Nuestro entrevistado es un politólogo de sólida formación, con una gran afinidad por los libros, y un conocimiento amplísimo sobre las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Basta solo diez minutos de conversación para percatarnos de que estamos ante un gran profesor: lo que más cautiva en Carlos Alzugaray es la exquisitez y la pasión con que diserta sobre las relaciones entre Cuba y nuestro vecino norteño. Actualmente se desempeña como profesor titular en el Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana. Además, ha sido profesor invitado en universidades de Canadá, Estados Unidos, Venezuela, Italia y España.
A su larga trayectoria como académico se suman los servicios que ha prestado al gobierno cubano en el ámbito diplomático. El doctor Alzugaray trabajó en el Servicio Exterior entre 1961 y 1996, donde se desempeñó como funcionario de las Embajadas de Cuba en Japón (1961), Bulgaria (1965-1970), Argentina (1973-1977), Canadá (1977-1980), Etiopía (1983-1987) y Bélgica (1994-1996). Fue embajador de Cuba ante la Unión Europea. En 1994 fue observador de las Naciones Unidas en Sudáfrica. En la Cancillería cubana se ha desempeñado como asesor del ministro de Relaciones Exteriores de la República. Además, en dos ocasiones —1988-1990 y 2000-2002— ocupó el cargo de vicerrector del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI).
En lo personal quiero agradecer al profesor Carlos Alzugaray por su disposición a dialogar sobre las complejas relaciones entre nuestro país y Estados Unidos en las páginas de Espacio Laical, en un momento de trascendental importancia en la historia de nuestras naciones. Por vez primera en la historia de Estados Unidos un afronorteamericano toma posesión del Despacho Oval. Si a ello le sumamos su disposición de “sentarse a conversar con los adversarios” de esa nación, nos percatamos que podrían desatarse dinámicas que desarticularían viejos esquemas de relación bilateral en nuestro hemisferio. Cuba no escaparía a esta realidad.
Este acontecimiento tiene lugar en medio de un momento de gran significación política para el gobierno cubano. Junto al consenso generalizado en la sociedad cubana de la necesidad de realizar cambios internos, el general Raúl Castro deberá enfrentar el desafío ineludible de iniciar o postergar un proceso de interacción política que conlleve a una normalización gradual de las relaciones entre ambas naciones, con las consiguientes repercusiones que tendría este hecho en el ámbito interno. De postergarse este anhelo, se estaría colocando esta responsabilidad mayúscula sobre las espaldas de quienes tengan la responsabilidad histórica de sustituir al actual gobierno en la conducción política de los destinos de Cuba. Un complicado ajedrez político a ambos lados del Estrecho de la Florida está a punto de comenzar.
¿Qué opinión le merece el fenómeno Obama y qué cree usted que representa este suceso para el sistema político norteamericano, su sociedad y para el liderazgo mundial de Estados Unidos?
—Nunca me ha parecido acertado centrar los análisis políticos en la personalidad o hacerlo en ellas exclusivamente. Los grandes dirigentes son indudablemente importantes, pero lo son en la medida en que reflejan y son capaces de interpretar bien su tiempo y de impulsar las tendencias positivas de ese tiempo en una dirección u otra. No se puede subestimar el papel de la personalidad, pero tampoco creo que la personalidad pueda hacerlo todo sin el apoyo de sectores sociales importantes y este sólo se logra si se interpreta adecuadamente cuáles son las aspiraciones de esos sectores. Indudablemente hay personalidades políticas con gran capacidad para interpretar la realidad y de movilizar a los sectores sociales mediante su carisma, Fidel Castro sería un ejemplo.
«Dicho esto, creo que con Obama estamos ante una figura histórica. No hay ninguna duda de eso: es el primer afronorteamericano que llega a la presidencia de Estados Unidos, cuando posiblemente muchas personas pensaron que eso no podía ser posible. La frase “Estados Unidos no está listo para tener un presidente afronorteamericano” la habrá escuchado todo el mundo, como la escuché muchas veces. Tampoco hay duda de su capacidad movilizativa. Queda por ver si sabrá actuar positivamente sobre el entorno del que surge, aunque hay límites a lo que puede hacer aunque tenga las mejores intenciones del mundo, como señalar el presidente Raúl Castro en su entrevista con la TV cubana el 31 de diciembre.
«Pero no creo que la elección de Barack Obama sea una casualidad histórica ni obra sólo de su voluntad y capacidad políticas, que son incuestionables; se dan varias circunstancias que llevan a esta posibilidad. Yo diría que para entender qué ha pasado y ponerlo todo en perspectiva, necesitamos movernos en varios planos, uno es el plano de las grandes tendencias histórico-sociales que están presentes en Estados Unidos y otro el de lo que pudiéramos llamar las tres crisis en las que ese país está envuelto, a causa de su sobredimensionamiento imperial y de los errores que sus dirigentes han cometido.
«Primero, en el plano de las grandes tendencias que mueven a la sociedad estadounidense. Lamentablemente, muchas veces hay una propensión a tener una visión fija y maniquea de Estados Unidos, que es un país de 305 millones de habitantes, compuesto por distintos grupos sociales, distintas razas y etnias. El conjunto de la sociedad norteamericana es muy complejo; existen clases y grupos dominantes y clases y grupos subordinados y dentro de ellos hay sectores más o menos poderosos. Pero como toda sociedad, Estados Unidos es un organismo social vivo, en constante movimiento dialéctico. A la cambiante correlación de fuerzas de clase, hay que añadir la cambiante correlación entre grupos al interior de las distintas clases.
«Otro problema que a veces sucede en el análisis sobre Estados Unidos es la tendencia que tienen muchos de pensar que la clase dominante es una especie de corporación monolítica pequeña, que decide todo y además que lo hacen sin que medien errores de interpretación o ejecución y con total opacidad. Una especie de interpretación de la realidad norteamericana a partir de la teoría de la conspiración.
«Aquí mismo, en Cuba, he escuchado muchas veces: “a Obama es al que quiere el establishment”. En primer lugar, la palabra establishment no está bien usada, pues se refiere a un grupo específico de personas dentro de la clase dominante o los sectores dominantes, incluso de la élite del poder. Para decirlo claramente, aunque nadie puede llegar a presidente de Estados Unidos sin la anuencia, o la aprobación de uno o varios sectores hegemónicos de la clase dominante o de la élite del poder (que sería el grupo más importante dentro de la clase dominante), no basta sólo esa característica, también hay que articular una base social que garantice el triunfo electoral.
«El sistema político está diseñado basándose en el papel fundamental del dinero a través del financiamiento de las campañas electorales; el que no tiene dinero propio, o acceso a quienes lo tienen y están dispuestos a ponerlo a su disposición, no llegará muy lejos en la política de ese país. Se ha intentado reformar el sistema, pero hay poderosas fuerzas que se aseguran que, a pesar de las reformas, haya que tener un financiamiento mínimo en cualquier nivel del sistema político. Sin embargo, una vez que se designan los candidatos de ambos partidos principales (y ambos son candidatos de alguna combinación de sectores de la élite del poder y se inicia la campaña electoral), cualquiera de los dos puede ganar y los sectores dominantes lo más que pueden hacer es tratar de impulsar la elección en una dirección u otra sin garantía de éxito.
«Al Gore ganó las elecciones del 2000 y la élite hubiera aceptado otro resultado que el de Bush. McCain pudo haber ganado esta elección e, incluso, puede decirse que la perdió ahora a causa del estallido de la crisis económica poco antes del 4 de noviembre.
«Evidentemente, Obama es una personalidad que tiene el apoyo de un sector de la élite del poder, pero no basta constatar eso. Creo oportuno entonces hacer referencia a dos elementos. Por un lado, a cambios en la sociedad norteamericana, que son, hasta cierto punto, naturales, que son producto del propio proceso económico, político y social que ha experimentado el país. El ejemplo más importante es que Obama no sería presidente de Estados Unidos ahora si el movimiento de derechos civiles, encabezado por el reverendo Martin Luther King, no hubiera obtenido todos los logros que obtuvo en la década del 60 y si no se hubiera firmado la Ley de Derechos Civiles de 1965. Es decir, obviamente, eso fue lo que le dio el derecho al voto a los afronorteamericanos.
«Por otra parte, hay un creciente papel político de determinadas minorías subordinadas (hispanos, mujeres, etc.). Obama hubiera tenido muchas dificultades para llegar a ser presidente si esos antecedentes no existieran. Hay una lucha de sectores oprimidos, dentro del pueblo norteamericano, que ha posibilitado un acontecimiento como este. Está claro que esos procesos no maduran inmediatamente, sino con el tiempo. El que hoy en día haya cada vez más afronorteamericanos en posiciones importantes, no solo en el gobierno, sino en las empresas, es muestra de ello. A veces uno se encuentra al ejecutivo de una gran empresa transnacional que es afronorteamericano. Eso no pasaba hace años. Esa es una consecuencia de esa lucha.
«La otra cuestión que yo creo importante es el cambio en la forma en que se ejercen los liderazgos políticos. Esta es una realidad mundial, que afecta no solo a Estados Unidos. Algunos especialistas hablan de que hoy el liderazgo es de los seguidores, no de los líderes, aunque quizás esto sea exagerado. No hay dudas de que en la actualidad cualquier movimiento político o social depende en gran medida de la capacidad movilizativa de sus bases, cosa que no pasaba antes. En el pasado quizás un grupo pequeño podía apoderarse de un partido, de un movimiento político y dominarlo. En la actualidad eso es muy difícil. Eso se debe a la revolución tecnológica, al aumento de la educación y lo tenemos por todas partes.
«¿Por qué Evo Morales? ¿Por qué los indígenas bolivianos, habitantes primigenios de Bolivia, oprimidos, han llegado al poder a través de Evo Morales? Eso lo explica que hay un cambio importante, y eso está pasando en todo el mundo, no sólo en Estados Unidos; pasa en América Latina, en Francia. Hace poco, el gobierno francés quiso establecer el contrato del primer trabajo y los jóvenes franceses se lanzaron a las calles y lo impidieron. En Chile hubo manifestaciones de estudiantes, tratando de bloquear determinados temas.
«Sin lugar a dudas esa realidad hoy está cambiando: la presunción de las vanguardias iluminadas ya no tiene el mismo valor explicativo ni político de antes. Hoy hay que gobernar con el pueblo, y hay que tener el apoyo del pueblo. Las masas son capaces de impulsar en una u otra dirección, más que otras veces en la historia. Y en esto también tienen que ver las nuevas tecnologías informáticas y la ampliación de los espacios de debate público y de revelación de cuestiones que antes podían ser mantenidas en secreto. Es aún más válido que nunca aquello que dijo Abraham Lincoln en alguna ocasión: “Se puede engañar a todo el pueblo parte del tiempo, se puede engañar a parte del pueblo todo el tiempo; pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo.”
«Creo que también hay cambios en la estructura de la clase dominante de Estados Unidos. Si bien en una época esta clase estuvo hegemonizada por eso que llamamos el establishment —millonarios del Este de Estados Unidos, educados en las universidades del Este, que eran miembros del Council on Foreign Relations que leían The New York Times, etc.—, ya hoy en día eso se ha diversificado más. Es un tema que no se ha estudiado suficientemente.
«Creo que es importante y está vigente la teorización que hizo Charles Wright Mills cuando hablaba de la élite del poder allá por la década del 60. Evidentemente, hay una élite, o varias, que acceden al poder por distintas vías y que forman un entramado bastante complejo. Pero esas élites se transforman, cambia la correlación de fuerzas, surgen nuevos sectores. Algunos analistas hablan de una clase burguesa tecnológica que no tiene necesariamente los mismos intereses que los sectores más antiguos de la clase dominante.
«Por cierto, quizás habría que decir que una de las personas que mejor logró penetrar este mundo complejo fue el soviético Menchikov, que hace muchos años publicó un libro titulado Millonarios y managers. Él detectó, por lo menos, siete grupos de poder dentro de las grandes empresas: el grupo de Nueva York, el de Texas, el de Chicago, el de San Francisco, etc. Este soviético estudió las actas de las empresas, conoció documentos, le dieron acceso a la información. Creo que esto es algo que hay que tener en cuenta.
«No es que el establishment quiera a Obama. Creo que lo que sucede es que Obama, quien obviamente debe haber tenido un conjunto de fuerzas entre la clase dominante y las clases subordinadas que lo apoyaran, tuvo la habilidad, la capacidad para articular el movimiento que lo llevó, primero, a derrotar a Hillary Clinton —que prácticamente era la preferida del partido demócrata— y después, a derrotar al senador John McCain, sin dudas el candidato de la derecha conservadora y neoconservadora.
«Lo otro que habría que enfatizar es que hay un cambio importante desde el punto de vista ideológico. Esto último quizás haya que analizarlo más detenidamente, quizás haya que esperar para comprobar esta hipótesis: pero no hay dudas de que ha perdido terreno y quizás haya sido derrotada por un período más o menos largo de tiempo la derecha conservadora que entre 1964 y 2008 logró dominar la ideología, los medios de comunicación y logró imponer su agenda.
«La derecha logró la hegemonía pero no aniquiló a otros grupos de poder, con otras ideologías, como los adeptos a la cosmovisión liberal, que, en Estados Unidos, tiene puntos de contacto con la socialdemocracia europea. Esos quedaron en segundo plano y han montado una contraofensiva eficaz. Eliades Acosta en el sitio web de Cubarte tiene un análisis muy interesante sobre uno de los ideólogos de esos sectores que no son ni conservadores, ni neoconservadores ni neoliberales, George Lakoff. Otro intelectual orgánico muy influyente —para utilizar la categoría propuesta por Antonio Gramsci— es el recién galardonado Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, muy influyente en la élite del poder, porque escribe dos columnas semanales en The New York Times, el periódico en el cual la clase dominante se habla a sí misma, como describiera Carlos Marx a The Economist de sus tiempos.
«Quizás en el futuro los historiadores podrán decir que la administración Bush Jr. cierra este ciclo que se abrió en 1964 cuando la derecha conservadora asaltó el Partido Republicano, se apoderó de él, lo cual se materializó en el gobierno primero con Nixon en 1968 y después con Reagan en 1980 (quizás de forma mucho más clara). Algunos podrán decirme que eso lo rompieron Carter y Clinton. Pero, realmente, esos fueron paréntesis, porque no se puede decir que Clinton haya cambiado fundamentalmente el paradigma ideológico, ya que el suyo era muy similar al de los neoconservadores. Lo que Clinton hizo fue mover al Partido Demócrata hacia el centro y apoderarse del centro del espectro ideológico, pero en un espectro ideológico que estaba movido a la derecha.
«La pregunta que hay que hacerse es ¿el espectro ideológico se ha movido hacia la izquierda? Bueno, la elección de 2008 puede ser un síntoma de eso. Esta pregunta hay que dejarla en suspenso por el momento. Yo me inclino hacia el sí, pero no lo afirmaría rotundamente.
«Además de estas realidades que hemos abordado con anterioridad, a Obama en su carrera hacia la Casa Blanca lo favorecieron tres crisis: la económica, la militar y la del propio sistema político norteamericano.
«Creo que la crisis económica, que en su etapa inicial se presentó en el sector inmobiliario, tiene aspectos políticos muy importantes. Primero, la economía productiva depende mucho de Wall Street, pero no a la inversa. En Wall Street se desarrollaron, a lo largo de los años, una serie de invenciones, que le permitió a los grandes capitales ir creando, según muchos especialistas, productos financieros nuevos —llamados derivados— que consistían en especular en la bolsa. En su momento, muchos economistas dijeron que eso era una barbaridad, que iba a terminar mal, porque se estaba jugando con alto riesgo, con mucha plata, que además era de otros. Susan Strange, una desaparecida profesora de la Universidad de Warwick en Gran Bretaña le llamó “capitalismo de casino” o “dinero loco” y escribió dos libros al respecto en las décadas de 1980 y 1990.
«Efectivamente todo ha tenido un desenlace fatal en el 2008. ¿Qué pasa con ese desenlace? Que al contraerse los créditos —producto de esta ruptura de la burbuja financiera— la deuda tiene un efecto sobre la economía real, que ahora se ha quedado sin financiamiento. Hablamos de una economía que está basada en el crédito, donde se consigue un crédito para producir, después se vende, se paga el crédito y así, sucesiva y cíclicamente. Pero también el crédito fue vital para consumir y para construir esa sociedad de “cornucopia permisiva”, según frase de Zbigniew Brzesinski, que favorecía la base social del neoliberalismo.
«Si el crédito se comprime, empieza un primer efecto político, porque la crisis financiera pudo haber afectado a cientos de miles de trabajadores, quizás al millón, pero trabajadores que laboran en un sector donde el riesgo y la especulación son normales. Para los especuladores de Wall Street, grandes y pequeños (recuérdese la película Wall Street de Oliver Stone y los dos personajes interpretados por Michael Douglas y Charlie Sheen) perder dinero en la bolsa tenía relativa importancia pues se podía recuperar y ganar más rápidamente.
«Pero cuando la crisis financiera repercute en la producción material, eso es otra cosa, porque ya hablamos de obreros que se quedan sin trabajo, y eso es un problema político. Una de las claves de la estrategia del Partido Republicano y de la derecha fue crear la idea de que se podía hacer de todo, que usted podía tener una casa mucho mayor de la que su salario le permitía. Así se explotaron algunos de los rasgos característicos de la ideología norteamericana y atraer a muchos obreros blancos basándose en temas religiosos y de la segunda enmienda que es la que permite poseer armas.
«Entonces estamos frente a un problema, donde la base que sustenta a la derecha y al Partido Republicano se ve afectada en su vida material, porque pierden su casa y no pueden renovar su automóvil. Esos son los que votaban por el Partido Republicano, porque se creían el mismo famoso cuento de antes en Cuba: “Usted sí puede tener un Buick, puede tener una casa, puede tener de todo, porque el sistema lo permite.” La cornucopia permisiva. El fin de ese sueño tiene un efecto político importante, que se hizo sentir en la elección. Ahí tenemos una crisis política que impacta sobre la elección de Obama.
«Por otro lado está la crisis militar. Estados Unidos ha basado su dominio global en su preeminencia militar en crear la imagen de invencibilidad de sus fuerzas armadas. Si uno observa, en la estrategia militar norteamericana ha estado presente la idea del shock and awe (asombrar y espantar). Esto, a veces, se ve en las películas: toda resistencia es inútil. Si Estados Unidos está involucrado en dos guerras y no las termina aún, ya pierde ese efecto psicológico que puede tener el dominio militar.
«También hay una crisis militar porque después de la guerra de Vietnam, los altos mandos de las fuerzas armadas, encabezados por Colin Powell, introdujeron una nueva doctrina, que lleva el nombre de ese ex Jefe del Estado Mayor Conjunto, también de origen afronorteamericano. A la tradicional preferencia de los generales norteamericanos por guerras rápidas y avasallantes, la Doctrina Powell añadió tres condiciones para el uso de la fuerza militar: definición clara de la misión, estrategia de salida y garantía del apoyo social. Si los líderes civiles no cumplían estos requisitos, los militares se opondrían a la guerra. En Irak la administración Bush no cumplió con estas demandas.
«Hay una vieja teoría de que al imperialismo siempre le beneficia una nueva guerra. No creo que esto sea ya cierto. Habría que decir que el complejo militar industrial que Eisenhower denunció no necesita de manera imprescindible una guerra, porque en tiempos de paz ha logrado imponer condiciones que garantizan altísimos presupuestos militares. Para los militares, las guerras preferibles son las que se ganan; las que se pierden no, porque aunque benefician marginalmente al complejo militar industrial, el costo de conjunto para el sistema es mucho mayor en términos materiales y psicológicos.
«El Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, ha escrito un excelente libro donde se demuestra el costo de la guerra de Irak para Estados Unidos. Esa guerra desangra a Estados Unidos y a sus fuerzas armadas con muy pocos beneficios y destruye la confianza adquirida por las fuerzas armadas después de la victoria en la primera guerra del Golfo en 1991.
«La tercera crisis es la que se da al interior del sistema político norteamericano. Estados Unidos tiene una constitución que tiene más de 200 años y que ha servido muy bien a los intereses de la clase dominante, porque está basada en un sistema de alternancia en el poder, de apertura. Es un error decir que es una dictadura. No lo es. También a mí me cuesta trabajo decir que es una democracia, porque no lo es. Digamos que es una democracia oligárquica (aunque ambos términos parecieran contradictorios), o una democracia de élites. Pero ese sistema estaba diseñado para que si un grupo de poder aplicaba una política que fallaba, fuese criticado y en la próxima elección salían y venía otro grupo.
«La administración Bush, apoyándose en el miedo creado por los atentados del 11 de septiembre, comenzó a introducirle cambios al sistema, que impedían que este funcionara con la competencia y alternancia como estaba diseñado. Eso trajo consecuencias. Hay que partir del hecho de la violación electoral del año 2000. Todo el mundo coincide en que el ganador de las elecciones fue Gore, no Bush. Todo esto trajo como consecuencia que hay una crisis en el sistema político al interior, más allá de la crisis económica y de la crisis militar. La tortura, la violación de los derechos, la manipulación de las instituciones. Hasta Al Gore ha denunciado esto en un reciente libro.
«Por eso creo que todos estos factores que he mencionado —sacando a Obama de la ecuación— han incidido muy fuertemente en la elección de 2008. Los cambios en la forma de hacer política y en la estructura social norteamericana, más estas tres crisis, permiten hablar de un panorama nuevo. De hecho todos los candidatos comenzaron a hablar de cambios. Hasta McCain hablaba de cambios. Había una noción de que había que cambiar y que había que modificar cosas en Estados Unidos. En eso viene la figura de Barack Obama.
«Creo que ya podemos hablar del individuo. En primer lugar, es una persona que tiene un origen social poco común para un dirigente político norteamericano. Es un hombre de madre blanca, de Kansas; de padre negro, de Kenya; que perdió a la madre, pero ha dicho que él recuerda que su madre se sacrificó para darle una buena educación. Incluso vivieron de las food stamps, el subsidio que el gobierno da a las familias pobres.
«Es decir que Obama ha conocido de cerca la necesidad y las dificultades de clase, además de los problemas de discriminación racial que existían en su país pues, como se ha recordado, cuando Obama nació, en muchos estados no sólo estaba vedado el derecho al voto para los afronorteamericanos sino que estaban prohibidos los matrimonios de personas con orígenes raciales distintos. Entre paréntesis, recientemente tuvimos de visita en nuestro centro a la conocida dirigente afronorteamericana Angela Davis y decía que el racismo había cambiado de forma, pero no había desaparecido en Estados Unidos.
«Obama desde muy temprana edad —no solo porque era de origen afronorteamericano, sino porque se desarrolló en una familia humilde— conoció de cerca los problemas de la gente humilde para sobrevivir y estudiar en Estados Unidos. Él ha reconocido mucho el papel que tuvo la madre en su formación. La madre fue una mujer que se esforzó por estudiar, que se casó primero con un kenyano y después con un indonesio, que al morir le dejó el hijo a los abuelos, que vivían en Hawai. El señor Obama es una persona que ha conocido los Estados Unidos y el mundo desde distintos ángulos y, sobre todo, desde el ángulo de los sectores oprimidos o discriminados.
«Es evidente que es un hombre inteligente, porque tiene altos rendimientos académicos y eso le permitió, a pesar de su origen, llegar a las escuelas más importantes de Estados Unidos: a la universidad de Columbia y a la Harvard Law School. Se convirtió en el primer presidente negro de la Harvard Law Review, que es una de las revistas de leyes más importantes de Estados Unidos. Esto indica que estamos ante una persona que ha vivido dificultades, que se ha enfrentado a una sociedad en la cual él no era bien recibido pero que se ha superado y ha llegado a la posición política más alta de su país.
«La propia elección de él a la presidencia de la Harvard Law Review fue enfrentando a un candidato de la derecha, pues era una posición que había estado, hasta ese momento, dominada por la derecha. Lo interesante es, según cuenta en su autobiografía, que él logró todo eso sin pelearse con nadie. Mostró, en sus orígenes, ser una persona capaz de sentarse con gentes de opiniones muy diversas y lograr encontrar puntos de coincidencia, lo cual es, sin dudas, una virtud política. En ese tiempo conoció a su esposa, Michelle Obama. Y es interesante, porque un profesor de Harvard manifestó que siempre pensó que la que iba a llegar muy lejos era ella, no él. Lo que indica que ella, una abogada negra, también es una mujer muy inteligente.
«La otra experiencia política que me parece interesante es que se fue a Chicago, que es una ciudad compleja, donde hay mucha corrupción política; donde hay muchos afronorteamericanos, muchos problemas sociales. Allí Obama se convirtió en un activista comunitario. Esto es muy interesante, porque también aquí conoció la vida de un sector importante de la población estadounidense, al tiempo que se familiarizó con los peores aspectos del sistema político estadounidense y de su modus operandi.
«Además, fue profesor de Derecho Constitucional en la universidad de Chicago. No sólo es el primer afronorteamericano que llega a presidente, sino que es uno de los pocos presidentes que tiene un antecedente de profesor universitario (Clinton y Woodrow Wilson también lo fueron). Como soy profesor universitario, eso a mí me parece bien. No es que los profesores sean perfectos, pero cuando viene de un sistema político como el norteamericano, que no se caracteriza por producir ese tipo de político, es muy interesante y llamativo.
«Luego decidió entrar a la política. Es decir, es un hombre al que le inquietó su origen, que se cuestionó, que trató de buscar respuestas por sí mismo. Esto indica, creo yo, que estamos ante una persona con apertura de mente, con disposición para entender a los demás. En Chicago tuvo una fulminante carrera política, muy rápida, pero no exenta de derrotas. Él ha demostrado, a lo largo de esa carrera política, ser una persona muy estable, muy razonable, que escucha a su rival, que trata de articular consensos, que trata de formar uniones, que es muy disciplinado. Además, tuvo la capacidad de utilizar las nuevas tecnologías para montar una campaña electoral que llevó a afirmar a muchos políticos norteamericanos que nunca Estados Unidos tuvo un equipo y una maquinaria de campaña ni tan democrática, ni tan amplia, ni tan efectiva como la que tuvo Obama.
«Creo que todo esto nos puede hacer pensar que estamos ante una figura transformadora, como lo fueron en sus condiciones históricas Abraham Lincoln y Franklin D. Roosevelt, dos presidentes que Obama admira. Estos presidentes dirigieron el país en tiempo de cambios. No me atrevería a decir cuál o cuán profundo va a ser el cambio, pero creo que no es acertado decir que esto es más de lo mismo, o el mismo perro con diferente collar.
«Creo que esto es un cambio. Por las dos razones, no sólo por Obama, porque a veces tenemos el defecto de fijarnos más en las personalidades y no en lo que acontece, y porque hay tendencias sociales que impulsan al cambio. Se pueden tener todos los atributos que se quieran, pero si las condiciones políticas no son favorables y, además, no son adecuadamente interpretadas, es muy difícil avanzar y mucho menos impactar en la sociedad en que se vive. Yo creo que aquí se dan las dos cosas. Una situación política importante de cambios y el surgimiento de una figura que representa distintos sectores sociales, opresores y oprimidos, que están interesados en algún tipo de cambio.
«Yo diría que Obama debe contar con el apoyo de grupos importantes de poder, grupos que quieren cambiar algunos de los rasgos más negativos de la política norteamericana actual, pero que al mismo tiempo está vinculado a un movimiento y a una base social que quiere cambios más que cosméticos. Por eso Colin Powell dijo de él que es el dirigente transformador que el país necesitaba.
«Esto no quiere decir que porque Obama sea presidente el imperialismo dejará de ser esencialmente lo que es, no digo eso. Lo que pasa es que a veces nos olvidamos de que hubo un John F. Kennedy, un Woodrow Wilson, un Franklin D. Roosevelt: presidentes brillantes, hombres que hicieron cosas que no se pueden decir que sean negativas.
«Kennedy quizás fue uno de los adversarios más fuertes de la Revolución, y el propio Fidel Castro ha hablado muy bien de Kennedy. Kennedy era un hombre brillante, sin ninguna duda. Tuvo la virtud, después de la crisis de octubre de 1962, de intentar darle un giro a la política norteamericana hacia Cuba que abortó a causa de su asesinato. Pronunció el famoso discurso del 10 de junio de 1963, en la American University de Washington —que es una pieza de oratoria importantísima de cómo buscar la paz—. Estos son hechos históricos innegables. Eso me inclina a pensar que estamos en un momento de cambio que no pueden ser meramente cosméticos pues si son cosméticos, las tres crisis que enfrenta Estados Unidos se agudizarán.
«Creo que la clave está en los síntomas de un cambio paradigmático en las políticas públicas, sobre todo en el plano doméstico. No quiere decir que deje de ser capitalista. El otro día alguien me dijo: “tú lo que quieres decir que viene un imperialismo light”. Bueno, tal vez eso es lo que viene. Yo diría que viene una etapa de un imperialismo pragmático. Pero tenemos que posponer el análisis y el pronóstico porque todavía hay importantes incógnitas y hay también fuertes tendencias inmovilistas.
«Para resumirlo, la elección no cambió nada todavía, salvo quizás en el plano ideológico y en el plano de la correlación interna de actores sociales y políticas, pero creó las posibilidades para un cambio que podrá ser más o menos profundo en los modelos de aplicación de la hegemonía y la dominación internas y externas.»
¿Cuál ha sido, grosso modo, la política de Estados Unidos hacia Cuba durante las diferentes administraciones norteamericanas durante este último medio siglo?
—Creo que desde la administración Eisenhower para acá, la política norteamericana hacia Cuba ha tenido un alto grado de continuidad, tanto en sus objetivos como en sus instrumentos, y ha estado basada en algo que yo llamo “el síndrome de la fruta madura”: la idea de que Estados Unidos tiene que controlar a Cuba, tiene que decirle a Cuba cómo comportarse. Esto va más allá del propio modus operandi del imperialismo como sistema.
«La voluntad de apoderarse de Cuba o de someterla a sus intereses es un antecedente histórico sumamente fuerte que data de principios del siglo XIX, antes de que Estados Unidos se convirtiera en una potencia imperialista según la definición leninista, y que desembocó en la imposición de la Enmienda Platt en 1902 y en toda la historia republicana hasta 1959 como lo demuestran las instrucciones de Enoch Crowder al presidente Zayas, la “mediación” de Sumner Welles o los juegos de canasta del embajador Gardner con el dictador Fulgencio Batista.
«Esta voluntad hegemónica sobre Cuba creo que ha sido un factor permanente, lo cual no quiere decir que una relación normal con Estados Unidos sea imposible o que necesariamente tenga resultados negativos para Cuba. Creo que Cuba puede tener una relación normal con Estados Unidos que puede ser mutuamente beneficiosa siempre y cuando se cumplan determinados requisitos. Quiero aclarar eso porque la intromisión norteamericana en los asuntos cubanos no sólo es inaceptable en términos éticos y morales, sino porque históricamente ha tenido un balance negativo para la sociedad cubana en su conjunto, aunque pudo haber tenido algunos aspectos positivos.
«Por tanto no rechazo que Cuba se apropie de todo cuanto pueda haber de progresista, tecnológica o culturalmente en ese país. La cercanía de Estados Unidos y las relaciones normales con Estados Unidos pueden tener efectos positivos si se aprovecha adecuadamente sin concesiones. Un ejemplo: Cuba tuvo la televisión muy temprano por la cercanía a Estados Unidos y por la relación de dependencia. Ahí hay un ejemplo de algo que no creo que sea negativo.
«En cuanto al “síndrome de la fruta madura”, quizás se pueda decir que desde el triunfo de la Revolución en 1959 este ha sido el pensamiento y el curso de acción preferido por los gobiernos norteamericanos de turno con la quizás probable excepción del de James Carter en 1977-1981, cuando no hubo una política clara de tratar de subvertir o derrocar al gobierno revolucionario, pero fue un paréntesis muy breve. Si Carter hubiera sido reelecto, probablemente otra cosa hubiera sucedido. Yo creo que Carter, en una segunda administración, hubiera tratado de normalizar las relaciones con Cuba en condiciones de mutuo respeto y beneficio.
«El primer rasgo que hay que subrayar es continuidad en el objetivo principal, que es derrocar al gobierno revolucionario por cualquier medio posible. Creo que hay un segundo objetivo que también es importante: contener el ejemplo de Cuba, es decir, que no haya “nuevas Cubas” en América Latina y el Caribe. Eso explica la invasión a República Dominicana en 1965, el derrocamiento del gobierno de Salvador Allende en Chile en 1973, explica la invasión a Granada 1983, la guerra sucia contra Nicaragua. La política de la Alianza para el Progreso fue diseñada para evitar “nuevas Cubas”, pero no por la vía de la represión, sino por la vía de la reforma. Eso es un viejo debate de la política norteamericana sobre qué es lo más efectivo contra el comunismo, contra los países socialistas, o contra los gobiernos nacionalistas, si el garrote o la zanahoria.
«Lo otro que me parece importante en la política norteamericana hacia Cuba ha sido la multiplicidad de instrumentos utilizados para lograr esos objetivos. Por supuesto, el más conocido y del que más se habla es el bloqueo económico, comercial y financiero. Sobre el que pienso que su definición está muy clara en un documento del año 1960 que habla sobre la necesidad de provocar el hambre, la desesperación y el derrocamiento del gobierno. El funcionario norteamericano que lo redactó lo dice y lo argumenta muy claro y yo no veo cómo se pueda decir que eso tiene otros objetivos diferentes. Yo sé que lo han tratado de ocultar con el subterfugio de llamarlo “embargo”, pero para mí es una política que ha estado diseñada para eso.
«Ha habido momentos en que todo el arsenal más terrible de las operaciones encubiertas fue utilizado contra Cuba: atentados terroristas, intentos de asesinatos, sabotajes. Estos causaron enormes daños a nuestra sociedad y a muchos ciudadanos cubanos personalmente. ¿Cómo olvidar el sabotaje del La Coubre, los caídos en los bombardeos previos y durante la batalla de Girón, los ataques de lanchas piratas, el suministro de armamentos a las bandas en la década de 1960, el atentado contra el vuelo de Cubana en Barbados, etc.? Puede ser que algunos de esos actos no fueran ordenados directamente por el gobierno de Estados Unidos, pero la responsabilidad moral por promover una guerra sucia contra el pueblo cubano, entrenar a sus ejecutores y por proteger a sus peores perpetradores es ineludible.
«También han tratado de utilizar todos los medios posibles para aislar a Cuba diplomáticamente. Esto en una época fue relativamente efectivo, cuando todos los países de Latinoamérica rompieron con Cuba. Pero eso se ha hecho cada vez más difícil. No quiere decir que Estados Unidos no trate de quitarle legitimidad internacional al gobierno cubano, lo han hecho siempre, cada vez que han podido. Incluso, yo diría que ese es un componente importante de la política: es la idea —y de eso vamos a hablar después porque creo que tiene que ver con Obama— de que si el gobierno norteamericano se sienta a conversar con Cuba, le está confiriendo legitimidad a su gobierno.
«De esto hay un antecedente, cuando se negociaron los acuerdos de paz de Angola, proceso que duró un año, y que condujo a los acuerdos de Nueva York. Ese fue un modelo que me parece muy interesante y creo que, además, ahí nuevamente se demostró la brillantez política y militar de Fidel Castro. Yo creo que Fidel, en la última etapa de la guerra de Angola, creó las condiciones militares para poder conducir una negociación diplomática efectiva donde Cuba pudiera retirar las tropas de manera victoriosa y digna.
«En el contexto de esas negociaciones un alto funcionario del Departamento de Estado norteamericano sugirió que se podían negociar con Cuba otros temas: “no son tan malos como los pintan, podemos sentarnos a negociar, saldrán cosas positivas de esas negociaciones.” Acababa de obtener la presidencia George W.H. Bush (padre de Bush Jr.), y el Secretario de Estado, que era entonces James Baker, emitió un documento —conocido como el memorandum Baker— que decía textualmente: “no negociaremos jamás con Cuba nada que legitime o beneficie al gobierno cubano, salvo en aquellos casos que tengan que ver con la seguridad nacional de Estados Unidos.”
«El señor Baker hizo esa salvedad porque estaba pendiente el tema migratorio y a Estados Unidos le interesaba, por problemas de seguridad nacional, una negociación con Cuba en este tema. Por supuesto, al funcionario que propuso la negociación lo botaron. Esa fue la fórmula y se ha cumplido totalmente. Creo que ese es un rasgo muy importante a tener en cuenta en el contexto de lo que está diciendo Obama, de que él conversará con Cuba, porque eso sí sería un cambio, evidentemente.
«La otra cosa es el tema de la subversión política. Es un tema escabroso. Resulta paradójico que, para sus objetivos, Estados Unidos comete un error muy grave. Desde el Plan de la CIA contra Cuba adoptado en la Administración Eisenhower, un objetivo claro es el de crear una oposición creíble favorable a Estados Unidos. Más allá de la consideración ética y legal de que el gobierno de Estados Unidos no está calificado moral ni jurídicamente para intervenir en asuntos internos cubanos con el objetivo de subvertir al régimen o al gobierno cubano, es evidente que ponerse al frente de la oposición deslegitima cualquier oposición.
«Pero con ese proceder, el gobierno de Estados Unidos ha perdido toda posibilidad de tener alguna influencia en Cuba. A mí siempre me gusta contrastarlo con el caso de Canadá. Tenemos dos concepciones distintas de la política, de los derechos humanos, de la democracia, y eso no ha impedido que vengan 600 mil canadienses a visitar Cuba, que la multinacional canadiense Sherrit International sea la principal inversora en Cuba y que haya un comercio intenso entre ambos países. ¿Cuál es el resultado que han tenido los canadienses? Que probablemente Canadá esté entre los países más populares en Cuba a pesar de ser capitalista. ¿Han promovido los canadienses un cambio de gobierno en Cuba? No, pero si lo que se persigue es que un país sea bien visto, que tenga influencia, que se le escuche y que se le respete, creo que esa es la mejor política que debe tener todo Estado. Pierre Trudeau, primer ministro de Canadá en los 70, mantuvo una amistad y una influencia importante con Fidel Castro gracias a que respetó a Cuba y a sus autoridades legítimas.
«No veo nada negativo en que haya un intercambio cultural y científico fuerte entre Cuba y Estados Unidos. Creo que eso sería beneficioso para los dos países. Y no creo que eso nos subvierta. No creo que cuatro MacDonalds y tres pitusas pongan en peligro al socialismo cubano. Eso no va a pasar.
«Esa es una política que está ahí: Radio Martí, TV Martí, financiamiento de los grupos de llamados “disidentes”. Todo eso es una política subversiva, que ningún cubano puede aceptar. Creo que tiene un efecto contraproducente que ilegitima a cualquiera que se ponga en esa posición, pues deviene en agente enemigo, aunque haga la crítica más válida a la Revolución. Pero ningún gobierno norteamericano en estos cincuenta años ha cambiado nunca, salvo Carter, repito; al revés, la han ido incrementando, y, por tanto, lo único que hacen es perjudicar a la sociedad cubana y no lograr absolutamente nada.
«Afortunadamente nunca hemos llegado a un conflicto militar directo, pero la amenaza militar ha estado ahí, se ha mantenido la Base Naval de Guantánamo. Como reconoció el presidente Raúl Castro hace poco, hay conversaciones entre militares de ambos países, ya llevan varias reuniones mensuales, es decir, ahí hay un espacio de cooperación. Por cierto, esta cooperación es posible porque, cómo han dicho tanto Fidel como Raúl, Cuba ha logrado la invulnerabilidad militar y en ese terreno lo único que puede hacer Estados Unidos es buscar mecanismos de cooperación.
«Mi imagen de las relaciones posibles entre Cuba y Estados Unidos es que hay espacios de conflicto y de cooperación. Estos últimos son muy pocos, pero están ahí: migración, la Base, de vez en cuando un intercambio en la lucha contra el narcotráfico. Después están todos los conflictos. Lo inteligente sería que ambos países dijeran: vamos a ver todo lo que podemos pasar del área de conflictos para el área de cooperación, para beneficio de ambas partes. ¡Ojalá eso sucediera! Pero, francamente, depende más de Estados Unidos que de Cuba. El gobierno cubano ha estado dispuesto a negociar sin condiciones salvo la del respeto por su soberanía, el gobierno de Estados Unidos quiere imponerle a Cuba un “cambio de régimen” antes de normalizar relaciones. Es imposible adoptar una posición más irracional y contraproducente para los propios intereses legítimos de Estados Unidos.
«Yo creo que esa ha sido la política, que ha sido errada, que le causa costos a Estados Unidos y le rinde pocos beneficios. Un gobierno pragmático, como pudiera ser el de Obama, quizás llegaría a ponderar los costos y beneficios de esta política. Para ellos los costos han sido más que los beneficios. Creo que eso es lo que ha caracterizado la política de Estados Unidos hacia Cuba. El gobierno cubano logró, con la administración Carter, un cierto grado de diálogo. Por supuesto, se afectó mucho por lo del Mariel y por los contrarrevolucionarios que se metieron en la Sección de Intereses (SINA) por la fuerza, pero nunca se dejó de hablar con respeto. Si se pudiera retomar eso sería un primer paso.
«Pero insisto en esto, porque creo que el problema está del lado de allá, no del lado de acá. Muchas veces me preguntan por qué Cuba no hace un gesto, y digo que si de gestos se tratara, el gobierno cubano ha tenido muchos y ha recibido pocos de Estados Unidos. Creo que hay gestos que puede hacer el gobierno norteamericano que podrían desatar una dinámica de intercambio. No creo que el gobierno cubano esté en una mala disposición, siempre que se le respete, a iniciar un proceso de diálogo que lleve las cosas por otro camino.»
¿Qué elementos de la política norteamericana hacia la Isla podrían comenzar a sufrir modificaciones con la llegada de Obama al poder?
—Con respecto a Cuba, Obama ha prometido dos medidas prácticas concretas: levantar la prohibición de los viajes, cada tres años, y la otra es flexibilizar el tema de las remesas. La Secretaria de Estado designada, Hillary Clinton, lo ha reiterado recientemente en sus audiencias de confirmación en el Senado. No me queda muy claro cómo lo hará, pero pienso que no le será difícil cumplirlo. No veo ninguna razón para que no las haga, porque sólo se opone la derecha más recalcitrante dentro de la emigración cubana en Estados Unidos. Dentro de la comunidad en Estados Unidos, al parecer, hay una predisposición a que eso suceda así, aunque creo que esto último no es un factor determinante. Yo no soy de los que piensa que Miami determina la política en Washington. Esa política se determina en Washington. Utilizan a los grupos de Miami porque les conviene, pero mañana puede ser que no los utilicen; eso puede cambiar.
«Ahora bien, creo que estas dos medidas son totalmente marginales y, aunque benefician en algo a algunos cubanos que viven en Cuba, no está diseñada como gesto hacia Cuba ni puede ser interpretada como un gesto hacia el gobierno cubano. Se trata sobre todo de medidas que rectifican un error de la política irracional de Bush y complacen en primer lugar a amplios sectores de la emigración cubana en Estados Unidos.
«Creo que volveríamos, más o menos, al punto en que estábamos al final de la administración Clinton, principios de la administración Bush. Yo recuerdo que hubo un año que vinieron 210 mil ciudadanos norteamericanos a Cuba: 130 mil cubanoamericanos y el resto estadounidenses. Eso puede pasar. No es negativo, es positivo, pero, repito, es marginal y no está diseñado para satisfacer alguna demanda de las muchas que tiene Cuba con respecto a Estados Unidos.
«Lo otro que me parece significativo es que Obama ha dicho que él va a conversar con todos los adversarios. Esto fue un tema muy debatido en la campaña, sobre todo en la etapa de las primarias con Hillary. Creo que a esto no se le ha dado toda la importancia que tiene, en general, y para el caso cubano. Voy a referirme primero al general.
«Un elemento importante de la política imperialista ha sido la idea de que si Estados Unidos se sienta a conversar con un adversario le está dando legitimidad. Por tanto, hay que exigirle algo antes de sentarse a conversar. Este ha sido el procedimiento estándar de todos los gobiernos norteamericanos. Cuando la Revolución de Octubre, no reconocieron a Rusia hasta 1933, 16 años después. Con China no se sentaron a conversar hasta el año setenta y dos. Cuando se presentó el debate con la senadora Clinton, ella le dijo a Obama exactamente esto, que si Estados Unidos se sentaba a negociar con sus adversarios les otorgaba legitimidad. Obama le contestó muy inteligentemente diciendo que él no estaba de acuerdo con esa idea, pues opinaba que había que escuchar lo que dicen los adversarios, saber cuáles son sus posiciones y que hacer eso no significaba legitimar a nadie ni decir que se estaba de acuerdo con nadie. Yo creo que esto refleja un valor importante de Obama.
«A esto, en mi opinión, no se le ha dado suficiente importancia. En el caso Cuba, por lo que dije anteriormente sobre el memorandum Baker, eso sería un cambio fundamental. Que Estados Unidos reconozca que se puede sentar con el gobierno cubano a discutir sin cuestionar la legitimidad del gobierno cubano. Ese paso revertiría la relación al año 1961, que fue cuando rompieron relaciones diplomáticas con Cuba. Esto fue lo que intentó hacer Carter, era lo que pensaba hacer Kennedy cuando lo asesinaron. Creo que sería una victoria para Cuba que el gobierno norteamericano diga mañana: “vamos a sentarnos a conversar”.
«¿Hay una forma de hacerlo? Sí, claro. Restableciendo las conversaciones migratorias, que el gobierno de Bush Jr. canceló hace dos o tres años, e irlas ampliando paulatinamente. Y empezaríamos a hablar y es importante que nos hablemos. Creo que Raúl lo ha dicho en estos días, y Fidel lo ha dicho siempre: es importante hablar y, sobre todo, hallar vías para la cooperación. Hace un tiempo, escribí un artículo sobre las posibilidades de cooperación, donde analicé cuáles son las áreas de posible cooperación. (“Cuba y Estados Unidos en los umbrales del siglo XXI: perspectivas de la cooperación”, en Cuadernos de Nuestra América, Vol. XV, No. 29, Enero-Junio 2002, La Habana, Centro de Estudios sobre América, 2002, pp. 49-76)
«La relación entre los países vecinos es así. Canadá es aliada de Estados Unidos, pero hay un conjunto de temas donde ambos gobiernos tienen discrepancias o están enfrentados, y les cuesta trabajo llegar a acuerdos. Por ejemplo, en una época fue la lluvia ácida resultante de procesos productivos agresivos al medio ambiente empleados por empresas norteamericanas cerca de la frontera con Canadá.
«Toda relación internacional entre dos países tiene áreas de cooperación y conflicto. En la inteligencia de los gobiernos de ambos países está cómo manejan los conflictos y cómo manejan la cooperación. Para ello tiene que haber un régimen de reglas comunes aplicables a ambas partes y esas reglas están muy claras en el derecho internacional: igualdad soberana, no injerencia en los asuntos internos de otros estados, solución pacífica de las disputas, cooperación basada en el beneficio mutuo, etc.
«Si aquí estuviera sentado el señor Obama y me preguntara sobre este tema yo le diría: primero, elimine a Cuba de la lista de Estados terroristas; segundo: quite al “coordinador” para la transición en Cuba y todo lo que emana de la Comisión para la supuesta ayuda a una Cuba Libre; y tercero, elimine todas las medidas que significan injerencia en los asuntos internos de Cuba como las transmisiones de radio y televisivas y el financiamiento de los grupos contrarrevolucionarios. Finalmente, ofrezca negociar la salida de la base naval de Guantánamo con lo cual mataría dos pájaros de un tiro.
«Por otra parte, si envía señales positivas al Congreso, es posible que allí se adopten acuerdos que pueden ir desde la eliminación de la Ley Helms-Burton y la Ley Torricelli, hasta la flexibilización de los viajes de norteamericanos a Cuba, no solo de los cubanoamericanos. Para mí debe haber un libre flujo de personas, en ambas direcciones.
«Por supuesto, en la agenda de demandas cubanas estaría buscar una solución que permitiera el regreso a la patria de los Cinco Héroes. Su injusta condena puede ser resuelta en las apelaciones que llevan a cabo sus abogados a través del sistema judicial, pero Cuba tendría que insistir en el tema hasta que se lograra su excarcelación.
«Si Estados Unidos empezara a favorecer los intercambios científicos, académicos y culturales en vez de entorpecerlos, creo que sería otro paso, y no muy costoso. Creo que una de las habilidades que ha tenido Obama es haber llegado a la presidencia sin contraer muchas deudas por el camino, lo cual le facilita dar estos pasos. Más bien hay muchos deudores, entre ellos la señora Clinton, que la llamó y la incluyó en su gabinete. Eso lo cubre a él muy positivamente. Es lo que pienso del tema.»
Profesor, UD. acaba de hacer referencia al tema de los cinco prisioneros cubanos en Estados Unidos. El gobierno cubano, que no ha cejado en demandar su liberación, sin embargo ha reconocido que estos cinco cubanos estaban a su servicio al momento de ser arrestados. Esto nos hace pensar que se trata efectivamente de agentes de los servicios especializados de Cuba que actuaban en territorio norteamericano, aún cuando se afirma que no buscaban información sobre la seguridad nacional de Estados Unidos, sino sobre grupos opositores, en algunos casos violentos. ¿Puede dar algunos elementos más sobre este caso?
—Este caso demuestra la disfuncionalidad de la relación entre Cuba y Estados Unidos. Ambos gobiernos reclaman oponerse al terrorismo y de hecho sus territorios y nacionales han sido objeto de ataques terroristas. Si bien Cuba tiene sobradas razones para concluir que la mayoría de los actos terroristas cometidos en su contra (si no todos) han sido realizados por agentes al servicio de Estados Unidos en el momento de cometerlos o con posterioridad o promovidos por sus servicios especializados, Estados Unidos nunca ha podido probar que el gobierno cubano haya colaborado o promovido actividades terroristas en su contra.
«En este sentido hay que separar los apoyos que en algún momento el gobierno cubano dio a movimientos guerrilleros en distintas partes del mundo. No está en la filosofía del Gobierno cubano la promoción de acciones terroristas, no lo hicieron el Ejército Rebelde ni los movimientos revolucionarios que condujeron acciones clandestinas de sabotaje durante la lucha contra la dictadura batistiana, tampoco se ha hecho en los 50 años de poder revolucionario. Así que se puede afirmar que en esa ayuda solidaria nunca hubo una pizca de estímulo a la actividad terrorista. Al que tenga dudas sobre esto que lo demuestre con hechos concretos.
«Por el contrario, el Gobierno cubano no ha tenido ninguna duda cuándo ha podido cooperar con el Gobierno de Estados Unidos en este terreno. Baste un ejemplo que me parece ilustrativo. El doctor Néstor García Iturbe, ex diplomático cubano que sirvió en la Misión de Cuba en Naciones Unidas en Nueva York a fines de los 70 y principios de los 80, narra en su reciente libro, Diplomacia en las Sombras, un incidente que sucedió en 1984, cuando los servicios especiales cubanos conocieron, a través del trabajo de sus agentes en Estados Unidos, de un plan para asesinar al presidente Ronald Reagan.
«De inmediato, cumpliendo instrucciones de la más alta dirección, se le comunicó al Servicio Secreto de Estados Unidos la información de que se disponía. Aunque el Servicio Secreto intentó inicialmente conocer por qué vías y de qué fuentes se había valido el Gobierno cubano para obtener dicha información, este dato no se les suministró. Tampoco insistieron ni protestaron por el hecho evidente de que la parte cubana había obtenido la información por vías especializadas.
«Poco tiempo después el Servicio Secreto comunicó, por los canales usuales, que habían comprobado la información, que era totalmente cierta, que habían operado el caso y que habían desarticulado la conspiración, agradeciendo a la parte cubana su cooperación. Esto no es raro. La historia de los servicios especializados de seguridad está llena de casos en que servicios adversarios cooperan cuando entienden que hay hechos en los que puede haber un interés común.
«Teniendo en cuenta este antecedente, resulta aún más injusto e inexplicable lo sucedido con los que el Gobierno y el pueblo cubano llama los Cinco Héroes. Estos cinco jóvenes agentes estaban en Estados Unidos buscando información sobre las actividades terroristas contra Cuba y los servicios de contrainteligencia norteamericanos difícilmente puedan reclamar sorpresa por tales actividades que en el pasado fueron conocidas y toleradas. Esta decisión tuvo que tomarse después de resultar evidente que el Gobierno de Estados Unidos no estaba en disposición de tomar medidas para detener las acciones terroristas contra Cuba.
«El Gobierno cubano ha propuesto en varias ocasiones la firma de un acuerdo para regularizar la cooperación en la lucha contra el terrorismo y, al igual que ha sucedido con propuestas similares de lucha contra el narcotráfico y el tráfico de personas, Estados Unidos lo ha rechazado.»
¿Cuán importante o no resulta para Cuba la normalización de las relaciones con Estados Unidos en nuestro actual contexto?
—La pregunta es un poco compleja. Creo que es importante para Cuba normalizar sus relaciones con Estados Unidos sobre la base del respeto a la soberanía. Ese es el primer elemento a tener en cuenta. Si hay una normalización sobre esta base, eso sería, primero, una victoria. Eso nos daría oportunidades comerciales y económicas importantes. Diría que las más importantes son en materia turística, donde los estudios que he visto prevén el arribo a Cuba de entre 3 y 5 millones de turistas norteamericanos.
«Hay a quién le preocupa tantos turistas norteamericanos. A mí no. Creo que en todas estas cosas siempre hay costo y beneficio. Es verdad que con el turismo viene un poco de droga, cierto desorden, pero creo que la parte económica beneficia enormemente y Cuba ha demostrado capacidad para manejar grandes cantidades de turistas, protegerlos y protegerse. Habrá que emplear más recursos de alojamiento, seguridad, etc., pero habrá también más recursos.
«La clave de si estas medidas nos afectaran o no, está en lo que se haga en Cuba. Creo que el país está abocado a transformaciones estructurales y de concepto que pueden resolver el problema fundamental que es el del salario. El presidente Raúl Castro ha manifestado lo que no se puede interpretar sino como una línea de trabajo del gobierno y del partido en la que prima el desarrollo de las fuerzas productivas y la de poner la tierra y los recursos en manos de los que puedan producir mejor con el adecuado estímulo material. La prioridad es que estemos mejor, sin perder lo que ya tenemos en términos de conquistas colectivas. El siguiente paso es que cada cubano pueda, por sus propios medios, por su propio trabajo, vivir mejor. Si eso se da, no hay que temer lo que signifique el levantamiento del bloqueo.
«Es muy importante, para las futuras relaciones con Estados Unidos, que nosotros lleguemos a un punto donde todo lo que se ha logrado se revierta en beneficios tangenciales. Sé que, socialmente, hemos resuelto dos problemas importantes: educación y salud, con sus dificultades. Estamos hablando de un momento donde eso no está funcionando tan bien como debía funcionar. Hay un tercer problema social que debíamos resolver y que ahora los huracanes lo pusieron sobre el tapete, que es la vivienda. Eso es un déficit social de esta Revolución social. No hemos logrado establecer una política adecuada para que la gente pueda tener una casa decorosa.
«De lo que se trata es que si logramos la invulnerabilidad militar, como han dicho Fidel y Raúl, ¿por qué no vamos a ser capaces de lograr la invulnerabilidad económica? Para mí la invulnerabilidad política a cualquier agenda encubierta está en lograr esa invulnerabilidad económica de manera tal que ni a Estados Unidos ni a ningún otro gobierno se le ocurra que puede presionarnos económicamente para producir concesiones políticas.
«Creo que una de las características históricas de Cuba ha sido la vulnerabilidad de su economía. Dependemos mucho del mundo. Las inversiones, el turismo, todo. Si tuviéramos petróleo, otro gallo cantaría. Somos vulnerables y eso es un punto flaco. Es muy importante lograr que el bloqueo se levante, pero más importante es poder decirle a Estados Unidos: da igual que se mantenga o levante el bloqueo, porque Cuba va a prosperar de todas formas. Sin el bloqueo va a prosperar más, y con el bloqueo va a seguir prosperando, porque se van a diseñar políticas económicas efectivas y se va a utilizar lo más importante que tenemos, que son las habilidades y la capacidad de sobrevivir del cubano. Y hay que estimular eso. Y yo diría que esto último es vital para las relaciones con Estados Unidos.
«Creo que a todos nos molesta que haya personas que dependan de las remesas para su sostenimiento. Sobre esto hay que trabajar. Si levantan el bloqueo, creo que debemos aprovechar las oportunidades. Creo que es bueno tener una relación normal con Estados Unidos. Al final, una relación normal significa que tenemos acceso a veintitantos por ciento de la economía mundial, es decir, comerciaríamos con el 100% de la economía mundial. No tenemos acceso al mercado turístico norteamericano, que sería muy importante, no tenemos acceso a las inversiones norteamericanas.
«Hay gente que le preocupa si podremos manejar eso. Lo hemos hecho con los europeos, con los canadienses, por qué no con los norteamericanos. Y no me preocupa que haya un intercambio cultural que signifique que estemos al día, que conozcamos el más reciente producto cultural norteamericano. Hay a quien le preocupa. Yo creo que la identidad cubana es muy fuerte, demasiado fuerte como para ser avasallada por ningún producto cultural. A mi criterio, culturalmente también somos invulnerables.
«En resumen: ¿Es importante la eliminación del bloqueo y el establecimiento de relaciones? Sí. ¿Es imprescindible? No.
«Creo que la normalización de las relaciones es importante económica y políticamente, porque sería un gran logro, pero siempre sobre la base del respeto mutuo. Eso se ensayó cuando empezaron las Secciones de Intereses, en la década de los ’70, que venían grupos culturales. Era un acuerdo entre gobiernos. También creo que en ambas comunidades científicas hay quienes quieren tener esos contactos, y serían beneficiosos.
«Yo creo que si nos basamos en los principios ya reconocidos del derecho internacional —no injerencia en los asuntos internos, beneficio mutuo y negociación pacífica de los conflictos— ¿qué más podemos pedir? Y eso sería una victoria para Cuba. No obstante, repito, Cuba no puede hacer depender su futuro de una normalización de las relaciones con Estados Unidos, porque si no, se pondría en una situación de debilidad. Y aquí la pequeña y subdesarrollada es Cuba, los grandes y desarrollados son los Estados Unidos. Y cuando hay esa asimetría de poder económico y militar es muy fácil que el poderoso se sienta tentado a imponer sus condiciones.»