Inicio Cuba A la maternidad le faltan cigüeñas

A la maternidad le faltan cigüeñas

Patricia Grogg

“Nos comportamos como en el mundo desarrollado en materia de salud, y las mujeres quieren ser madres cuando ya completaron sus proyectos profesionales”, conjeturó a IPS Luis Ernesto Formoso, director del Hospital Ginecoobstétrico “Ramón González Coro” en La Habana.

El profesional ejemplifica con su propio caso. “Mi abuela tuvo 16 hijos, mi madre, cuatro y yo, uno solo”, dijo para poner sobre la mesa el nudo demográfico que entrañan las bajas tasas de fecundidad en este país con un sistema sanitario que asegura gratuitamente la atención para embarazos y alumbramientos felices.

“A las cubanas nos gusta la maternidad. Lo que pasa es que ahora planifican mejor el momento de parir, lo posponen en espera de las condiciones adecuadas”, abundó la vicedirectora de enfermería del hospital, Caridad Fuentes, de 41 años y dos hijos varones.

Fuentes se casó a los 19 años, y los hijos llegaron pronto. “Al principio fue difícil, pero poco a poco fui ganando experiencia. Pude estudiar y trabajar sin descuidar a mis niños. Mi esposo me apoyó, (es) una aguja en el pajar”, contó a IPS.

Esta enfermera que ha visto dar a luz a miles de mujeres sabe que la falta de “condiciones adecuadas” las obliga a triplicar sus jornadas diarias para atender familia, estudio, trabajo y vida social. Un panorama que puso a pensar a Heidi Guzmán, estudiante de periodismo de 23 años, quien espera gemelas.

“Es un reto tremendo. No creo estar preparada, pero tengo el apoyo de toda mi familia, mi mamá, mis abuelos, la familia de mi esposo. Para mis padres serán las primeras nietas, porque soy hija única”, explicó la joven, ingresada desde las 20 semanas de gravidez en el hogar materno “Leonor Pérez”, de la Habana Vieja.

Claves de éxito
Los hogares maternos nacieron en la década de los 60 en zonas geográficamente apartadas para acercar a las mujeres prontas al alumbramiento a los hospitales. Posteriormente se extendieron a todos los municipios del país y resultan clave en el sistema de atención materno-infantil.

En estos albergues, el personal médico se esmera en reducir riesgos como anemia, diabetes gestacional, hipertensión arterial, infecciones vaginales o crecimiento intrauterino retardado, entre otros problemas no patológicos. También se acoge a embarazadas adolescentes o aquellas que rondan o pasan de 40 años.

“Aquí estoy mejor que en mi casa, todos me cuidan”, contó a IPS Neysi Moya, de 16 años y 24 semanas de gravidez, en el hogar materno “Guira de Melena”, a unos 40 kilómetros de la capital. En otra habitación vecina, Bárbara Valdés, de 43, espera a su tercer hijo. “Soy adventista, y hay cosas que no como por mi religión, que acá sustituyen por otras”, dijo.

Algunas están en el hogar hasta el momento del parto en el hospital más cercano. Otras pasan el tiempo necesario para disminuir o eliminar el riesgo y se les da el alta. Las gestantes reciben la alimentación adecuada a sus necesidades y un refuerzo en micronutrientes cuando hace falta.

“Estas instalaciones también tienen capacidad para dar almuerzo y cena a un determinado número de mujeres en estado de gravidez que acuden diariamente desde sus casas”, explicó la médica Milagros Rivero, funcionaria del programa materno-infantil en el centro.

Con ese sistema que comienza en el médico de familia y el policlínico y continúa en la red hospitalaria, donde actualmente se atienden 99,9 de los partos, Cuba logró reducir la tasa de mortalidad materna de 120 por 100.000 nacidos vivos en 1960 a 30,2 en 2007, de acuerdo a datos oficiales.

“Ya tenemos un programa consolidado”, afirmó Formoso, orgulloso también de la tasa de mortalidad infantil de 4,7 por 1.000 nacidos vivos en 2008. Añadió que han disminuido los casos de adolescentes embarazadas gracias al “arsenal de información” que recibe la juventud y el uso de métodos anticonceptivos que no hacen daño a la salud.

“Desgraciadamente, no se evita del todo el embarazo no deseado, pero cada día se va viendo menos el aborto inducido, cuya legalización fue una conquista de la mujer cubana y tiene todo el derecho a recurrir a él, siempre que sea antes de las nueve semanas, o 10 en algunos casos, y no exista riesgo para su salud”, señaló el profesional.

Enderezar el futuro
El nivel educativo de la mujer, la prevalencia de métodos anticonceptivos y la frecuencia del aborto inducido figuran entre los principales determinantes del descenso de la fecundidad cubana en las últimas décadas. Especialistas también mencionan el aumento de los divorcios (3,2 por cada mil habitantes en 2008) y las dificultades económicas.

La población actual de Cuba se sitúa en torno a 11,2 millones de personas, divididas en porcentajes casi iguales entre hombres y mujeres.

En un estudio sobre los nuevos retos de la política social, al que IPS tuvo acceso, las investigadoras Patricia Arés y María Elena Benítez alertan que las parejas cubanas están teniendo desde 1978 una cantidad de hijos menor que los 2,1 alumbramientos promedio por mujer necesarios para garantizar un reemplazo generacional.

Según las expertas, las mujeres cubanas “desean realmente tener hijos”, al tiempo que disfrutan del derecho a elegir “cuándo y con quién contraer matrimonio, cuándo y cuántos hijos tener, vivir en matrimonio o en unión consensual”. Sin embargo, posponen la procreación para “cuando mejoren los tiempos”.

Esto en un contexto de acelerado proceso de envejecimiento de la población, de la cual 17 por ciento tiene 60 años o más, en tanto se estima que para 2025 uno de cada cuatro habitantes cubanos tendrá más de esa edad.

Arés y Benítez consideran que en el diseño de una política encaminada a enfrentar los retos poblacionales del futuro cercano, el Estado deberá trabajar más sobre las motivaciones que impulsan a las mujeres a tener hijos y concentrar su ayuda donde han sido identificadas las mayores dificultades.

A modo de ejemplo, estiman necesario ampliar las capacidades de las guarderías infantiles, sobre todo si se tiene en cuenta que 53 por ciento de las madres de niños y niñas de hasta cuatro años trabajan y el desafío radica en que las mujeres puedan tener su cantidad ideal de hijos sin perder la inserción social y laboral.

La propuesta de las cientistas sociales incluye la construcción de viviendas desde la perspectiva familiar, es decir pensadas con énfasis en las parejas jóvenes con hijos e hijas, además de una mejora de calidad, disponibilidad y precios de los productos indispensables en la crianza de un bebé.

Con esas y otras medidas se estaría respondiendo a la necesidad de encontrar soluciones externas a la familia misma. “Una política de población no puede disociarse de una política económica y de una política social que garantice, en general, la conciliación de la vida personal, familiar y profesional”, afirman las expertas.

por: Patricia Grogg

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