Ahora la conversacin es ms en alto
– Usted cree que todava hay espacio para m?
– Qu pregunta, Dios mo! Usted se siente inseguro? Ha ledo los ndices del mercado financiero?
– Es que las cosas en la Tierra cambian a una velocidad difcil de seguir. Antes yo era conocido como el Creador. Ustedes me agradecan a m el ciclo de las estaciones, los frutos de la tierra, la lluvia y los vientos, las aguas de los ros y los peces del mar. Cual mesa llena, cre la naturaleza para el bien de ustedes.
– S, Seor, s que abusamos de su oferta. Al inicio sacbamos de ella lo necesario para la sobrevivencia. Para que no escaseara, respetbamos sus ritmos. Despus descubrimos cmo reproducir la naturaleza: inventamos la agricultura y la ganadera. Y lo que tena valor de uso pas a tener valor de cambio. Nuestra ambicin de riqueza transform la ddiva en mercanca.
– Qu hacen con la inteligencia que les di?, replic Dios. Qu diablo de avance cientfico es este que dio origen a la proliferacin de armas nucleares, qumicas y biolgicas, capaces de provocar destruccin en masa? No ven que estn destruyendo la biosfera?
– Perdn, Seor. Andamos liados en una paradoja: nuestro crecimiento econmico no beneficia a los pobres y termina en la degradacin ambiental.
– Antes ustedes estaban sometidos a la naturaleza, observ Dios. Haba una estrecha relacin entre el ser humano y su entorno natural. Era un caso de amor. Ahora el proceso se invirti: ustedes han adquirido el poder de someter la naturaleza.
– No era lo que usted quera? El da sexto de la creacin no recibimos la orden de dominar los peces del mar, las aves del cielo y los reptiles que se arrastran por la tierra?
– Dominar es una cosa; violar o estuprar es otra, reaccion Dios. Ustedes han llegado demasiado lejos: envenenaron ros y mares, contaminaron la atmsfera y ahora interfieren en los procesos qumicos que determinan el envejecimiento orgnico y manipulan tecnolgicamente los procesos genticos. A dnde pretenden llegar? Quieren crear vida humana en el laboratorio y alcanzar la inmortalidad?
– Estamos movidos por el lucro, Seor. Todo lo que multiplica el dinero constituye una obsesin para nosotros.
– Ustedes slo saben conjugar los verbos sumar y multiplicar? Y restar y dividir? Cmo quedan los pobres?, objet Dios.
– Acabar con el hambre de los pobres no produce dividendos, pero clonar seres vivos es sinnimo de mucha fortuna. Antes la poltica diriga la economa; ahora la economa somete la poltica y arrincona la tica.
– No ven que la economa est patas arriba?, exclam Dios.
– Explquelo mejor, Seor.
– Nunca se produjo tanto con tan pocos productores. La tecnologa de punta sustituy el trabajo directo, condenando a millones de familias a la informalidad en el sector de servicios y a otras tantas a la miseria. La violencia se globaliz. La dinmica del capital provoca una competitividad exacerbada. Islas de riqueza y de prosperidad estn rodeadas de hambre y penuria por todos los lados. No se dan cuenta de que promueven el diluvio y, esta vez, sin un arca que pueda salvarlos?
– Es verdad, Seor, toda nuestra vida social est contaminada por la mercantilizacin. Al contrario de los antiguos, ya no tenemos una moral que sirva de raz a nuestra visin del mundo. Ni s si tenemos una visin del mundo. El lmite de nuestro horizonte es la pantalla de la televisin. Hoy vivimos en una sociedad pluralista, donde la religin tambin se transforma en artculo de consumo, y la tica se desmorona como base de un modo de pensar y de actuar comn a todos. Cada uno mira por s y Dios por ninguno.
– A pesar de ello, contino apostando por todos, suspir Dios. Soy Padre, pero no soy paternalista. No habr de interferir de nuevo en la historia humana, como hice al enviar a mi Hijo. Les di un mundo paradisaco, un jardn. Ustedes lo estropearon casi todo: contaminaron los lagos, cortaron los rboles, cazaron los pjaros, destruyeron la grama, secaron las fuentes. Ahora tratan de remediarlo. Encontrar fundamentos ontolgicos a los principios ticos y polticos capaces de regular la vida social y personal. No tiene sentido la cohesin social derivada de la coercin oficial promovida por el Estado. Les cre libres, hasta el punto de poder rechazarme y cerrarse a mis dones. Si no recuperan la libertad con las armas de la justicia, la espiral de violencia slo tender a crecer.
Retom el comienzo del dilogo:
– Por qu pregunta si todava hay espacio para su presencia? No ve que el mundo es cada vez ms religioso? Proliferan las iglesias, los templos, los cultos, las sectas, los movimientos esotricos. El ateismo pierde fieles, la fe est ms viva que nunca.
– No es se el espacio que busco, replic Dios. Tambin la religin se vuelve fuente de lucro y de poder. Mi pregunta es otra: hay espacio para m en el corazn humano? Es mi voluntad lo que buscan las personas? O son movidas por la vanidad, por la ambicin, por el egosmo? Quin es capaz de reconocerme en el rostro del que tiene hambre, del que est oprimido o excluido?
– Voy a ser sincero, Seor. En ese sentido, no hay mucho espacio. Nuestros corazones se olvidan de orar, de tener compasin, de promover el gesto solidario. Temo que, despus de haber roto la comunin con la naturaleza, estemos ahora dividiendo la familia humana. Y de paso nuestra sintona con el Seor.
– S, ustedes me alaban con los labios pero no con el corazn. Me hacen cultos, pero no dejan libre al oprimido. Aman ms la apariencia que el don.
Qued preocupado:
– Vas a dejarnos a la deriva? Vas a suprimir tu obra, a reducir a nada la Creacin?
– De ningn modo. Por ms estpidos que sean, no dejo de amarlos. Ni pretendo abandonarlos. Ustedes tendrn que aprender de sus propios errores. Slo espero que no sea demasiado tarde.
Antes de que se marchase pregunt:
– Seor, en caso de que quiera encontrarlo, dnde debo buscarlo?
– No necesitas ir lejos, dijo con una punta de irona. Basta un balbuceo en tu mundo interior. Estoy en el lado de atrs de tu corazn. Pero prefiero que me encuentres en el rostro de los que sufren.