Para ello, y muy especialmente en el caso cubano, los estrategas de las administraciones norteamericanas cuentan con el poderoso conglomerado de medios de difusión que controlan en todo el planeta, encargado de amplificar la imagen los candidatos a tal designación.
La creación estadounidense del “preso de conciencia” cubano cuenta con un guión seguido al pie de la letra y el cual es colegiado obligatoriamente con los pequeños grupos que, durante medio siglo, no han podido lograr incidencia alguna en la sociedad de la Isla.
Muy pocas veces se trata de los “líderes” de esas asociaciones de contrarrevolucionarios porque la gran mayoría de ellos goza de libertad sin condiciones en el país con buenos medios económicos, suministrados por Washington, o viviendo cómodamente en el exterior.
Pero hay algunos miembros de esos pequeños grupos, con menos luces culturales o políticas, reclutados entre los sancionados por distintos tipos de delitos comunes, entre los cuales es fácil encontrar a quien utilizar para ese papel.
Seleccionado el individuo se desata la campaña de propaganda a nivel internacional y por supuesto, se busca para ello la ayuda, no solo de las organizaciones de derecha tradicionalmente críticas de Cuba, sino de entidades especializadas.
Entre ellas se encuentran, por ejemplo, entidades como Amnistía Internacional, comisiones de todo tipo que han hecho del alquiler de la supuesta defensa de los derechos humanos su forma de obtener recursos y hasta algunos gobernantes comprometidos con Washington.
Muestras de tal práctica son los recientes casos de utilización en la feroz campaña mediática contra Cuba de reclusos con condenas comunes para escenificar peligrosas huelgas de hambre sin siquiera importar la pérdida de sus vidas a quienes los eligieron.
El profundo rencor hacia la Revolución cubana y su significado hace posible, por ejemplo, convertir en centro de esa campaña a alguien que ni siquiera está preso y mientras es atendido solícitamente por los médicos se le alienta para no alimentarse culpando de ello al gobierno.
Y como parte del espectáculo se le incita a diarias declaraciones a la prensa, y solícitos ayudantes, celulares en mano y estimulando su ego, lo comunican con descoloridas personalidades como el contrarrevolucionario polaco Lech Walesa,quienes lo incitan a morir por la supuesta causa.
Así se fabrica un preso de conciencia, se continúa atacando a Cuba y se intenta introducir la confusión en la opinión pública internacional.
por: Javier Rodriguez Roque