Ariel Dacal Díaz
Se acerca la fecha del 30 de septiembre, tope previsto para valorar las medidas tomadas en el país a raíz del rebrote de la pandemia. Las cifras de contagio no ceden. Nuevos focos se abren. Más provincias se complejizan.
Los debates, más bien las opiniones, se dividen entre arreciar en el cumplimiento de las medidas, por un lado, y dar algunas señales de flexibilidad, por el otro.
De una parte se argumenta que las medidas no son eficientes porque no se cumplen en todo su rigor. De otra se argulle que, evidentemente, esas no son el camino.
Lo cierto es que nos acercamos a siete meses de batalla diaria, limitaciones, noticias, cifras, estrés individual y social y remotas señales de luz al final del túnel.
En este escenario, los juicios de valor se polarizan en dos direcciones: el gobierno cometió errores al abrir antes de tiempo en la Habana, o, la indisciplina social es la causa principal.
Sea una causa u otra, incluso un abanico de matices entre ambas, lo cierto es que la compleja situación lo es cada vez más y describe algunos asuntos que merecen atención.
Pareciera, como es tendencia en el resto del mundo, que debemos convivir con una pandemia que, por el momento, no cuenta con una vacuna que la detenga o la lleve a límites tolerables.
Sin embargo, este rebrote, el cual no solo acontece en Cuba, viene acompañado de una disminución en los por cientos de deceso. Entre otras razones, por el desarrollo de protocolos médicos para el tratamiento de la enfermedad, la incidencia en grupos poblacionales menos vulnerables, y el incremento de las pruebas diagnóstico de la enfermedad.
Añádase el enfoque de derecho, en otras latitudes, a decidir las maneras, límites y alcances del confinamiento. Además de las diferencias y autonomías locales para su regulación.
Pareciera necesario, como otro asunto, ponderar el verdadero peso de las llamadas indisciplinas sociales. Entre los focos más importantes de la enfermedad en el rebrote están centros productivos que no pueden postergar sus labores, no la muy limitada movilidad social.
Añádase atención a otros tres temas cruciales: la escasez agravada, el claustro prolongado y la economía depauperada. En su conjunto, dan señales de que la caldera social puede explotar en cualquier momento. En este ambiente, el cierre extremo es insostenible, mantener el toque de queda, por ejemplo, no sería una buena opción.
El escenario es complejo y exige, como hasta ahora, claridad en las estrategias, mesura y gradualidad en las decisiones, y algo más de flexibilidad ante los datos globales.
Al mismo tiempo, y mirando a las alternativas, se deben evitar los bandos divididos que buscan responsabilidad solo en un lugar.
Dentro de este último desafío, se debe evitar la habanofobia. Quienes acá vivimos, aunque sea de manera temporal, somos tan víctimas de la pandemia y el rebrote como cualquier habitante de la Isla, con la diferencia de enfrentarla en un ambiente más adverso: un territorio reducido, con una densidad de población que, con mucho, es la más alta del país, sumado a una situación social en extremo compleja.
De cualquier manera, las venideras decisiones no deberían agregar tensión a la escena cubana. Ya se anunció que en noviembre se abrirán otros polos turísticos para visitantes foráneos. ¿Qué buena noticia se pudiera adelantar para los nacionales?
“Radio bemba” habla de un toque de queda que iniciaría a las 4 pm, y al menos 15 días más de confinamiento. Lo cierto es que no se atisba, en los tonos oficiales y en los datos de la pandemia, un escenario alentador.
Es un hecho que tendremos COVID- 19 hasta que aparezcan las vacunas, ojalá pronto y que sean nuestras vacunas.
Quizás, en este tiempo de espera, sea prudente buscar otras estrategias para su enfrentamiento, las que nos permitan convivir con el virus, producir bienes y servicios, abrir en algún grado las fronteras internas y externas, oxigenar la economía y disminuir la presión.