Por Delana Corazza
El mes de febrero marca el nacimiento y muerte de Camilo Torres Restrepo, el gran sacerdote revolucionario colombiano. La investigación «Evangélicos, Trabajo de Base y Política» de la Tricontinental organizó este mes, junto con más de 20 organizaciones populares y centros de investigación de toda América Latina, las II Jornadas Continentales de Amor Eficaz, un espacio de diálogo, reflexión y debate sobre la memoria, la lucha, el pensamiento y la acción de Camilo Torres, con el objetivo de promover un diálogo internacional de saberes y experiencias diversas en torno al pensamiento–acción de Camilo para recrearlas en los tiempos en que vivimos.
Conversé con dos de sus organizadoras que continúan en la importante tarea de mantener vivo a Camilo, las colombianas Luz Ángela Rojas Barragán (LAR), integra el equipo internacional del Congreso de los Pueblos (Colombia), trabaja con educación popular y radio comunitaria, y es antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia y Máster del Programa Interdisciplinario de Posgrado en Estudios Latinoamericanos PPG IELA (UNILA, Brasil) y Nicolás Armando Herrera Farfán (NAH), psicólogo de la Universidad Surcolombiana y Máster en Psicología Social Comunitaria y Doctorando en Ciencias Sociales (UBA, Argentina), investigador del IEALC–UBA y del Colectivo Frente Unido–Investigación Independiente. Juntas publicaron el libro Polifonías del Amor Eficaz[2], de reciente edición cubana A continuación sigue la entrevista.
Todavía tenemos una visión limitada de toda la contribución de Camilo Torres a las luchas de liberación en América Latina. Su memoria está muy ligada a la imagen mítica del cura guerrillero y, aunque es una imagen muy importante para la izquierda latinoamericana, Camilo fue también un investigador–militante con un importante legado para la educación y las luchas populares, ¿podrían hablarme más de esto?
LAR: Camilo Torres Restrepo (CTR) es el principal referente para nuestro movimiento, el Congreso de los Pueblos, y hemos trabajado, como tú dices, para ir más allá de su imagen mítica, sin condenar sus acciones, ya que él hizo parte de un contexto y fue su respuesta a una violencia operada por el Estado. Su ida a la guerrilla no solo fue una expresión de su compromiso, sino la única salida, como él mismo lo dice, al reconocer que había un poder que no permitiría que las transformaciones se dieran de manera pacífica, teniendo como antecedentes la persecución a los movimientos campesinos y el asesinato de líderes como Jorge Eliécer Gaitán.
Reconocer el legado de CTR, conocer su trayectoria de pensamiento y su forma de hacer política, fue un descubrimiento fundamental en el trabajo popular, dado que las formas organizativas que él ayudó a construir con otros compañeros (como las Juntas de Acción Comunal o las organizaciones rurales) aún hoy tienen expresiones. Al igual que las organizaciones religiosas que reconocen a CTR como pensador; a veces siento que todos los caminos conducen a CTR, y cuando estamos en el trabajo popular, es posible hacer una serie de arqueología de su pensamiento y acción que fue silenciada por el mito que fue más una herramienta del estado para no reconocer su legado y la importancia de su pensamiento social. Creo que es impactante cuando estás trabajando en una comunidad y escuchas a una persona mayor hablar de cómo conoció a Camilo, cómo los ayudó, cómo estudió o simplemente cómo los escuchó y cómo esto es un impulsó a su compromiso.
En la actualidad, en el Congreso de los Pueblos, retomamos del pensamiento del CTR su capacidad de articular y construir unidad, como un principio de nuestra propuesta política. Rescatamos su perspectiva de investigación de conocer la realidad para pensar las transformaciones. Además, al estudiarlo como pensador, comprendemos su propuesta de Amor Eficaz como un desafío individual y colectivo de la humanidad.
Agregaría que es necesario superar la estigmatización al hablar de Camilo y reconocer, estudiar y reflexionar las aristas de su pensamiento, así como superar la visión colonialista que a veces nos impide estudiar a nuestros pensadores y pensadoras latinoamericanas por pensar que no han formulado grandes disertaciones o teorías.
NAH: A Camilo Torres se le conoce como el “cura guerrillero” porque lo fue y esa imagen le convirtió en leyenda. Es un hecho innegable.
Varias personas, como la educadora popular argentina Claudia Korol y el sociólogo belga François Houtart, han señalado que con esa imagen Camilo se convirtió en un mito de lucha que ha tocado el alma de nuestros pueblos. Sin embargo, creo que debemos tener cuidado con esta fórmula y pensar que los mitos o símbolos no son unívocos y requieren una hermenéutica.
Creo que, con el paso de los años, el mito del “cura guerrillero” se ha convertido cada vez más en un fetiche, que exalta sólo una parte (su acción final) y lo convierte en el todo. ¿Qué es un fetiche si no es un ídolo hecho por manos humanas y qué es el fetichismo si no es tomar una parte por el todo?
Esto tiene dos consecuencias. La primera es que este fetichismo mítico sólo da lugar a dos posibilidades: honrar y admirar o rechazar y odiar. Adorar o blasfemar. La segunda es que reduce a Camilo a su acción guerrillera y pierde de vista (oscurece, niega o borra) sus otras dimensiones y aportes; de una vida de 37 años, opta por quedarse con 7 meses, sin someterlo a reflexión, crítica o problematización. Y esto ocurre por igual en la derecha y en las izquierdas.
En mis años de investigación sobre Camilo, he descubierto que si redefinimos el mito, tendremos otro Camilo, más lúcido, más inquieto, más brillante, más interesante, más útil para nuestras luchas actuales. Necesitamos saber qué pasó en los 36 años y 5 meses anteriores a su decisión para entender su proceso radical, es decir, por qué tomó ese camino. Algunas respuestas que se suelen dar a esta pregunta son: fue ingenuo; se precipitó demasiado y no calculó los riesgos; estaba frustrado y fue a morir como una especie de suicidio; fue consecuente hasta el final. Todas son válidas y hasta cierto punto pueden combinarse entre sí, y lo serían aún más, ya que ninguna decisión es unilineal o monocausal. Sin embargo, creo que faltan piezas para explicar su evolución.
No se trata de ignorar su condición de “cura guerrillero”, sino de reposicionarlo y recuperar sus otras dimensiones. Surge así el mito–símbolo que nos permite valorarlo como precursor o pionero de la Teología de la Liberación, de la Investigación Acción Participativa (IAP), del Socialismo de Raíz y de la política de liberación.
El mito–símbolo nos permite vislumbrar en su experiencia la mezcla de profeta (en términos teológicos y sociológicos) e intelectual orgánico integral (en palabras de Antonio Gramsci). Entonces, emerge como un teólogo comprometido, un alfabetizador, un extensionista crítico, un pensador situado y anticolonial o descolonizador, y un político radical, que puede ser cuestionado y, al mismo tiempo, criticado.
No estoy diciendo nada nuevo. Lo aprendí de pensadores como Orlando Fals Borda, María Cristina Salazar, Eduardo Umaña Luna, Fernando Torres Millán, Enrique Dussel, Leonardo Boff, Frei Betto, Eitan Ginzberg, Michael Löwy, Isabel Rauber, Hernán Ouviña o Miguel Mazzeo.
En conclusión, creo que si sacamos a Camilo del mito–fetiche, de ser sólo un afiche, y lo resituamos como mito–símbolo, entonces podrá dialogar con lo que Ernst Bloch llamaba la “corriente cálida del marxismo” o lo que Michael Löwy llama el “marxismo romántico”, y puede sentarse a la mesa con Antonio Gramsci, Rosa Luxemburgo y Walter Benjamin, y en este lado del mundo con José Martí, José Carlos Mariátegui y María Cano.
Antes de ir a la guerrilla, ¿Qué experiencias concretas desarrolló Camilo y en qué espacios actuó (universidades, barrios, con campesinos, en territorios urbanos)? En este sentido, ¿cuáles fueron sus principales aportes teóricos y cómo logró ser un intelectual orgánico?
LAR: Camilo Torres siempre fue un hombre de gran capacidad y carisma, lo que le permitió acceder a diferentes círculos y proyectos sociales donde fue bien recibido. Veamos algunas de las muchas actividades que realizó.
Durante su época de estudiante en Bélgica creó, junto con otros jóvenes, el ECISE (Equipo Colombiano de Investigación Socio–Económica), un equipo interdisciplinario de colombianos en el exterior que reflexionaba sobre la realidad del país.
En 1960 formó parte del equipo académico que fundó la primera facultad de Sociología en Colombia, en la Universidad Nacional de Colombia, donde también fue profesor y creó y participó en el Movimiento Universitario y Profesional de Promoción de la Comunidad (MUNIPROC), para muchos considerada una experiencia precursora de la IAP. De estas experiencias surgió la creación de las Juntas de Acción Comunal (JAC), que fueron pensadas como una posibilidad de descentralizar y dar capacidad de acción a las comunidades barriales. Un ejemplo de ello se dio en Tunjuelito, un barrio popular de una de las zonas empobrecidas de la capital, donde Camilo y sus estudiantes adelantaron diferentes acciones de investigación y organización.
Con todo su trabajo urbano, Camilo fue pionero de la sociología urbana en América Latina y sus estudios nos permiten entender el problema urbano tanto estadísticamente como en términos del impacto de la economía en la cultura.
Además, también hizo parte del comité técnico de la reforma agraria, que pertenecía al Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA), donde se caracterizó por sus críticas a la institución por ser ineficiente con las demandas del campo colombiano. Y, por supuesto, del Instituto de Administración Social de la Escuela Superior de Administración Pública (IAS–ESAP), un espacio destinado a la formación, la investigación y la administración pública. Estas experiencias se tradujeron posteriormente en la propuesta Unidad de Acción Rural de Yopal (UARY), inaugurada en 1964, que también buscaba fortalecer el trabajo campesino en los llanos colombianos.
En síntesis, Camilo Torres tuvo muchas experiencias de acción concreta, investigación y organización política, que quedaron plasmadas en artículos, comunicaciones, entrevistas y en sus investigaciones, pero que, debido a la presión de los sectores conservadores de la época y a su muerte, quedaron inconclusas.
Sus aportes académicos fueron en la sociología urbana, que a su manera reflejaba y articulaba en espacios de participación de los universitarios y las comunidades, en esta misma perspectiva siempre buscaba una sociología aplicada a la creación de políticas públicas.
En el plano político, de los muchos aportes que hizo, destacaría su reflexión sobre la organización, pero no como un fin en sí mismo o como base para su protagonismo, sino en una participación organizada que permitiera a las comunidades tener capacidad de acción, como una acción efectiva para mejorar sus condiciones sociales. Su estrategia de comunicación fue el Semanario Frente Unido, y en él sus mensajes a sectores de la población, que se caracterizaron por ser asertivos, contundentes y concretos, sobre todo con la capacidad de hablar con argumentos distintos a los diferentes sectores sociales.
Sobre la espiritualidad, Camilo pensó en lo que sería una de las tantas bases de la Teología de la Liberación, el concepto de Amor Eficaz, su práctica social, pero también su forma de pensar el papel de la iglesia y la religión, siendo la síntesis de nuestra forma latinoamericana de fe. Camilo fue uno de los primeros en enunciarlo y vivirlo en la práctica, haciendo posible la articulación entre marxismo y religión.
En cuanto a si Camilo era un intelectual orgánico, en términos de Antonio Gramsci, diría que sí, porque, aunque provenía de una élite, no era funcional al sistema como los intelectuales tradicionales, lo que también es un punto que he enfatizado. Él no se reconocía como un intelectual que dirigía a las masas y, por el contrario, siempre pensó que los sectores populares tenían que entender la necesidad de mejorar sus condiciones y transformar la sociedad desde el conocimiento y desde un principio ético; esto se corresponde con el planteamiento de Gramsci quien, en su cuarto tomo de los Cuadernos de la cárcel, hablaba de un bloque intelectual–moral que hiciera políticamente posible el progreso intelectual de las masas y no sólo de algunos grupos intelectuales.
NAH: En su corto e intenso proceso vital Camilo se convenció de la inseparable relación entre teoría y práctica, la praxis. En el Seminario, cuando se formaba para ser sacerdote, persiguió la acción teórica (fundó el Círculo de Estudios Sociales) y la acción práctica (desarrolló un apostolado en barrios obreros). En Lovaina (Bélgica), como estudiante de ciencias sociales, aprendió teorías sociológicas y rudimentos del marxismo, y compartió con los mineros del carbón de Lieja, se relacionó con sindicatos cristianos y visitó a curas obreros en Bélgica, Francia y España; y también, como dijo Luz Ángela, formó equipos universitarios de “cuadros técnicos” para transformar la realidad social (dentro de marcos liberales y funcionalistas, no revolucionarios).
Cuando regresó a Colombia en 1959, multiplicó los vínculos entre teoría y práctica. Como “técnico” asesoró las principales políticas sociales del gobierno. En el INCORA acompañó y promovió cursos con estudiantes, campesinos, obreros y vecinos de barrios. En MUNIPROC, trabajó intensamente en la organización popular del barrio de Tunjuelito en Bogotá, y promovió en sus cursos de Sociología Urbana y Metodología de la Investigación que el trabajo de los estudiantes se centrara en la solución de problemas comunitarios. Todo esto unido a su actividad sacerdotal.
Finalmente, entre 1964 y 1965, desarrolló sus dos mayores osadías de la praxis: primero la UARY, pensada como un experimento prefigurativo de un proyecto democrático comunal, un nuevo tipo de gobierno que partiera de las bases populares y campesinas, y después el Frente Unido del Pueblo (FUP), como una gran organización de izquierda plebeya y multisectorial, que buscaba la unidad en la diversidad, el protagonismo colectivo y el poder popular.
Camilo siempre abrazó la praxis, y tomó la sociología como una herramienta para comprender y transformar la realidad. La teoría no podía ser algo para especialistas o coqueteo intelectual, y la práctica no podía ser simplemente un desperdicio de energía o un impulso epitelial. En verdad considero que este es el núcleo que le permite asumir el marxismo; es decir, que su aproximación lenta y progresiva al marxismo viene dada por su fundamento: la praxis.
Así, en su vida, cristianismo y marxismo se articulan sin contradicciones; entendió que la primacía de la realidad permitía –y exigía– unirlos, pero sin declaraciones grandilocuentes ni fraseología ideológica. Su praxis combina teología y materialismo histórico, lo que le permite descubrir a Dios en el Pueblo y comprender la divinidad de la vida popular, y al mismo tiempo abordar la cuestión sagrada de las revoluciones profanas, o la cuestión profana de las luchas populares sagradas.
En este proceso, veo a Camilo articulando dos roles o funciones dinámicas: la del intelectual orgánico integral, en el sentido de Antonio Gramsci, y la del profeta, en el sentido teológico y sociológico. Creo que es un intelectual orgánico integral porque es un profeta, y es un profeta porque es un intelectual orgánico integral, pues a través de la enseñanza, la investigación, la acción profética, el liderazgo político y la lucha armada, cumple las funciones de organización de la economía, la hegemonía, la coerción, el paradigma y la espiritualidad.
La articulación «Profeta–intelectual orgánico integral» es evidente en sus principales contribuciones: su visión comunalista, su idea de la clase popular y el Amor Eficaz como categoría integradora.
El sociólogo colombiano Orlando Fals Borda, uno de los fundadores de la Investigación Acción Participativa, precursor del pensamiento crítico y uno de los pensadores más importantes de América Latina, dejó un legado fundamental sobre cómo hacer ciencia desde nuestro suelo latinoamericano. ¿Cuál es la influencia de Camilo en los trabajos y acciones de Fals Borda?
LAR: Creo que la relación entre Camilo Torres y Fals Borda comienza en la propia amistad y en la capacidad de trabajar en equipo. En estos tiempos de competencia intelectual y capitalismo académico, es importante rescatar esta perspectiva de trabajo colectivo, de respeto y complementariedad.
Ambos se influyeron mutuamente, primero por haberse sentido incómodos e indisciplinados ante las epistemes eurocéntricas que los educaron. Fals Borda, formado en Estados Unidos, y Camilo, en Europa, llegaron a Colombia, que los recibió con las puertas abiertas porque eran jóvenes que hacían parte de una élite del país y llegaban con diplomas internacionales, por lo que fueron recibidos en espacios académicos y de formulación de políticas públicas. Lo que no esperaban las élites era que empezaran a hablar de la práctica, de las personas y de la organización como principio de sus investigaciones, es decir, que no sólo diagnosticaran, sino que quisieran transformar esas realidades.
Este primer tramo del camino conjunto mostró la necesidad de lo que más tarde Fals Borda llamaría una ciencia propia, capaz de entender las realidades del contexto latinoamericano y colombiano, o también, diría Camilo, cuando hablaba de una sociología latinoamericana. Así, se dieron cuenta de que los zapatos de Europa y Estados Unidos no les permitían seguir el camino, que tenían que caminar con los pies en la tierra para reencontrarse con una perspectiva propia que aún no sabían nombrar.
Después de la muerte de Camilo y vivir de cerca la represión, que llevó a un injusto presidio a Fals Borda y a su esposa, la gran pensadora María Cristina Salazar, él tuvo unos años que le permitieron reconocer que lo andado debía ser depurado, y llegó otra etapa en la que comenzó a tejer, rescatando la obra de María Cristina y la influencia de Camilo, tratando de entender el papel de su vida y obra como una de tantas inspiraciones, aspectos que se expresan en las cuatro ideas desarrolladas a continuación:
- El papel de Camilo Torres, como tantos otros, como agentes de cambio social en Colombia, que subvierten el orden al representar antivalores y ser expresiones antielitistas, donde cuestionan las coordenadas espaciales y temporales de las tradiciones sociales. De esto habla su libro La Subversión en Colombia: El cambio social en la historia, reeditado en 2008.
- El sentipensar de Fals Borda, si bien es un concepto que surge de su obra Historia doble de la costa y de su experiencia con pescadores en San Martín de Loba, proviene de la noción de Camilo de Amor Eficaz. Ambas definiciones, a su manera, buscan una conexión real entre el sentir, el pensar y el hacer y ayudan a superar las contradicciones en la fe cristiana y el hacer entre la ciencia y el sentir.
- Puede decirse que el trabajo inicial con Camilo tiene un valor importante en toda la creación de la IAP que puede verse en textos como Por la praxis: el problema de cómo investigar la realidad para transformarla, especialmente en el carácter participativo de la acción, pues aunque la investigación–acción ya tenía como concepto algunos desarrollos en Europa, es el condimento de la participación lo que la hace decisiva, y es allí donde las experiencias de trabajo con Camilo en consejos de acción comunal en organizaciones rurales, incluso en la propia universidad, permiten entender esta participación como el potencial de la autonomía de los sectores populares.
- Finalmente, con el socialismo raizal, que busca integrar la praxis y las propuestas de cambio que, como las de Camilo, buscaban alternativas para reconstruir una sociedad en crisis, siendo un pensamiento radical que quería entender las raíces de su pueblo y su cultura, y una perspectiva organizativa para la acción política.
NAH: Creo que hay una relación inseparable entre Camilo Torres y Orlando Fals Borda, porque expresan el mismo horizonte. Camilo no se puede entender sin los aportes de Fals Borda y Fals Borda no se puede explicar sin la experiencia pionera de Camilo. Sus alumnos utilizaban una metáfora: se parecían a Cástor y Pólux, los gemelos mitológicos, pero yo creo que, en cierta medida, son como una especie de Marx y Engels, ya que cada uno tiene sus especificidades y, al mismo tiempo, construyen un Corpus complejo. Desde hace algunos años trabajo en sus síntesis teológicas, sociológicas y políticas, ya que he ido encontrando pistas en los propios escritos de Fals Borda, leyendo entre líneas, “arqueológicamente”.
Al principio pensé que se trataba de una simple deferencia, de un gesto de gran amistad, pero a medida que leía manuscritos, archivos inéditos y conferencias de Camilo, o escuchaba entrevistas a diversas personas, comprendí que Fals Borda se había dado cuenta de ello muy pronto. Sin embargo, creo que el origen no está en Fals Borda, sino en María Cristina Salazar, la primera doctora en sociología de la historia de Colombia, que fue íntima amiga de Camilo y luego esposa de Fals Borda, como mencionó Luz Ángela. Ella fue la primera en defender a Camilo de los ataques del Cardenal y la primera en proponer un proyecto de investigación para recoger y analizar la obra de Camilo. No digo que Fals Borda no tuviera sus intuiciones o convicciones, pero creo que el camino de las “aclaraciones” fue facilitado por las aportaciones y reflexiones de María Cristina. Fue una pionera y lamentablemente está olvidada. Hay que rescatarla del olvido.
Ahora, con respecto a Fals Borda, en diálogo con lo que Luz Angela ha dicho, creo que hay evidencias en sus obras que muestran la influencia de Camilo Torres, y avanza al menos cuatro reivindicaciones:
1) Reivindicación histórica. Se trata de un esfuerzo por explicar lo que hizo Camilo a la luz de la historia y de la tradición rebelde colombiana. Fals Borda recupera a Camilo como: (1) un subversivo moral (o ético) que se rebela contra un orden social injusto para instaurar un nuevo orden (utópico); (2) un modelo anti–élite, es decir, alguien que traiciona a su clase de origen y pone su prestigio y conocimientos a disposición de las mayorías populares. El joven Marx llamaba a esto «disponibilidad electiva». (3) un paladín, promotor y defensor del comunalismo, de una política que parte del corazón mismo de las comunidades organizadas, que propone un nuevo tipo de poder: el poder popular, que es una especie de tejido de poderes comunitarios locales. (4) un prefigurador de una nueva época histórica, porque recupera el horizonte socialista pero lo recrea con elementos de inspiración evangélica y de análisis sociológico situado; propone así una “utopía pluralista” o un “ecumenismo político” que Fals Borda llamó Neosocialismo o “Socialismo raizal”. Estos elementos están presentes en La subversión en Colombia (1967) y Las revoluciones inconclusas en América Latina, 1810–1968 (1968).
2) Reivindicación pedagógica y científica. Fals Borda reivindica la acción pionera de Camilo como educador revolucionario, sociólogo crítico y radical, y exponente de una ciencia rebelde y subversiva que más tarde daría lugar a la IAP. Básicamente, insiste en tres contribuciones fundamentales: (1) telesis, es decir, la comprensión de que la ciencia no puede hacerse sin propósito, “la ciencia por la ciencia”, como suele decirse, sino que es necesario entender y asumir que la ciencia debe hacerse para resolver las necesidades de las mayorías, y esto requiere tomar en serio las palabras de esas mayorías; (2) phronesis, concepto tomado de la Ética a Nicómaco de Aristóteles que alude al buen juicio o criterio justo en la toma de decisiones; y (3) praxis, de origen marxista, que alude a la relación inquebrantable entre teoría y práctica para la transformación de las condiciones materiales de existencia. Estos elementos están presentes en Ciencia propia y colonialismo intelectual (1970), Por ahí es la cosa (1971), Causa popular, Ciencia popular (1972), y múltiples conferencias, discursos y artículos, incluso en los últimos años de su vida.
3) Reivindicación campesino–comunitaria. Al hacer el balance del fracaso de la política de cooperativas campesinas y con vistas a una acción futura comprometida con el campesinado, Fals Borda propuso retomar las ideas de los Núcleos de Acción Rural (NAR) y las ideas de las Unidades de Acción Rural (UAR) propuestas por la Ley de Reforma Agraria, como forma de garantizar el protagonismo campesino en la lucha por la propiedad de la tierra. Fue precisamente Camilo el pionero en la propuesta de las UAR cuando, como Director–Decano del Instituto de Administración Social de la Escuela Superior de Administración Pública (IAS–ESAP), propuso la UARY, ya mencionada, como experimento regional de un nuevo tipo de gobernanza campesina con perspectiva comunitaria. Esto aparece en El reformismo por dentro (1972).
4) Reivindicación política. En su elaboración del Socialismo Raizal, Fals Borda insistió en que Camilo había sido un pionero y un catalizador fundamental. Su propuesta política ecuménica y pluralista, de abajo arriba y de la periferia al centro, es el modelo que Fals Borda señala como referencia obligada de su propia experiencia. A veces lo nombra explícitamente, otras implícitamente. Esto se encuentra principalmente en El socialismo que queremos: Un nuevo pacto social y político en Colombia (1982), Conocimiento y poder popular (1986), Acción y espacio. Autonomías en la Nueva República (2000), Por qué el socialismo ahora: retos para la izquierda democrática (2003) y Hacia el socialismo raizal y otros escritos (2007).
Creo que con lo dicho puedo ilustrar la influencia que Camilo tuvo en la acción de Fals Borda y, al mismo tiempo, la importancia de Fals Borda para entender las perspectivas de Camilo.
Finalmente, en el Instituto Tricontinental de Investigaciones Sociales nos hemos desafiado a hacer una nueva ciencia, articulada orgánicamente a los movimientos sociales, no sólo en el sentido de dar soporte teórico a las luchas, sino, principalmente, de entender que los militantes en los territorios haciendo política son nuestros principales aliados para construir conocimiento con todo el rigor científico necesario. Inspirados en Fals Borda y Camilo Torres, entendemos que subvertir el orden es la tarea científica de los investigadores de nuestro Instituto junto con los militantes–investigadores que están con nosotros y en los territorios de lucha; es a partir de esta subversión, entendida como acción concreta, que creamos nuestros códigos de interpretación de la realidad para componer, radicalmente, nuestra narrativa, construida a partir de la mirada de nuestro pueblo, de su historia, de su trayectoria y, principalmente, de su participación en la lucha contra las opresiones vividas históricamente. Me gustaría saber, desde su práctica política, ¿cómo mantener vivo a Camilo?
LAR: Para esta respuesta me gustaría hacer una pequeña adaptación de una frase inicial de un hermoso libro escrito por Omar Cabezas sobre la revolución sandinista llamado Canción de amor para los hombres.
«Yo tenía unos 18 años cuando de repente Camilo apareció muy temprano en la mañana, con el sol, pintado en una pared de la universidad. Camilo Vive».
Esta adaptación es para decir que Camilo está vivo en una práctica política, académica, espiritual que muchas veces nos trasciende y nos une. Así que si buscamos en la historia de las ciencias sociales en Colombia encontramos a Camilo, en la religión también, en la política de nuevo, y este es un fenómeno muy poderoso porque cuando el régimen lo mata, esconde su cuerpo y hace que sea un estigma hablar de él en medio de una política de guerra, lo hace más mítico, más recordado. Igualmente Camilo también es recordado por otro aspecto, como es el hacer y creer en el conocimiento colectivo, siendo escuela, de manera que las iniciativas que él apoyaba eran colectivas y empoderaban a las comunidades, lo que les permitía sobrevivir, ser una buena cosecha y una semilla que se extendió mucho más allá de Colombia y de América Latina.
Así es como en décadas Camilo ha sido estudiado, rescatado y ha inspirado a artistas, intelectuales, religiosos y políticos. Durante muchos años hemos visto cómo la conmemoración de su muerte nos ha traído siempre un hilo de personas y vivencias, pero también hemos visto cómo poco a poco una generación de pensadores nos ha ido dejando y con ellos el recuerdo más vivo de Camilo.
Hoy nuestro mayor reto es actualizarlo, sintonizarlo con nuestro tiempo y hacer de él un referente en lo que pensamos y hacemos, sin convertirlo en un ídolo, ni en algo inalcanzable; al contrario, traerlo a la mesa para que construya con nosotros. El reto de mantener a Camilo es reconocer que tenemos un papel en la historia. Esto fue dicho por Eduardo Umaña Luna, abogado, humanista, amigo y familiar de Camilo, quien un 15 de febrero (día de la caída de Camilo), caminando al auditorio para una conferencia sobre Camilo Torres, nos dijo a un grupo de estudiantes: “ahora les toca a ustedes”.
Espacios como las Jornadas Continentales del Amor Eficaz, donde acuden personas de todos los países y procedencias, de intereses diversos, de varios espacios de investigación y difusión del pensamiento de Camilo Torres, hace posible hablar de muchas otras personas y acciones que lo mantienen vivo, hablar de la IAP, de fe y política, hablar de paz, de muchos temas que ni Camilo hubiera sabido que podían ser fuente de inspiración.
NAH: Me gustaría responder a esta pregunta refiriéndome a tres canciones.
La primera se llama “Va Camilo por Chucurí”, del colombiano Edson Velandia. Ahí dice que se encuentra con Camilo, que ya está muerto, quien le pide que lo reviva, pero luego de reflexionar le dice: «Mejor no, no se preocupe, yo me resucito solo».
Tengo la idea que Camilo no necesita que le mantengamos vivo, porque ese es su trabajo. Es la obra de los mártires, los héroes, los profetas, los referentes. Cuando su sangre toca la tierra, germina, y cuando su cuerpo es enterrado, florece. El mito de la resurrección o del “volveré y seré millones” nos dice que ninguna derrota es eterna y que siempre hay una oportunidad para recuperar fuerzas. Es el mensaje de Jesús de Nazaret, de Tupac Amaru, de Evita Perón o del Che Guevara.
El poder instituido que ordenó la muerte de Camilo no pudo impedir que resucitara solo y apareciera por todo el continente hecho pueblo: indígena, campesino, negro, sindicalista, estudiante, intelectual orgánico, anti–élite, disórgano de la política y cronopio del porvenir. El mismo poder que ordenó y consintió la desaparición de su cuerpo, la “tumba vacía”, no pudo impedir que su espíritu recorra las luchas populares y que su espectro lo persiga hasta en los sueños.
La segunda canción es “Cruz de luz”, del uruguayo Daniel Viglietti, que contiene dos frases icónicas: “Donde Camilo cayó, nació una cruz, pero no de madera, sino de luz” y “Camilo Torres muere para vivir”.
El cuerpo de Camilo cayó a tierra, pero su ejemplo, compromiso, mística, coherencia y radicalidad espiritual y ético–política viven en nuestro adentro. La semilla debe morir para que el árbol germine y dé frutos, y creo que en el caso de Camilo su luz sigue iluminando las luchas y las búsquedas, aunque no sepamos muy bien de qué se trata.
La última canción es “Una canción necesaria” del cubano Vicente Feliú. Esta obra, dedicada al Che, me permite quizás responder con más precisión a la pregunta de cómo mantener vivo a Camilo. En palabras del cantante, se trata de evitar elevarlo a un altar, construirle leyendas, hacerlo inalcanzable, repetir sus frases de memoria (y sin contexto). Debemos intentar mantener la modestia, el amor, la fe y el respeto por su praxis, pero estando alertas del profundo deber de defenderlo de ser Dios.
Este texto fue publicado originalmente en portugués en: http://bit.ly/3xYShsC
[2] http://iealc.sociales.uba.ar/wp-content/uploads/sites/57/2018/10/APCL-Camilo-Torres-2018_10_25_dossier-digital.pdf