activa de nuestro pueblo no podemos dejar de mirar lo que pasa tan cerquita de nosotros. Por eso las miradas son cruzadas. Esto no significa que el papel de Cuba no haya sido importante pero tampoco podemos desmeritar lo que se ha hecho en América Latina, aún cuando en su mayoría no ha sido triunfante —como afortunadamente lo fue para nosotros— pero ha estado ahí presente, batallando. Muchas veces por no ser triunfante no lo miramos como deberíamos hacerlo.
En ocasiones hablamos de las conquistas de las cubanas y nos olvidamos de las luchas que tienen que enfrentar las mujeres latinoamericanas; pero es que, en algunos casos, también esas son luchas que nos tocan de cerca a nosotras las cubanas porque el sistema patriarcal es muy difícil de borrar. Por eso es tan bueno mirarnos como mujeres dentro del continente, como mujeres dentro de este proceso de formación y como mujeres participantes y activas.
¿Algunos puntos de continuidad que pueda ser interesante seguir observando?
Este intercambio no solo lo hemos tenido con Venezuela sino con otros cinco países. Y no sería útil y efectivo si no tuviera una continuidad. Justamente lo que buscamos es hacia dónde y con qué sentido dirigir esa continuidad. Nos parece que la formación es un área importante hacia la cual debemos dirigir esfuerzos pues es un ámbito en el cual debemos nutrirnos mutuamente.
Es bueno continuar abriendo esa influencia pero desde diversas perspectivas no sólo desde las instancias académicas o la formación política —que tiene que ver con la tradición revolucionaria de nuestro pueblo— sino también visibilizar lo que hacemos desde la Educación Popular y, por otra parte, enriquecerla con el acumulado de conocimientos y prácticas que se ha logrado en distintos países latinoamericanos, y en Venezuela. Este es un aporte importante que puede dar la Red de educadoras y educadores populares desde Cuba en su continuidad hacia los procesos formativos en Venezuela pero para funcionar debe convertirse en un proceso mutuo donde todas y todos tengamos aprendizajes.
La comunicación es otra de las áreas que me parece importante fortalecer. En Venezuela el panorama mediático es bastante complejo por la situación que conocemos y la dominación y control que ejercen los grandes medios; aunque realmente existen intentos por cambiar. Pero nos parece que desde nuestras experiencias y, por supuesto, respetando los contextos en los cuales nos desenvolvemos como comunicadoras y comunicadores, es bueno compartir lo que hemos logrado, sobre todo ir perfeccionándonos desde la crítica a nosotros mismos, desde la crítica a lo que hemos hecho bien y lo que hemos hecho mal o no nos ha salido tan bien.
Las condiciones económicas y técnicas en Venezuela permiten que haya mucho acceso a la tecnología pero para comunicar no se trata solo de contar con medios o tecnología sino de tener una formación política y una responsabilidad social sobre lo que dices y cómo lo dices. Y esto tiene que estar respaldado por procesos formativos que vayan a la par. Es decir, no se pueden ver de manera desligada. Esto debilita bastante el sistema de medios en Venezuela aún cuando existe una voluntad desde algunas organizaciones como AMCLA que aglutina a personas que están tratando de hacer comunicación alternativa y no subordinada a los grandes medios. Pero, insisto, es un proceso que tiene que ir acompañado de una formación política y de una conciencia y responsabilidad de lo que significa hacer prensa y de lo que representa un medio de comunicación para un país con una situación política tan compleja como la que vive hoy Venezuela.
Pero ahora te pregunto, en confianza, entre tú y yo, ¿extrañaste a Cuba en ese mes, extrañaste a Gibara?
Esta es mi primera experiencia fuera de Cuba pero conocer otros países, otras realidades te ayuda a valorar más lo que tienes en Cuba y en Gibara, un pequeño pueblo del oriente de la Isla. Te digo, Cuba se ama profundamente aún estando aquí pero cuando se está afuera, se ama mucho más.