Durante cuatro días hemos discutido sobre nuestras contribuciones a los procesos de articulación y formación política, la sustentabilidad de las emergencias emancipatorias y la articulación de nuestra diversidad para enfrentar los actuales desafíos liberadores de nuestros pueblos, mediante paneles, debates en plenario y trabajo grupales.
Hemos puesto en común y construido sentidos que luego llevaremos a cada uno de nuestros espacios.
La participación de todos los grupos sociales en un proceso revolucionario, la puesta en práctica de miradas más estratégicas y menos coyunturales constituyen ejes centrales de nuestra lucha por la construcción de un sujeto popular y contribuirán a la articulación y formación política de nuestros pueblos.
Solo con ese sujeto popular capaz de defender la tierra, lo humano, capaz de rescatar la pluralidad, el proyecto de vida de los pueblos se fortalece la espiritualidad de los procesos revolucionarios, se piensa y se vive la emancipación.
El enfrentamiento a los desafíos liberadores deberá ser inclusivo y tener como punto de partida lo local, lo concreto, lo comunal y las prácticas cotidianas, tomando en cuenta la necesidad de generar el diálogo desde la base, incluso con aquellos que no participan de nuestras luchas o no comparten nuestra convicción; pero hacerlo desde el respeto a la diversidad y bajo los principios de socialización, rearticulación, integración regional y participación.
El modelo hegemónico solo podrá ser desafiado con la no reproducción de modelos patriarcales sino reconociendo las necesidades del sujeto como ser humano, pero siempre desde una perspectiva de redimensionamiento de lo político y de búsqueda de la transformación, esa que se opone a la homogenización del individuo.
En la medida en que nuestras prácticas sean cada vez más autónomas y autogestionadas permitirán promover una cultura ético-política de la vida social y también la construcción de espacios colectivos de acción donde se alce más la palabra comprometida con la acción.
Que exista una relación entre los partidos políticos y el movimiento social en esa revisión de las prácticas ancestrales del ejercicio del poder y por la promoción de un liderazgo colectivo.
La acción social y popular debe revisar los presupuestos teóricos y académicos, hibridarlos con la praxis e inspirarse en ellos para politizar las demandas más comunes de las sociedades, debe reconocer la importancia de los procesos formativos y educacionales y defender la participación de los jóvenes en los procesos políticos de emancipación en pro de la consolidación de lo nacional y la construcción de un proyecto de país, de nación, de región.
Construir una nueva cultura política que proponga la creatividad humana para la acción, revise la memoria histórica, promueva la comunicación intercultural y un concepto de justicia social es nuestro camino.
Cuestionémonos qué entendemos por revolución y dignifiquemos nuestras prácticas políticas, reconozcamos la necesidad de articularnos como movimiento social popular con fuerza para enfrentar lógica del capital y sus consecuencias.
Entendamos que no existen fórmulas, ni recetas universales para autoconstituirnos como movimiento y que sólo la acción común, la autoreflexión y la convicción política que nos une, nos permitirán visionar el mundo, luchar por la democracia representativa y participativa, respetar las distintas formas de resistencia y redimensionar lo político en ese camino de alternativas no capitalistas y de construcción de nuevos paradigmas emancipatorios…
por: Laura Hernández
fotos: Alejandro Ramírez