Se trata de una oposición que se proclama “independiente” pero que el gobierno cubano, no sin razón, califica de “mercenaria” y “traidora”, sufragada por un gobierno extranjero, en este caso el de los Estados Unidos de América.
¿Es legítima y puede tenerse como tal a una oposición interna compuesta por determinados grupitos políticos de poca monta, cuando sus más connotados dirigentes reciben dinero de un gobierno que tiene a Cuba en una infame lista que la califica de país enemigo?
En ninguna nación del mundo, independientemente del sistema de gobierno que rija en ella y menos en Estados Unidos, es legitimo- y así lo dicen las leyes- que una agrupación política, por muy pacifica que se proclame, pueda desafiar la autoridad del Estado pretendiendo impunemente cambiar el sistema político y social del país, sin que sobre ellos caiga todo el peso de la ley. Cuba no puede ser una excepción.
¿Quién no sabe a estas alturas, después de medio siglo transcurrido, que desde el triunfo de la Revolución cubana en 1959, la pretensión de todos los gobernantes norteamericanos que han pasado por la Casa Blanca con la sola excepción del Presidente Jimmy Carter ha sido la de doblegar a Cuba, hacerla a renunciar a su independencia soberana y cambiar su sistema político porque ese es el deseo y la voluntad del gobierno de Washington?
Para lograr esos fines se han empleado tantos métodos como los que puedan elucubrarse en el más sofisticado e imaginativo laboratorio de escenarios posibles.
Invasiones como la de Bahía de Cochinos tan temprano como en 1961, cientos de intentos de asesinato de sus dirigentes, sabotajes a sus estructuras de producción, empleo de armas químicas y bacteriológicas que pudieran haber desatado epidemias devastadoras en su población, actos de terrorismo contra naves aéreas cubanas o sus instalaciones hoteleras, acciones violentas y criminales que han costado muchas vidas humanas inocentes, a lo que se une un bloqueo económico escondido eufemísticamente en una Ley de Embargo comercial, cuya real intención es la de rendir al pueblo cubano por hambre. Todo eso y mucho más.
Ninguna de esas acciones ilegales e inmorales les ha dado resultado a los que por la vía de la confrontación, han pretendido doblegar la vocación de independencia de los cubanos. ¿Por qué no buscar soluciones por la vía del diálogo respetuoso entre dos naciones soberanas?
El método de “fabricar” oposiciones nunca ha dado buenos resultados, si bien eso es lo que ha venido mal haciendo el gobierno de Estados Unidos en Cuba, a través de cincuenta años. Una oposición verdaderamente independiente, que no obedezca a los dictados de una potencia extranjera, tendría que ser respetada. Lamentablemente ese no es el caso y ahí están bien claras las consecuencias.
Po desgracia y hay que decirlo con profunda pena, que hay cubanos en la isla- son los menos y en el exterior son los más- que se prestan a jugar el papel innoble que les dictan desde el extranjero. Son los que prefieren una Cuba sumisa y doblegada a una Cuba viril y rebelde. Y actúan así porque les pagan. Reciben las mismas 30 monedas que le dieron a Judas.
Una información publicada en la prensa de Miami esta semana, nos sirve para probar el punto. Dice un titular de prensa : “Piden al gobierno de Obama que descongele el dinero destinado por Estados Unidos a la subvención de la oposición cubana”. La información continúa diciendo: “Los fondos de la Agencia federal USAID, destinados a la “Disidencia” cubana de la isla y a las organizaciones que en Miami dicen representarla, han sido retenidos hasta nueva orden como consecuencia del arresto en Cuba de un ciudadano norteamericano vinculado a esa agencia del gobierno de Estados Unidos”. De eso, de dinero se trata.
Los grupos opositores cubanos reclaman su paga. Si no hay dinero, el show se acaba. ¡Música maestro!
por: Max Lesnick