Tampoco es la primera vez que observamos a la comunidad internacional hacer promesas de cooperación y auxilio a Haití. Nos preocupa, como organizaciones y movimientos sociales sociales y sobre la base del contacto permanente y consulta con nuestras contrapartes en Haití, que la respuesta internacional no sea coordinada sobre la base del respeto por la soberanía y en pleno acuerdo con las necesidades y demandas del pueblo haitiano.
Este es el momento para que los gobiernos que componen la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH), las Naciones Unidas y especialmente Estados Unidos, Canadá y Francia, revean las equivocadas políticas que han implementado en Haití. La condición de vulnerabilidad del país a los desastres naturales en gran parte causado por la devastación del medio ambiente, la falta de infraestructura básica y la débil capacidad de acción social del Estado no está desligada de esas políticas, que históricamente socavaron la soberanía del pueblo y su país. Así se generó una deuda histórica, social, ambiental y cultural en la cual estos países e instituciones tuvieron una gran cuota de responsabilidad. Deben repararse esas deudas con el pueblo haitiano, más aún frente a la situación que está atravesando.
En ese sentido, rechazamos la militarización del país como una falsa respuesta al reciente desastre y a la medida unilateral de Estados Unidos de enviar más de 20.000 soldados a resguardar sus intereses económicos y geopolíticos. La ocupación de las tropas en los últimos seis años, mediante la MINUSTAH, no contribuyó efectivamente a la estabilización ni a la provisión de infraestructura y bienes públicos, y nada indica que el mantenimiento de estas políticas sea efectivo de aquí en adelante.
Exigimos a los gobiernos y las organizaciones internacionales la anulación inmediata e incondicional de la deuda externa reclamada a Haití, cuyo pago afecta millones de vidas humanas. Igualmente, exigimos que los recursos destinados para el auxilio y la reconstrucción no generen nuevo endeudamiento, ni que sean impuestas condicionalidades o cualquier otra forma de imposición externa que desvirtúe ese objetivo, como es práctica de las Instituciones Financieras Internacionales, como el Banco Mundial, el BID o el FMI y los llamados “países donantes”. Asimismo rechazamos que las empresas privadas multinacionales aprovechen esta tragedia para encarar multimillonarios negocios mediante la reconstrucción del país, como sucedió en Irak, o explotar la mano de obra barata y aprovecharse de los recursos naturales.
La sociedad haitiana, sus organizaciones, movimientos sociales y representantes estatales deben ser los agentes protagonistas en el esfuerzo internacional de reconstruir su país: los primeros en ser escuchados y con la decisión final y soberana sobre su destino. El pueblo haitiano se ha levantado en tantas ocasiones a partir de su propia voluntad, con la fuerza y la convicción de su ejemplo histórico de ser el primer pueblo libre de América. Cualquier cooperación sólo puede ser efectiva si cuenta con este compromiso y la plena participación popular.
Estamos atentos, siguiendo los acontecimientos en diálogo con las organizaciones haitianas para que la cooperación internacional se de sobre esas bases solidarias y no se repita una vez más los errores de las políticas del pasado. ¡Por un Haití libre y soberano!
-25 de enero de 2010