Home América Latina De Caracas a Managua, las albóndigas envenenadas

De Caracas a Managua, las albóndigas envenenadas

Geraldina Colotti

La realidad es más rica del esquema, pero sin un timón el barco navega sin rumbo, víctima de todas las corrientes. Y cuando se enfurece la tempestad, ¿cómo dirigirlo en la dirección correcta? ¿Cómo escuchar el canto de la Sirenas sin quedarse prisioneros? Desde la red llega una marea de informaciones, pero también tantas albóndigas envenenadas, difundidas a manos llenas por quien sabe hacer mercado. Un bombardeo de cifras, muertos, protestas, videos manipulados, eleeciones y candidatos cubre las antenas “easy” de quien quiere un equipaje ligero. Libre del esquema, por eso se contenta con los esquemitas: derechos humanos, legalidad, terrorismo, democracia, paz, apertura… Y se podría continuar. Más se afirman las categorías abstractas y visiones maniqueístas, más desaparecen complejidad y asimetría.

Luego del Che Guevara, ¿también el 68 será recuperado por la llamada “derecha social”? En los años 60s, 70s, 80s, la derecha italiana tenía el mismo rostro de los mercenarios en América del Sur, en España, en África, en Líbano. Se enfrentaba en las plazas con los compañeros en una lucha clara e inflexible: sobre los proyectos y los objetivos. ¿Qué cosa ha cambiado desde entonces? El hecho es que, en Europa, casi no se puede hablar más de una izquierda, sino de la existencia de dos derechas, apenas diversamente moduladas: que coinciden en los métodos y en las intenciones. El conflicto de clases, y sus momentos de enfrentamiento y de ruptura han sido expurgados por los análisis, procesados en los tribunales.

A casi 200 años del nacimiento de Marx, en un sistema-mundo fragmentado y devastado, la información de guerra, la información manipulada, tiene en esto un rol fundamental. Se lo ha constatado con la nueva agresión a Siria, se lo ha constadado a propósito de América Latina, un continente en el que para un compañero o compañera europeos debería resultar más fácil saber de qué parte estar.

Se lo ha visto recientemente con la elección del nuevo presidente cubano Miguel Mario Diaz-Canel. Como de costumbre, los periodistas occidentales han trazado el perfil poniéndole calificativos con las mismas frases hechas con las que acompañan a los artículos sobre el “régimen” cubano.

Más que todo se han ejercitado a imaginar por la enésima vez el fin de la revolución, mediante una “transición” siempre más distante de los principios que han guiado a los jóvenes del Granma y el asalto al Cuartel Moncada, cuando Canel no había nacido.

De cómo funciona el sistema político en Cuba – un estado socialista en el que el poder es ejercido por el pueblo mediante las Asambleas del Poder Popular – al joven lector italiano no le ha sido explicado nada. En compensación, se le ha dado la ecuación entre el joven Diaz-Canel que llevaba los cabellos largos y amaba el rock con aquella del “reformista”, defensor de “una mayor apertura” de la isla que, para la prensa burguesa, indica una dirección precisa: aquella del capitalismo occidental a la que Cuba estaría destinada.

Que el nuevo presidente haya dicho con firmeza que su mandato se sitúa en una línea de continuidad con la Revolución, ha servido a poco.

El mensaje para entregar a los jóvenes a que obtengan un imaginario colonizado es el de un socialismo ambiguo y autoritario, de todas maneras, fracasado, de todas maneras, dirigido no por un proceso colectivo, sino por presidentes descritos como dictadores, grotescos y desacreditados. Se lo ve con Venezuela bolivariana, que está acompañando a Cuba en el rol de demonio para el occidente capitalista y sus “democracias” de los cañonazos.

En América Latina, este año se han desarrollado y se desarrollarán diversas elecciones. En algunos países han sido electos herederos de dictadores verdaderos, como ha sucedido en Paraguay. En otros, como en Chile, han llegado a vencer personajes como Sebastián Piñera, que han provocado y retomados meses de contestaciones juveniles. En Honduras y en Colombia, el voto se ha reducido a simple papel, se borra cuando no le gusta a los Estados Unidos. Pero la llamada comunidad internacional se cuida bien de alzar la voz. Como siempre vale el dicho: perro no come perro.

Los ladridos se desperdician, en cambio, contra la democracia participativa que nuevamente se pone en marcha hacia el voto en Venezuela. La alerta es máxima. Se teme una invasión armada, abierta o disfrazada de “intervención humanitaria” en la frontera colombiana. El domingo, los movimientos populares han hecho sentir su solidaridad con un “twittazo” internacional, que enseguida se ha convertido en tendencia a nivel mundial. El domingo, el Presidente Maduro ha recordado los 148 años del nacimiento de Lenin, “arquitecto y líder de la Revolución de Octubre, dirigente del estado soviético e inspirador de los pueblos que luchan por el socialismo”, ha dicho.

La historia del siglo XX como punto de fuerza, como palanca para construir el futuro e inspiración de los pueblos en el presente. La historia de las revoluciones. Aquella sandinista en Nicaragua ha sido la última Revolución del siglo XX. Su derrota, en aquella más debacle del campo socialista, ha servido de enseñanza a los revolucionarios que han retomado la bandera en América Latina. Cuando las derechas retoman el poder, hacen yacija, y se incrustan con todos los medios. Cuando el Frente sandinista ha regresado al gobierno, diverso y debilitado, ha tratado de levantar un país devastado, aceptando compromisos inimaginables en el tiempo de la revolución. El “pacto de unidad nacional” suscrito con empresarios, alcaldes domesticados, viejas oligarquías y nuevos ricos ha entrado en crisis luego del ultimátum impuesto por el Fondo Monetario Internacional al gobierno de Daniel Ortega.

El viejo dirigente sandinista ha tratado de mitigar sus consecuencias, y de evitar la privatización del sistema de jubilación haciendo pagar más a los patrones. Demasiado, de todas maneras, para las oligarquías que – no obstante, hubieran firmado el acuerdo – tenían ya listo el escenario y que han tratado de incendiar la pradera.

El esquema desestabilizante, es siempre el mismo, alimentado por las corporaciones mediáticas que se sirven de las redes sociales para mostrar manifestantes “pacíficos” contra la “dictadura”. Circulan videos conmovedores construidos y estudiados que no muestran las acciones vandálicas de los grupos que incendian, devastan, asesinan, destruyen instituciones públicas y que no tienen nada que ver con jubilados o con estudiantes. En uno de estos, el comentarista es explícito y permite de entender: “Nicaragua no es Venezuela dice no queremos a Nicolás Maduro”.

El esquema puesto en acto en Nicaragua es el mismo de las guarimbas en Venezuela, que el gobierno bolivariano ha logrado contener y desactivar no con las armas sino con la Asamblea Nacional Constituyente, votada por más de 8 millones de personas. En Nicaragua, el pueblo organizado tiene menos voz, al sandinismo que gobierna se le pueden dirigir muchas críticas y no se trata de aceptar en otro lado lo que no quisiéramos aquí donde nosotros. Pero es necesario al menos olfatear el viento cuando los que activan las protestas son las oligarquías.

Al frente de las protestas violentas en Nicaragua está un bloque contrario a los progresistas. No obstante, amantes de la acostumbrada retórica “democrática” exhiben en los perfiles de algunos exguerrilleros más cómodos en Norteamérica que en Managua: el bloque favorable a las sanciones estadounidenses del Nica Act, desde hace tiempo obsesionado por el proyecto de desencadenar las “guarimbas” también en Nicaragua.

Lo intentaron ya en ocasión del canal interoceánico proyectado con los chinos y no ha funcionado. Lo han intentado con el incendio de la reserva de Indio Maiz. Y han fracasado. Ahora, en cambio, el plan ha funcionado. Ortega ha retirado el decreto, pero la trampa se había activado ya. En tanto, de nuestras partes, ya han caído en la trampa: los mismos que, en Italia, han decidido reformas de lágrimas y sangre para los trabajadores y jubilados.

Ahora, luego de haber celebrado al presidente colombiano Santos, premio Nobel por la paz, los medios de guerra dejan morir en el silencio al exguerrillero Jesús Santrich, en huelga de hambre indefinida desde hace 15 días. Jesús ha sido llevado a la cárcel por orden de los Estados Unidos. Un arresto construido a propósito para impedir su presencia en el Parlamento, ya decidida en las negociaciones en las que Jesús era uno de los mediadores. La ecuación que debe pasar es aquella entre la guerrilla y el narcotráfico, para desacreditar hasta las últimas consecuencias a los mismos ideales: aquellos del comunismo y del siglo de las revoluciones, el único período en el que por setenta años las clases dominantes han temblado verdaderamente. Colonizar el imaginario sirve para prevenir el gran miedo.

Traducción Gabriela Pereira

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