Los años 1998 y 1999 fueron testigos de dos acontecimientos cimeros en el ámbito de la religión cristiana cubana: La visita del Papa Juan Pablo II y la celebración evangélica cubana. Ambas experiencias reflejaron la vitalidad de la comprensión y vivencia de la fe y la presencia de la Iglesia en nuestra sociedad socialista.
Significación histórica
En primer lugar, nos permitió dar un sentido homenaje a los fundadores del protestantismo cubano, recordarlos como bien lo había señalado el querido hermano Rafael Cepeda, como misioneros y como patriotas, quienes nos dejaron el legado del amor a Dios y a la independencia y soberanía de la Patria.
Su segunda significación fue que aparecimos ante nuestro pueblo como Iglesias nacionales con auto sostenimiento como resultado de la política de pleno empleo de nuestra sociedad; con plena independencia en la dirección de nuestras Iglesias y en la formación de nuestros pastores y pastoras, sin abandonar las relaciones históricas con las Iglesias hermanas de EE.UU.
En tercer término, ofrecimos a todo el pueblo cubano la hermosa realidad de haber logrado la superación casi absoluta de todo tipo de conflicto interreligioso e inter eclesiástico y el milagro humano de la unidad en la diversidad. Fue el abrazo fraterno, espiritual y cooperativo entre los herederos de aquella Iglesia negra, pobre y discriminada de la calle Azuza, en Los Ángeles, California, que dio origen al pentecostalismo histórico y los herederos de la Reforma Protestante del siglo XVI.
Vale mencionar como cuarto aspecto, que ofrecimos una evidencia palpable que habíamos logrado crear una nueva etapa en las relaciones Iglesia y Estado, gracias a la lealtad y al testimonio de hombres y mujeres de fe que como los caminantes a Enmaús habíamos aprendido que nuestra Comunidad de fe y nuestra Santa ciudad jamás se abandonan y, gracias también a la voluntad política, jurídica y constitucional promovida por la más alta dirección política del país por lo cual se garantiza la libertad religiosa creciente que hace posible la acción pastoral de nuestras Iglesias.
Como quinto elemento, considero que fue un testimonio evidente de la belleza y variedad de la renovación litúrgica alcanzada como resultado, entre otros factores, de la parte que nos corresponde del desarrollo cultural logrado por nuestro pueblo.
Y finalmente, nos presentamos con una identidad evangélica bien definida y bien arraigada en lo hondo de nuestra espiritualidad, de nuestras sólidas doctrinas denominacionales y en el espíritu de nuestra ecumenía; y esta identidad evangélica fue expresada con la unidad indivisible con nuestra cubanía. Cada Celebración televisada o no, fue la expresión firme que identidad evangélica e identidad cubana están forjadas por la tierra heroica en la cual hemos nacido, y por la soberanía de Dios que nos hizo cubanos y cubanas.
Desafíos para el presente
1- Que esta Celebración nos comprometa a seguir trabajando por la unidad de nuestras Iglesias, y el fortalecimiento del movimiento ecuménico cubano. Que podamos parafrasear a nuestro poeta nacional. Nicolás Guillén y gritar a pulmón pleno: A la oración intercesora de Jesús, abre la muralla; a los que vienen con grandes recursos para dividirnos más y fraccionarnos más, cierra la muralla. Al encuentro de la misericordia y la verdad, al beso de la justicia y la paz, abre la muralla. Al egoísmo, al espíritu competitivo y al sectarismo religioso, cierra la muralla. A la participación y al trabajo colegiado y unido de todos y todas como pueblo de Dios, abre la muralla. A la jerarquización y a todo lo que nos separe de nuestros hermanos y hermanas y de nuestro pueblo, cierra la muralla.
2- Que en esta hora en que la crisis financiera que no hemos creado, ni somos responsables de ella, pero que nos afecta y nos pudiera afectar mucho más, que en cada uno de nuestros cultos y espacios de formación, corran los ríos de agua viva por la presencia del Espíritu Santo, y fortalezca el amor bíblico al trabajo, a la unidad de nuestro pueblo, a los valores comunitarios, ético, morales y espirituales como antídotos a la evasión, a la indiferencia y al sálvese quien pueda.
3- Organizar y fortalecer las relaciones internacionales históricas que han sido leales y solidarias con las Iglesias, el Consejo de Iglesias de Cuba y el pueblo cubano. Para mencionar algunas: El Consejo Mundial de Iglesias, el Consejo Latinoamericano de Iglesias, la Conferencia de Iglesias del Caribe, Consejo Nacional de Iglesias de Cristo de los Estados Unidos, la Federación Mundial Luterana, La Asamblea Mundial de Iglesias Reformadas y su presencia en A. L., las Iglesias Históricas de EE UU y Canadá, las Agencias de Servicio de Alemania, y muchas más.
4- Pongamos las manecillas del reloj hacia el Sur y unámonos a las voces proféticas que cumplen el amor al prójimo y se pronuncian en el amor a Dios a favor de nuestros hermanos y hermanas de Honduras que resisten y luchan para que se haga realidad entre ellos y ellas, la promesa de Jesús: “Yo he venido para que tengan vida, y Vida en abundancia”; especialmente, al pastor José Murillo preso por haber denunciado al Ejército y a los usurpadores del poder ante el Comité de Familiares Detenidos Desaparecidos de Honduras, el asesinato de su hijo Ibis Obed Murillo el domingo 5 de julio en el Aeropuerto. La consolación del Espíritu de Dios llegue a su familia y a su congregación.
Conmemoremos el aniversario X con la firme convicción en el presente y futuro de la Patria. Se cumplirán las palabras del Salmo 144:12 al 15: “Sean nuestros hijos como plantas crecidas en su juventud. Nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio […] Bienaventurado el pueblo que tiene esto; bienaventurado cuyo Dios es Jehová”.