Descendientes de fundadores y vecinos de fecha más recientes, reunidos por centenares en espacios abiertos asistieron, testigos y participantes, a la presentación del documental Mi Pogolotti querido, de la realizadora italiana Enrica Viola y al concierto ofrecido por el trovador Silvio Rodríguez y el pianista Frank Fernández. Y fueron jóvenes quienes portaron una pancarta de modesta factura casera con el mensaje al cantautor que expresaba el sentir plurigeneracional de una comunidad humilde, muchas veces discriminada que reafirmaba, en veladas irrepetibles, su dignidad, su orgulloso sentido de pertenencia a un lugar, a una historia, a una cultura y a la nación toda. Actuante como fuerza cohesionadora, la memoria viva procedía de los numerosos y diversos relatos atesorados en el corazón más que de las enseñanzas formalizadas en discursos aleccionadores.
Desde hace más de un lustro, algunos estudiosos italianos comenzaron a acercarse desprejuiciadamente al barrio. Indagaron primero sobre su diseño urbano y, en tanto antropólogos, exploraron sus creencias y su imaginario. Ese diálogo inicial empezó a remover la memoria adormecida. En lo más profundo, se reanimaron las fuentes vivas de una historia concreta. Luego, un grupo de teatristas escribió un texto, representado bajo la ceiba protectora en el parque Finlay, allí donde en caseta cedida por mi abuelo se llevó a cabo la comprobación definitiva de la validez de la tesis sobre la transmisión de la fiebre amarilla, formulada por el sabio cubano. Más tarde, llegaron los cineastas. Sin apresuramientos, en prolongadas jornadas de trabajo bajo un calor infernal, conversaron con lo pobladores y buscaron las coordenadas históricas necesarias. Un arduo trabajo de selección condujo a un discurso fílmico que destaca la clara noción de historicidad y un existir solidario de puertas abiertas, integrador de saberes, tradiciones, compartidos por el mecánico que repara carros antiguos, el escritor radial, el pintor, la maestra, la santera, el músico de fama, los hijos de fundadores y los que fueron llegando después. Ayer informantes de Lidia Cabrera, avecindada en los linderos del barrio, junto a la Calzada Real de Marianao, en la antigua finca San José, hoy lo son de su propia memoria, con lo cual se produce una operación de autorreconocimiento y autoafirmación. Los han acompañado, en ejercicio concreto de solidaridad cristiana, el Reverendo Raúl Suárez y el Centro Memorial Martin Luther King. Para los menesteres de la cotidianidad, interviene el grupo de transformación de la comunidad, vía de expresión de intereses populares y de los líderes naturales de la comunidad.
La memoria es una forma particular de acumulación de saber. En ella, la información se procesa, selecciona y descarta a través de la zona sensible del ser. Preserva y transmite valores y define una cosmovisión que integra paulatinamente las señales venidas del mundo exterior. Barrio obrero en su origen, Pogolotti surgió en los estratos más pobres, en su mayoría también marginados por el color de la piel en una época de tiburones que salpicaban a sus incondicionales, colocados todos de espaldas a los reclamos genuinos de la sociedad. Generales y Doctores se valieron del recuerdo vivo de la recién finalizada guerra de independencia. Por eso, se inauguró un 24 de febrero. Pero aquellos sueños no fueron borrados. Alimentaron fe y esperanza, esas virtudes teologales del cristianismo, aunque siguieran encontrando en las ofrendas situadas al pie de la ceiba y en la fidelidad a los rituales llegados de África, una base de cohesión social. Su fuerza y su capacidad de resistencia se fundamentan en una cultura fuertemente arraigada y asumida con todo el orgullo legítimo que merece.
Y, sin embargo, Pogolotti no es un gueto aislado de su contexto, hundido en un pasado memorioso. Su historia está hecha también de un presente revolucionario. Con lo que preserva del hoy y del ayer, puede establecer un diálogo íntimo con el canto de Silvio, con su música elaborada a partir de otras fuentes, con su palabra crecida en otras raíces de la poesía. Así en una noche memorable, desde muy adentro, convergieron todas las generaciones y los más diversos componentes del ser cubano. Jóvenes y viejos reconocían, desde los primeros acordes, un cancionero devenido ya clásico.
La política es arte delicadísimo. Pasa por la cultura, entendido el término en su sentido antropológico. Nace de la capacidad de escuchar y de relacionarse a través de un diálogo respetuoso, forjado en la cultura de la que somos portadores y en la que nos autorreconocemos. Su calidad más alta se produce en un acto de comunión de cada uno con todos. Es lo que ocurrió en el concierto de Silvio en Pogolotti, cuando se estaba pariendo un corazón.
por: Graziella Pogolotti