Home CMLK VI Congreso del Partido: cambios necesarios, esperanzas renovadas

VI Congreso del Partido: cambios necesarios, esperanzas renovadas

Las sesiones del VI Congreso del Partido refrendan el curso de los cambios propuestos y discutidos en la consulta popular. Transformaciones necesarias que van dirigidas a corregir distorsiones evidentes en el funcionamiento de la economía del país y a fortalecer la institucionalidad, condiciones básicas para la realización plena y la continuidad del proyecto histórico de la Revolución.

El restablecimiento del nexo entre trabajo y bienestar personal y familiar es esencial para que nuestra sociedad pueda generar riquezas que permitan sustentar y acrecentar en el tiempo los programas de beneficio social para todos y todas y con ello hacer realidad la idea de que la Revolución no dejará a ninguna persona desamparada.

Múltiples son las carencias acumuladas; importantes sectores sociales no han recuperado las condiciones de existencia que tenían antes de la crisis de los 90, en fin, existe una importante deuda social que para ser saldada requiere de un funcionamiento económico mucho más eficaz. Se apuesta, sobre todo a esa eficiencia, con un uso de políticas y mecanismos económicos, una legislación actualizada y un mayor control administrativo sobre la gestión de los cuadros.

Desde nuestras visiones, si bien es necesario accionar con eficacia y racionalidad económica, esto por sí solo no es suficiente. Es indispensable sumar cada vez de manera más efectiva la participación comprometida de cubanas y cubanos a través de diferentes vías y medios, desde el cabal cumplimiento de los mecanismos actualmente existentes hasta la creación de nuevas y audaces formas de participación, que incluyan el imprescindible control social sobre la actuación de las instituciones y de los cuadros. Nunca será suficiente el control administrativo para garantizar que el curso de las políticas sea plenamente consecuente con los intereses de la nación.

Pero no se trata de cualquier participación sino de una que sea consciente, organizada, crítica y capaz de echar a andar mecanismos efectivos de control popular sobre las instituciones y los estamentos burocráticos para poder realizar en toda su plenitud el proyecto de nación independiente, justa, solidaria, fraterna, próspera para todos y todas, en armonía con la naturaleza, inclusiva de la diversidad que somos, donde no haya espacio para ninguna forma de discriminación; proyecto que constituye el horizonte que la Revolución situó, por su raíz popular, como posible y deseado.

Nos satisfacen plenamente los párrafos del informe central dedicados al tema de la espiritualidad y el llamado a desterrar los prejuicios y actitudes no inclusivas, aún presentes en nuestra sociedad, sobre todo en personas con responsabilidades de dirección, hacia los creyentes y las instituciones eclesiales.

Por su especial significación incluimos algunos fragmentos:

El Partido debe estar convencido de que más allá de los requerimientos materiales y aún de los culturales, existe en nuestro pueblo diversidad de conceptos e ideas sobre sus propias necesidades espirituales.
Múltiples son los pensamientos en esta temática del Héroe Nacional José Martí, hombre que sintetizaba esa conjunción de espiritualidad y sentimiento revolucionario.

La unidad entre la doctrina y el pensamiento revolucionario con relación a la fe y a los creyentes tiene su raíz en los fundamentos mismos de la nación, que afirmando su carácter laico propugnaba como principio irrenunciable la unión de la espiritualidad con la patria que nos legara el padre Félix Varela y los enunciados pedagógicos de José de la Luz y Caballero, quien fue categórico al señalar: «Antes quisiera, no digo yo que se desplomaran las instituciones de los hombres reyes y emperadores, los astros mismos del firmamento, que ver caer del pecho humano el sentimiento de justicia, ese sol del mundo moral».

[…] se hace necesario continuar eliminando cualquier prejuicio que impida hermanar en la virtud y en la defensa de nuestra Revolución a todas y a todos los cubanos, creyentes o no, a los que forman parte de las iglesias cristianas, entre las que se incluyen la católica, las ortodoxas rusa y griega, las evangélicas y protestantes; al igual que de las religiones cubanas de origen africano, las comunidades espiritistas, judías, islámica, budista y las asociaciones fraternales, entre otras. Para cada una de ellas la Revolución ha tenido gestos de aprecio y concordia.

Igualmente nos llenó de emocionado compromiso la cita, hecha en el propio informe, del pensamiento de nuestro hermano Cintio Vitier: «Lo que está en peligro, lo sabemos, es la nación misma. La nación ya es inseparable de la Revolución que desde el 10 de octubre de 1868 la constituye, y no tiene otra alternativa: o es independiente o deja de ser en absoluto […] Si la Revolución fuera derrotada, caeríamos en el vacío histórico que el enemigo nos desea y nos prepara, que hasta lo más elemental del pueblo olfatea como abismo. […] A la derrota puede llegarse, lo sabemos, por la intervención del bloqueo, el desgaste interno, y las tentaciones impuestas por la nueva situación hegemónica del mundo. […] Estamos en el momento más difícil de nuestra historia. […] obligada a batirse con la insensatez del mundo al que fatalmente pertenece, amenazada siempre por las secuelas de oscuras lacras seculares, implacablemente hostilizada por la nación más poderosa del planeta, víctima también de torpezas importadas o autóctonas que nunca en la historia se cometen impunemente, nuestra pequeña isla se aprieta y se dilata, sístole y diástole, como un destello de esperanza para sí y para todos».

Otro momento del informe central al Congreso que queremos rescatar es la referencia crítica al papel de la prensa en nuestro país. Ella es indispensable en el mejoramiento de la sociedad toda y debe ser vista no como un instrumento, sino como un eje estratégico esencial para el cambio social. Según nuestra manera de apreciar este asunto, la prensa cumplirá adecuadamente su responsabilidad social cuando supere su rol actual, centrado excesivamente en labores de propaganda, para reforzar sus funciones informativas, educativas y sobre todo de vehículo de intercambio de ideas y opiniones que contribuyan al mejoramiento social y a la construcción de consensos inclusivos en nuestra sociedad.

Hemos estado meditando colectivamente en nuestro Centro sobre cuáles contribuciones podemos hacer en este momento tan singular de nuestra historia. Sabiendo la modestia de nuestras posibilidades sentimos, no obstante, que algo podemos aportar desde los acumulados de nuestro trabajo:

Una espiritualidad del compromiso que parte de las motivaciones y los sueños individuales y colectivos, y una pedagogía para el trabajo social, eclesial y comunitario sustentada en el valor del diálogo, de lo emocional, del arte, el juego y la alegría, el reconocimiento y respeto por la práctica y el saber popular, la construcción colectiva de sentidos y de articulaciones sociales. Esa puede ser una contribución modesta al gran empeño de reencantar al pueblo, sobre todo a las nuevas generaciones, con el proyecto de la Revolución.

En esa espiritualidad y con esa pedagogía se han formado miles de personas, muchas de las cuales desarrollan hoy proyectos y experiencias participativas en comunidades eclesiales y en barrios e instituciones de todo el país. Ellas se articulan solidariamente en una plataforma ecuménica y en la red de educadoras y educadores populares. Juntos y juntas, acompañándonos mutuamente y en estrecha coordinación con las autoridades políticas y estatales, podemos apoyar los procesos de desarrollo municipal y el despliegue de un renovado cooperativismo en nuestro país. Asimismo, continuar contribuyendo a la formación socioteológica y pastoral de líderes de comunidades eclesiales, quienes desde su fe y compromiso cristianos, siguen el legado de Jesús de Nazaret, de profetas y profetizas, y de las primeras comunidades cristianas, y continúan haciendo posible el sueño de un país, anticipo del Reino de justicia y amor.

Estas son áreas concretas donde hemos identificado oportunidades para aportar experiencias, una pedagogía y una concepción de trabajo profundamente revolucionarias.

Los cambios anunciados tendrán que vencer múltiples escollos, como lo ha señalado el compañero Raúl Castro, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Muchos años de esquematismos, reduccionismos, simplificaciones y voluntarismo pesan sobre la actuación de quienes deben impulsar las innovaciones acordadas. La consciencia de estas limitaciones y barreras, será una condición para evitar que ellas distorsionen o frustren los cambios propuestos. La otra condición es abrir cauce al protagonismo popular en la realización de las transformaciones necesarias y, entonces, podremos contar con nuevas miradas, nuevas ideas y nuevas maneras de llevarlas adelante.

Sin duda se abre una etapa difícil: hacer realidad los cambios imaginados y a la vez seguir imaginando y consensuando nuevos derroteros. La Conferencia del Partido, convocada para enero de 2012, tiene el reto de abordar, como lo esperan amplios sectores de nuestro pueblo, asuntos medulares de la vida política de la nación que no fueron analizados en el Congreso.

El momento es complejo y está lleno de peligros pero si nos unimos en la diversidad que somos, manteniendo un sentido crítico y un intercambio permanente de experiencias y opiniones, en un espíritu inclusivo, enriqueciendo una visión cada vez más compartida, tendremos resultados en beneficio de nuestro pueblo pese a las limitaciones que nos impone el mundo en el que vivimos y a la hostilidad permanente de las fuerzas más retrógradas que determinan las políticas hacia nuestro país en los Estados Unidos.

Es este un momento de derrotar el desaliento, la desidia, el pesimismo. Renovemos la fe, la esperanza y el compromiso con Cuba.

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