Desde mi actual perspectiva humana, en tanto que cristiano de corazón pero agnóstico de pensamiento, no puedo sino maldecir el uso perverso que de la buena fe de la gente hacen algunas iglesias cristianas, entre ellas la Iglesia Católica Romana. Me mueve a ello la noticia publicada el 14 de octubre por “Mémoire des luttes”, traducida y difundida por “Rebelión” en lengua castellana con fecha 16/10, con el título “El sable, el hisopo y la sala de mercados”. [1]
Hace falta tener muy poca conciencia y unos principios éticos muy relajados para contemplar fríamente la desvergüenza con que el cardenal y arzobispo de Tegucigalpa Óscar Rodríguez Madariaga dio por legítimo el actual golpe militar de Honduras y el silencio que ha mantenido luego ante los atropellos y crímenes que los golpistas están produciendo en ese pequeño, pobre y maltratado país de América Latina, en el cual se ceban ahora las oligarquías de toda América del Sur y las clases dominantes de la América del Norte.
Que el Instituto Católico de Paris conceda las insignias de doctor honoris causa a alguien que acaba de manifestarse tan en contra de los más elementales derechos humanos, y que sean dos cardenales quienes convoquen el acto y pronuncien los discursos panegíricos, el cardenal André Vingt-Trois y Monseñor Hippolyte Simón, arzobispo de Clermont, no puede ser sino un oprobio para quienes de corazón se sientan miembros de esa Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana.
El Banco Central Europeo (BCE) de la mano del Fondo Monetario Internacional (FMI) y juntos del brazo con eminencias cardenalicias, altas jerarquías de la Iglesia católica, no puede ser sino causa de repulsión profunda en el alma de quienes sientan un mínimo respeto por la paz y la justicia equitativa.
Si el mundo necesita con urgencia alzarse contra la injusticia, París será el próximo 24 de noviembre uno de los muchos lugares propicios para ese alzamiento.
Desde mi ancestral espíritu cristiano emplazo a las buenas personas católicas a alzar la voz y manifestarse públicamente contra semejante ignominia. El lema «todos somos Iglesia» no tiene que servir para escudar a los canallas que forman alianzas de poder contra los pobres del mundo entero, sino para exigir a sus autoridades eclesiásticas, en nombre de esa santa institución a la cual pertenecen y veneran, que sean consecuentes con los más elementales principios éticos que deben regir la convivencia humana. De no hacerlo así, quienes sienten el catolicismo en lo hondo de su alma tendrán que asumir también en ella la complicidad con semejantes criminales que su silencio conlleva.
(1) El artículo tenía en cuenta el homenaje al cardenal golpista de Tegucigalpa y al ex director general del FMI a realizarse el 24 de noviembre en la Universidad Católica de París http://www.rebelion.org/noticia.php?id=93350 Por envío especial de su autor fue publicado en PE/Ecupres PreNot 8490 del 091020 a partir de lo cual se reprodujo en los portales Mercosur Noticias y Prensamare, entre otros.
(*) Por Josep Castelló. El presente artículo fue enviado directamente por su autor a PE/Ecupres con la aclaración de que fue publicado en “La hora del Grillo” http://lahoradelgrillo.blogspot.com/2009/10/maldicion-eterna-quienes-bendicen.html