El próximo 20 de octubre se llevarán a cabo unas elecciones generales decisivas en Bolivia. Continuidad o cambio serán las alternativas.
Por Guillermo Javier González y Yair Cybel / CELAG
Bolivia se prepara para los comicios que tendrán lugar el domingo 20 de octubre, para los cuales estarán habilitados a sufragar un total de 7.315.364 bolivianos. Se escogerán presidente y vicepresidente, 9 representantes ante organismos supraestatales del exterior y los 130 diputados y 36 senadores que renovarán la Asamblea Legislativa Plurinacional.
El sistema electoral boliviano, de mayoría relativa, precisa que para elegir presidente es necesario que un candidato obtenga o bien más del 50% de los votos válidamente emitidos o superar el 40% con una ventaja superior a los 10 puntos porcentuales por sobre el segundo más votado. En caso de que ninguna de estas dos posibilidades ocurra, las dos primeras fuerzas deberán dirimir la Presidencia por la vía del balotaje, el cual se realizaría, en esta oportunidad, el 15 de diciembre.
Esta será la primera ocasión en que se lleven a cabo elecciones generales en Bolivia tras haberse realizado unas primarias[i], las cuales tuvieron lugar el pasado 27 de enero y en las que los militantes de cada uno de los partidos políticos definieron las candidaturas que integrarían las respectivas fórmulas presidenciales. De allí surgieron los nueve binomios –presidente y vicepresidente- que competirán por la Presidencia si bien, como detallaremos a continuación, han habido algunas renuncias y reemplazos posteriores.
Aspirantes a la Presidencia
La fórmula del Movimiento Al Socialismo (MAS), conformada por el actual presidente, Evo Morales, y el vicepresidente, Álvaro García Linera, buscará su cuarto período consecutivo de Gobierno. Como principal contendiente se sitúa Carlos Mesa, por una coalición política de centro-derecha denominada Comunidad Ciudadana (CC). Carlos Mesa ya ejerció la Presidencia de Bolivia entre 2003 y 2005 tras la huida de Gonzalo Sánchez de Losada. Finalmente, Mesa terminaría renunciando también tras una nueva oleada de protestas.
Detrás de ellos se ubica Óscar Ortiz, por la alianza Bolivia Dice No (BDN), una candidatura que sigue la estela del federalismo cruceño y que ha tenido grandes dificultades para consolidar su propuesta a nivel nacional. Durante la precampaña, las presiones para que renunciara y facilitara una candidatura unificada antimasista, llevaron a la renuncia de su compañero de fórmula, Edwin Rodríguez. En cuarto lugar entre las preferencias se ubicaría el outsider que más polémicas ha propiciado en la recta final: el médico y pastor evangélico originario de Corea del Sur y naturalizado boliviano, Chi Hyun Chung, quien a fines de agosto reemplazó al expresidente Jaime Paz Zamora como presidenciable por el Partido Demócrata Cristiano (PDC), luego que Zamora declinara su postulación.
Por último, completan las opciones el gobernador de La Paz, Félix Patzi, del Movimiento Tercer Sistema (MTS), el exvicepresidente Víctor Hugo Cárdenas, de la Unidad Cívica Solidaridad (UCS), Virgilio Lema, del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), Israel Franklin Rodríguez, del Frente Para la Victoria (FPV), y la única candidata mujer, Ruth Nina, del Partido Acción Nacional Boliviano (PAN-BOL).
Estrategias discursivas
“Futuro seguro” fue el slogan central de la campaña de Evo Morales. La idea remite a una reelaboración comunicacional del concepto de estabilidad, principal activo de su gestión. En la propuesta audiovisual y gráfica la continuidad de las políticas de inclusión, los bonos sociales y la distribución del ingreso convivieron con imágenes del presidente inaugurando obras y presentando avances en industrialización, desarrollo económico y soberanía energética. Se trata de una estrategia que buscó sacar réditos a la valoración positiva que tiene la mayoría de los bolivianos respecto al Gobierno del MAS –según la última encuesta de Celag[ii], el 67% evalúa como positiva la gestión de Evo Morales-.
Al mismo tiempo, el “futuro seguro” operó como recurso discursivo para construir un antagonismo con un pasado inestable, edificado en la figura de Mesa y sustentado en la idea de “volver al FMI” y a las políticas de ajuste, lo que encajó muy bien con un Mauricio Macri derrotado al otro lado de la frontera sur.
“También aprendimos de nuestros errores”, expone a cámara Morales en otro de los productos oficiales. Junto con la reivindicación de los logros en materia económica y de gestión, el Gobierno intentó mostrarse crítico y propositivo hacia lo que viene, en un gesto por interpelar al sector de indecisos. Un futuro Ministerio de Ciencia y Tecnología, créditos para vivienda o el programa “Empleo bicentenario”, orientado a la inclusión laboral para jóvenes emprendedores, fueron algunas de las principales promesas de campaña.
En la vereda de enfrente, la campaña de Carlos Mesa se estructuró bajo la idea de “una Bolivia Mejor”. Sin embargo, el slogan “ya es demasiado” fue el verdadero aglutinador de la discursividad opositora. Muchas de las piezas producidas por el candidato de Comunidad Ciudadana se orientaron a alimentar la desconfianza en el funcionamiento de los poderes públicos: persecución judicial, fiscales sobornados, críticas al sistema de salud, denuncias de corrupción policial y política.
“Vamos a proteger los bonos. No vamos a privatizar”, dice en uno de los spots un Mesa de camisa blanca y jean mientras camina a cámara rodeado de varones y mujeres que asienten sonrientes. A tono con el corrimiento que adoptan las campañas opositoras en países donde gobiernan proyectos progresistas, Carlos Mesa debió adaptarse a los idearios que priman en un país en el que el 61,7% considera que los bonos sociales son imprescindibles para una mejor calidad de vida y más de la mitad valora positivamente la nacionalización de los recursos estratégicos, como se desprende de la última encuesta de Celag. “No nos digan que este es el mejor país que podemos tener”, afirmaba Mesa en otro spot en el que reconocía logros de gestión, evitando centrarse en aspectos económicos para encarar, en cambio, una campaña de contraste con el MAS recurriendo al factor hartazgo.
Una de sus tácticas más persistentes en el último tiempo fue la de atribuir a Morales la responsabilidad de las pérdidas ambientales generadas por los incendios en los bosques de la Chiquitanía. No es un hecho menor que el tramo final de las campañas de la oposición esté marcado por la irrupción de los cabildos celebrados por comités cívicos en Santa Cruz y en La Paz, en los que se abogó por el voto antiEvo y el desconocimiento de los resultados electorales. En el último mitin de La Paz convergieron tanto Carlos Mesa como Óscar Ortiz, y sus discursos comenzaron a moverse en tándem con los resultados de algunas encuestadoras que señalan que habría balotaje. De este modo, buscan crear un clima proclive a la instalación de la idea del fraude electoral en caso que Morales termine imponiéndose en primera vuelta.
Lo que dicen las encuestas
A esta altura, nadie pone en duda que los resultados del 20 de octubre arrojarán un triunfo del oficialismo, por lo que el MAS conseguirá, por cuarta ocasión consecutiva, erigirse como el partido más votado. La incógnita esta vez pasará por develar si el caudal de votos que recibirá será suficiente para consagrar a la fórmula Morales-García Linera o si, por el contrario, será necesario recurrir al balotaje a fin de dirimir -seguramente con Mesa- quién se hará con la Presidencia. Se da por descontado que el presidente la tendrá más difícil en esta ocasión, luego de haberse impuesto con holgura en sus tres triunfos previos, en los que Evo cosechó el 53,74% de los votos en 2005, el 64,22% en 2009 y el 61,36% en 2014. El natural desgaste de su figura, especialmente tras haber perdido el referéndum de 2016, lo colocan en un escenario en que, por primera vez, la segunda vuelta aparece como una posibilidad.
Para analizar cuán factible es una u otra opción, podemos mirar las 25 encuestas que se realizaron a partir de febrero, con posterioridad a las elecciones primarias y una vez definidas las candidaturas. El promedio de éstas señala que Morales se ubicó, durante todo el período, unos 9,7 puntos porcentuales por encima de Mesa, 35,9% a 26,2%. Ortíz figura en un lejano tercer lugar con 9,6% y la suma de todos los otros candidatos por debajo de éste, con 7,9%.
Ahora bien, la lectura de estos datos tal y como usualmente son presentados puede ser un tanto engañosa, por varias razones. En primer lugar, si tenemos en cuenta que se registra en promedio un 11,9% de votos blancos/nulos, los cuales no forman parte del conteo para la distribución porcentual ya que esta se hace únicamente tomando los votos válidos. Si, además, consideramos que se registra en promedio un 11,7% de indecisos, la proyección de la intención de voto -una vez descontados los casi 24 puntos no computables de media- nos remite a un más amplio 45% a 33% entre ambos contendientes, lo que daría la victoria a Evo Morales sin necesidad de recurrir al balotaje.
Esta ventaja sería aún más contundente si consideramos que muchas de las encuestadoras suelen subrepresentar al votante de Morales, toda vez que realizan encuestas recogiendo datos solamente de áreas urbanas, desestimando al tercio de la población que vive en zonas rurales, notoriamente más afín al Gobierno del MAS. De hecho, de acuerdo a la última encuesta de Celag, realizada a nivel nacional y de manera presencial, la evaluación positiva hacia la gestión de Evo Morales crece más de 10 puntos entre la población rural con respecto a la urbana, de 63,6% a 74,8%.
Efectivamente, si desestimamos las encuestas que solamente se han concentrado en zonas urbanas y tomamos, por el contrario, aquellas que han tenido una cobertura nacional tanto urbana como rural, la ventaja promedio sería de 37,7% a 25,3% a favor de Morales, tal como puede observarse en la tabla. Si, como hicimos anteriormente, desestimamos los votos blancos/nulos e indecisos, la proyección daría 46,5% a 31,3%, resultado muy cercano al que obtendríamos si a la última encuesta de Celag se le descontaran los votos no válidos e indecisos, lo cual arrojaría un 46,2% a 30,3%. Como vemos, coincide con el cálculo obtenido a través del promedio de 15 mediciones de 7 encuestadoras distintas, siempre que las mismas representen áreas tanto urbanas como rurales. Estos valores nos indican que una segunda vuelta es bastante menos probable de lo que muchos grandes medios, a través de la manipulación de sus encuestas, nos quieren hacer creer.
Perspectivas para la próxima Asamblea Legislativa
Como se ha dicho, el 20 de octubre los bolivianos tendrán la posibilidad de votar para determinar la futura Asamblea Legislativa Plurinacional, la cual legislará los próximos 5 años. A partir de la Constitución promulgada en 2009, se aumentó de 27 a 36 el número de senadores, siendo escogidos cuatro representantes por cada uno de los nueve departamentos. Para la Cámara de Diputados las 130 bancas se repartirán entre 60 diputaciones plurinominales, 63 diputaciones uninominales y 7 para las circunscripciones especiales indígena originario campesinas. Una de las mayores disputas se centrará, precisamente, en torno a cuál será la composición del próximo Congreso.
De confirmarse la tendencia que señalan las encuestas, las proyecciones permiten conjeturar que el MAS conseguiría retener la mayoría en ambas cámaras, pero que ya no alcanzaría a contar con un apoyo equivalente a los dos tercios como hasta ahora. Especialmente difícil será que el oficialismo consiga los 24 senadores, lo cual no es un dato menor pues podría verse afectada la dinámica gubernamental, ya que si bien en general es suficiente la aprobación mediante la vía de la mayoría, es decir con 19 votos, para algunas disposiciones –como, por ejemplo, la elección de seis de los miembros del Órgano Electoral Plurinacional, la preselección de los postulantes a magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, la designación del contralor general del Estado, del defensor del pueblo o del fiscal general del Estado- es necesario contar con la aprobación de dos tercios de la Asamblea Legislativa Plurinacional.
A la espera del día M
En la recta final para los comicios, mucho ha machacado la oposición respecto al rol del Tribunal Supremo Electoral (TSE), acusando al organismo de no actuar como un poder independiente respecto al Gobierno, como indica la Constitución. Tal vez por ello y para evitar suspicacias es que María Eugenia Choque, presidenta del TSE, confirmó la presencia de 228 observadores internacionales. Los mismos corresponden a 91 miembros de la OEA, 22 por la Unión Interamericana de Organismos Electorales (UNIORE), 2 por la Unión Europea, una misión de 97 diplomáticos acreditados en Bolivia, 5 por el Observatorio de la Democracia del Parlamento del Mercosur, 2 europarlamentarios y 9 observadores enviados por la Cancillería británica.
La cuenta regresiva ha comenzado. Los bolivianos seguramente acudirán en masa a depositar su voto, tal y como lo vienen haciendo en las últimas contiendas –desde 2005 Bolivia se ha convertido en uno de los países de la región con mayores niveles de participación, promediando un 89% en las 3 últimas presidenciales-. Continuidad o cambio serán las alternativas, lo que se juega de fondo en estas elecciones. Evo Morales o la oposición, esa es la cuestión.
[i] https://www.celag.org/informe-postelectoral-elecciones-primarias-bolivia/
[ii] https://www.celag.org/bolivia-clima-preelectoral-octubre-2019/