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Guayacán, donde renace la esperanza

Liliana Sierra Sánchez

“Un pueblo olvidado por Dios”, así catalogaban los/las habitantes de Guayacán, comunidad rural situada en el guantanamero municipio El Salvador, su pequeño terruño. Según las/los pobladoras/es, por este sitio no se preocupaban las máximas autoridades del territorio, y se sentían en un estado de abandono.

Llegar hasta allí o salir era extremadamente difícil, el camino estaba en pésimas condiciones, la transportación era casi nula, no tenían luz eléctrica ni comunicación, las viviendas eran de guano y tablas de palma, no había acceso al agua potable, la bodega y la escuela estaban muy deterioradas, no existía ningún local para recibir atención médica; todo lo anterior generaba un estado de apatía, desidia, enajenación política; las personas no participaban en reuniones, el CDR y las organizaciones políticas y de masas no cumplían con sus funciones ni realizaban actividades, prácticamente nadie participaba en procesos electorales, no les gustaba recibir visitantes, las relaciones sociales estaban basadas en el individualismo y la falta de interés por los/las otros/as.

“Sin embargo, gracias a la Red de Educadoras y Educadores Populares, todo cambió”, así lo afirma Yunialki Rojas Arce, delegado de la circunscripción 32 de Guayacán. Este técnico de rehabilitación, de 33 años, nació y siempre ha vivido en este pueblito agrícola de 400 habitantes y 259 viviendas.

“Cuando se insertó la Red de El Salvador, fue tremendo problema, la gente decía que para qué iban allí, si no iban a resolver nada. Luego esas personas comenzaron a atraer a la población desde el diálogo y el trabajo casa a casa, con talleres para mujeres creadoras, para niños, con los campesinos. También se contó con el apoyo del Programa de Innovación Agrícola Local (PIAL), que les facilitó a los productores la obtención de semillas principalmente de variedades de frijoles, maíz y soya.
Hoy la gente se intercambia las semillas, se hacen ferias de granos, se les vende a la población a precios bajos.

Guayacán es otro, se ha tranformado poco a poco, con el apoyo de la Red y la participación de los vecinos. Se mejoran las viviendas; la escuela y la bodega se hicieron nuevas; ya la escuela tiene maestros, que anteriormente no había; se están electrificando las casas gracias a la intervención del gobierno local, más de 20 viviendas cuentan hoy con este servicio.

Muchos/as se han sumado a podar árboles hacer trochas, abrir los huecos, arrastrar postes con los bueyes…ha habido buena cooperación popular para estos trabajos de electrificación. Las gestiones para que se pusiera corriente se hicieron a través de la Red EP, luego de una visita de Frei Betto a la comunidad, con la cual tuvo un intercambio muy positivo.

Ya las ideas de quienes viven aquí son diferentes. Hace poco el gobierno entregó techos para 10 casas, y los cumunitarios decidieron que se podían beneficiar más familias, así que se formó una comisión por los propios pobladores y decidieron hacerle la entrega a 21 viviendas. Ahora también hay un plan local de construcción de viviendas, se han hecho 31 y están planificadas 10 para el mes que viene.

Otro ejemplo de cómo ha influido la Red en este lugar es que todo el mundo votó por la nueva Contitución el 24 de febrero, lo cual antes no hubiera sucedido.

Este es mi segundo mandato como delegado y si la comunidad sigue cambiando para bien, yo quisiera mantenerme en la gestión por muchos años más,y continuar acompañando a la Red en sus actividades”.

Con una profunda emoción, y la certeza de que cuando hay voluntad y participación las transformaciones son posibles, terminó Yunialki de contarnos cómo vio y ve actualmente su pueblo.

Un testimonio similar lo ofrece Yanelis Aroche Speck, quien integra el equipo de acompañamiento en la Red de Educadoras y Educadores Populares de El Salvador y además es técnica de Cruz Roja en el municipio.

“La idea de llegar a Guayacán surge porque nos llegó la información de las problemáticas que tenía la comunidad. Estas personas sentían desatendidas por los sectores, las organizaciones, el gobierno, planteaban sus necesidades y no las escuchaban.

Entonces la Red empezó a familiarizarse, entrando, algo que fue bastante difícil al principio: Nos veían como las personas extrañas que vienen a hurgar en sus vidas, a decirles mentiras o dar muela como se dice popularmente. Nosotros nos fuimos ganando su confianza, les hablamos con sinceridad, les dijimos que no íbamos a resolver sus problemas, sino a ofrecerles herramientas para que ellos mismos fueran gestionando las soluciones de algunas de esas problemáticas; nos costó bastante trabajo, usamos técnicas de educación popular hasta que poco a poco nos empezaron a ver de otra manera y abrieron un poco su mentalidad.

Para que se hagan una idea: en Guayacán no había corrriente, ni agua potable, la escuela no tenía maestros, las personas tenían que trasladarse muy lejos para recibir atención médica porque no hay consultorio, la bodega estaba en pésimas condiciones, la cooperativa no ayudaba en casi nada, el camino era un desastre…
Cuando entramos, hace ya 3 años, fuimos tocando puertas y diagnosticando la realidad, empezamos a dialogar con los/las comunitarios/as, les hicimos entender que ellos debían valorarse más, identificamos actores que tenían voz, descubrimos con quiénes podíamos contar. Luego intentamos rescatar el changüí; les cambiamos su rutina de asambleas y reuniones; les reconocimos las cosas buenas que hacían; ayudamos a crear el grupo gestor de la experiencia, con alrededor de 10 integrantes, que toman sus propias decisiones. Varias personas se han sumado a la red y con una labor de persusión y mucho amor se han logrado allí cosas fundamentales. Lo principal ha sido el empoderamiento de la comunidad, se dieron cunta de todo lo que podían hacer con sus medios y capacidades. Construyeron el puente y ya no se incomunican cuando crece el río; formaron brigadas para vigilr los cafetales y que no haya robo del grano; con tractores y carretas rellenaron de tierra los baches y mejoraron el camino; se está logrando electrificar el poblado, con la colaboración de todos/as; la escuela, ahora nueva, ya tiene maestros; las mujeres se han sumado a las tareas y comprenden que se trata de hacer en beneficio de ellas, sus familias y su comunidad; cambiaron las relaciones sociales, hoy comparten, no hay prácticamente muestras de individualismo, se ayudan, hacen ferias, organizan actividades comunitarias, socializan, conversan, se visitan, a diferencia de lo que ocurría antes cuando ni siquiera se saludaban muchas veces; los productores intercambian sus semillas, colaboran entre ellos; se interesan por la formación y sus superación personal; se integran a las diferentes tareas; piensan en colectivo.

Aunque hay personas que nos tildan de locos, creemos que de los cuerdos no se ha escrito nada, nosotros somos los que nos atrevemos a forjar, a hacer historia. No nos importa el fango, lo difícil del terreno, seguimos cambiando mentalidades y viendo resultados positivos. Ya Guayacán no es ese mismo pueblito olvidado”.

Historias como la de Guayacán no son tan difíciles de encontrar en la Cuba de hoy. Gente que crea, que busca iniciativas, que se crece ante las dificultades, que se organiza para participar conscientemente, gente que apuesta por un socialismo más sentido y pensado desde nuestras propias prácticas, como quienes integran las Redes de Educadoras y Educadores Populares y la Ecuménica Fe por Cuba y quienes son acompañados/as por estas, demostrando que desde la colectividad, el amor, la solidaridad, la innovación y el compromiso militante, se vive mejor y más felices.

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