Usted, señor Bush, Presidente de los Estados Unidos, no es bienvenido en estas tierras de Artigas. Usted no debe estar acá. Usted representa lo peor que le ha sucedido a nuestro Uruguay, a nuestra América y al mundo entero, en esta era del imperio y de la avaricia que Usted representa con su investidura presidencial; imperio que ha sometido a la injusticia y al sufrimiento a la mayoría de la Humanidad.
Así lo vaticinaba Simón Bolívar hace casi doscientos años:
“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad.”
Usted representa la codicia voraz de los imperialistas que han condenado a la miseria, al analfabetismo, al atraso, a las enfermedades, a la muerte prematura y a la violencia, a cientos de millones de seres humanos en el mundo, más específicamente en África, en grandes extensiones de Asia y en las zonas más pobres, agredidas y violadas de nuestra América que es, a su vez, el continente con mayores diferencias sociales entre extremos de suculenta riqueza y multitudinarias pobrezas que condenan a vidas deplorables a poblaciones enteras, principalmente de niños, mujeres y ancianos.
Usted representa los intereses de las grandes corporaciones de las industrias, de las fábricas de armas y de los pulpos petroleros que están provocando el calentamiento global del planeta, enfermándolo, contaminándolo, llevándonos, como nunca antes, a los más graves peligros de desastres en los océanos, en la atmósfera, en los cascos polares y las selvas tropicales.
Usted representa los más bajos intereses que no vacilan en talar el planeta, originando desiertos o empobreciendo la tierra con monocultivos o utilizando plaguicidas, fertilizantes altamente nocivos para la vida humana, animal y vegetal o manipulando la genética con fines meramente comerciales y el propósito ruin del enriquecimiento y de obtener el poder sobre poblaciones enteras, principalmente indígenas y pobres, sobre sus vidas y sus descendencias.
Usted representa las grandes corporaciones que quieren controlar el mundo, que quieren controlar la riqueza forestal del Amazonas o las reservas de agua del acuífero Guaraní o las reservas ictícolas de los grandes océanos o las reservas petroleras en Asia y América o las riquezas del suelo y del subsuelo en todo el mundo.
Usted es representante de los poderosos y minúsculos grupos que hacen la guerra, que la planifican desde sus centros militares en el Pentágono y le sacan provecho con la industria armamentista e invaden Granada, bloquean a Cuba, bombardean poblaciones civiles en Irak y en Afganistán o apoyan toda agresión al pueblo palestino o, a nombre de la paz, que no es otra que la paz de los sepulcros, rompan la libertad del pueblo haitiano o amenazan y agreden a Venezuela o instalan bases militares en Colombia.
Usted representa al peor terrorismo del planeta que no vaciló en financiar dictaduras, derrotar gobiernos democráticos y extender por todo nuestro continente y otras partes del mundo, la doctrina de la seguridad nacional que no es otra cosa que el terrorismo ejercido desde los aparatos del Estado. Usted mismo es el peor terrorista, defensor de la pena de muerte, inventor de las guerras preventivas, promotor de las peores agresiones contra poblaciones enteras en todo el mundo.
Nosotros no nos callamos, señor Bush, porque somos herederos de los más caros valores de libertad que nacieron con la historia misma de nuestro continente.
José Artigas escribió en abril de 1811:
“…los americanos del sud están dispuestos a defender su patria; y a morir antes con honor, que vivir con ignominia en afrentoso cautiverio.”
Y esos americanos del Sur somos nosotros, señor Bush, que lo declaramos a Usted persona no grata en este suelo mil veces agredido por las políticas imperiales que usted representa, pero mil veces levantados para defender el derecho a decidir nuestro destino, nuestros cambios, nuestras políticas económicas y sociales que nos garanticen la pública felicidad.
Nosotros somos los americanos y las americanas del Sur, herederos y herederas de las más caras tradiciones de lucha, como las heroicas mujeres del trágico incendio en la fábrica textil de su país hace casi 100 años o la huelga de las trabajadoras textiles estadounidenses o el formidable congreso internacional de mujeres de 1910, todos hechos que honran el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer y todos los demás días como los días de la dignidad, de la solidaridad y de la justicia entre hombres y mujeres del mundo y especialmente de nuestro continente.
Sepa Usted, señor Bush, que nos asiste la verdad y la razón en todo lo que decimos. Ya José Martí, con su claridad y su talento, nos decía:
“…Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, … las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.”
Trincheras de ideas son las que estamos construyendo todos los días, porque nuestra soberanía no se negocia, porque nuestra libertad y nuestra independencia no se negocian, porque nuestro derecho a elegir los rumbos de nuestra América, no se negocia.
Estamos construyendo en paz nuestro presente, que nos permite edificar un futuro digno, limpio, sano, duradero para todos y para los que aún no han llegado a la vida. Estamos construyendo países con comida para todos, con viviendas dignas para todos, con trabajo y salud para todos, con retiros dignos para nuestros ancianos, con estudios completos para nuestros niños y nuestros jóvenes, con la más vasta creación y difusión de nuestros valores culturales, con la más amplia participación democrática en las decisiones de los rumbos que deben tomar nuestros países. No sólo es un deseo, señor Bush, hoy es una realidad en varios de nuestros países porque tenemos la firma convicción de que es posible en el marco de la justicia social, de la equidad y la solidaridad que pregonamos, practicamos y defendemos.
Sepa, señor Bush, que América Latina viene en franco avance para construir su unidad porque sabe, sabemos, que es la única alternativa para construir la patria grande que queremos.
Dijo José Martí en 1891:
“Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.”
Y agregó:
“¡Porque ya suena el himno unánime: la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora, del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor… la semilla de la América nueva!”
Nosotros sabemos, como lo sabía Martí, que:
“…el lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero.”
Por eso no nos engañamos ni nos deslumbramos con sus espejitos de colores ni sus tratados ni sus acuerdos comerciales que siguen la misma senda de las alianzas para el progreso o los obscenos endeudamientos financieros que tanto daño nos hicieron en el pasado y que aún hoy estamos pagando las infames consecuencias que impiden el desarrollo económico, tecnológico, social y cultural de nuestras comunidades.
Nosotros, los Orientales, al igual que la inmensa mayoría de los pueblos latinoamericanos, estamos construyendo los cambios, estamos buscando las vías de participación democrática que los hagan posibles, nos hemos echado a andar por el camino de la construcción de una América nueva, unida, solidaria, capaz de edificar los cambios a la manera latinoamericana, borrando fronteras impuestas y respetando las diversidades de cada región.
En 1813, nuestro más genuino latinoamericano, José Artigas, nos hablaba desde el Congreso de Abril:
“Orientales: sean cuales fueren los cálculos que se formen, todo es menos temible, que un paso de degradación: debe impedirse hasta que aparezca su sombra. Al principio todo es remediable. Preguntados a vosotros mismos si queréis volver a ver crecer las aguas del Uruguay con el llanto de vuestras esposas y acallar en sus bosques los gemidos de vuestros tiernos hijos… Paisanos: acudid sólo a la historia de vuestras confianzas.”
Sepa Usted, que hoy, quizás más que nunca, confiamos en nuestras propias fuerzas y en las energías que nos da la unidad latinoamericana.
Usted, por la investidura que ostenta, también es responsable de lo que le está sucediendo en su propia nación a nuestros hermanos estadounidenses. Es responsable de que decenas de millones no tengan cobertura de asistencia médica en su país, el más rico del mundo, que la ayuda solidaria no llegue a las víctimas de los huracanes en su país, el más rico del mundo, que millones de estadounidenses estén condenados a la desinformación, a la tergiversación, a la ignorancia, al racismo, a la segregación, a la frivolidad y a la estupidez en su país, el más rico del mundo.
Usted es responsable de que en Irak ya hayan muerto más estadounidenses que en las mismas Torres Gemelas, confirmándolo a Usted como el primer terrorista, a la estatura moral de un felpudo, como el peor terrorismo del mundo, comparándolo e igualándolo con los mismos fundamentalistas que cometieron aquel deplorable atentado que no nos cansaremos de repudiar también.
Usted es responsable de haber provocado y participado en guerras que han dejado millones de víctimas muertas o mutiladas, desde la bomba de Hiroshima, hasta nuestros días, y de haber regresado a los Estados Unidos a decenas o centenas de miles de estadounidenses en las peores condiciones físicas y psicológicas que provocan las guerras invasoras, imperiales y suicidas, como las que usted representa y que ha alentado desde la Presidencia de su país.
Bob Dylan canta en su poema titulado John Brawn:
“… Su cara estaba destrozada a tiros y su mano arrancada por una explosión y llevaba una faja de metal alrededor de la cintura…Estoy intentando matar a alguien o morir en el intento. Pero cuando más me asusté fue cuando el enemigo se acercó y vi que su cara era igual que la mía.”
Eso representa Usted, señor Bush. Representa las causas del sufrimiento a que se han visto sometidos muchos jóvenes estadounidenses yendo a guerras en medio de engaños y mentiras y originando así nuevos sufrimientos en los países invadidos por el ejército que Usted controla.
Representa Usted el obstinado interés de enfrentar a los seres humanos para garantizar el poder y la riqueza de un puñado de magnates.
Solamente tres conciudadanos suyos, los señores Bill Gates, Paul Allen y Warren Buffet juntos, poseen una fortuna superior al Producto Bruto Interno de 42 naciones en donde viven 600 millones de personas. En Austria hay un médico cada 400 habitantes, mientras que en Etiopía hay un médico cada 69 mil habitantes y Usted tiene mucho que ver con esas injusticias.
Los Estados Unidos de América representan sólo el 6 por ciento de la población mundial, pero consume el 42 por ciento de las riquezas del planeta. Casi 2 mil millones de personas en el mundo viven con 2 dólares diarios y mil millones más viven (si es que a eso se le puede llamar vida) con 1 dólar diario. Sin embargo, señor Bush, el mundo gasta 780 mil millones de dólares en armas, cifra que terminaría con el hambre en el mundo rápidamente y Usted no puede hacerse el distraído frente a estas realidades terribles porque Usted representa las causas que originan este estado de situación en el mundo y la mayoría de esos gastos de armamento los origina Usted haciendo votar, entre otras cosas, partidas inmensas de dinero al mismísimo Congreso de los Estados Unidos, con el único fin de invertirlos en armamentos.
¿A qué vino, señor Bush? En realidad debería venir a pagar la deuda que Usted tiene con nosotros desde hace doscientos años.
Simón Bolívar nos lo recuerda siempre:
“Ya por su antineutralidad, la América del Norte nos ha vejado tanto. Exijámosle servicios que nos compensen sus humillaciones y fratricidios.”
Es Usted el que debe pagarnos la deuda que tiene con nosotros. Usted debería pagarnos lo que nos han quitado de nuestros suelos, de nuestros subsuelos, de la sabiduría y el conocimiento de nuestros hombres y mujeres que le han dado tanto a su país. Usted debería pagarnos los daños ocasionados a nuestras economías, a nuestra fauna y nuestra flora, a nuestros mares y nuestra atmósfera.
Si es que hay una manera de pagarnos, Usted debería pagarnos los daños y el dolor ocasionados con los miles de presos, de torturados, de desaparecidos, de perseguidos, de asesinados que tuvieron nuestros pueblos, causados por las dictaduras que Usted y su gobierno y los gobiernos que le antecedieron en su país, apoyaron en nuestra América.
Usted debería pagar los daños ocasionados a nuestro hermano pueblo cubano con este infame bloqueo que Usted se ha encargado de intentar profundizar, aún luego de más de 40 años de acoso y agresión.
Le recordamos que como latinoamericanos estaremos más firmes que nunca contra cualquier agresión cometida contra cualquiera en cualquier parte de nuestro continente y nos levantaremos junto a Cuba en la defensa de su dignidad y el derecho de construir su propio modo de vida.
Con Martí decimos:
“Quien se levanta hoy con Cuba, se levanta para todos los tiempos “
Y nosotros estaremos al lado de nuestros hermanos y hermanas del continente para todos los tiempos y con el auxilio y la solidaridad que cada situación requiera, como lo hemos hecho siempre, desde la ayuda con medicamentos o ropas para enfrentar calamidades naturales, hasta ofrecer la vida si es necesario, como nos enseñaron nuestros referentes históricos que dieron sus vidas en los tiempos de la gesta independentista de todo el continente.
Por todo lo expuesto, Usted no es una persona grata para nosotros. Usted no tiene nada que hacer en nuestro suelo. Usted no es un hombre de la Paz, sino un mensajero de la guerra, de las injusticias, del engaño, de la dominación, del terror y la violencia. Usted es representante del más execrable de los fundamentalismos, el que concibe que sólo se puede estar con Usted, porque si no es así, se está contra Usted, cerrando toda posibilidad a la tolerancia, a la flexibilidad, a la vida en armonía con la naturaleza y entre nosotros mismos. Eso, señor Bush, lo convierte a Usted en un enemigo de la democracia, en un enemigo de la libertad, en un agresor de nuestra soberanía y nuestros derechos, en un ideólogo que está en las antípodas del mejor pensamiento latinoamericano de paz, de libertad y de soberanía que construyeron Hidalgo, Sandino, Martí, Bolívar, Artigas o Tiradentes, para citar sólo algunos.
Usted está enfrentado a nuestra lucha por una vida mejor, que desde hace décadas llevamos adelante los mineros, los labradores, las maestras, los obreros, los pescadores, los pueblos autóctonos de América, los desocupados, los humillados, los expulsados de las tierras, los hombres y las mujeres desde el Río Bravo hasta Tierra del Fuego. Usted está enfrentado a nuestros poetas, a nuestros cantores, músicos, bailarines, artistas plásticos, escultores y contadores de historias, desde Roque Dalton hasta Víctor Jara. Usted está enfrentado a nuestros investigadores, nuestros científicos, nuestros universitarios que quieren producir sus conocimientos en las tierras donde nacieron y al servicio del progreso de nosotros, los pueblos latinoamericanos, en solidaridad con todos los pueblos del mundo, sin apropiación ni patentes del conocimientos, sino con la más amplia democratización del saber humano.
Por eso lo declaramos a Usted persona no grata, no deseada y le decimos que se vaya. La humanidad del siglo veinte y de este comienzo del siglo veintiuno ya lo ha juzgado y los historiadores del futuro, cuando estudien estos tiempos, sabrán que su presencia en Uruguay contó con un pueblo digno que levanta hoy su voz para que la oigan en todos los rincones del planeta, con un solo grito:
FUERA BUSH,POR LA PAZ Y LA SOBERANÍA,FUERA BUSH.
Usted, señor Bush, se debe ir de nuestro país. Entre nosotros no hay protocolos ni diplomacias, hay un repudio irrestricto a todo enemigo de la vida, de la paz, de la soberanía y de la libertad que Usted encarna en su persona y en su investidura.
Viva Uruguay y el pueblo uruguayo
Viva América Latina y los pueblos Latinoamericanos
Viva la hermandad entre los pueblos de toda América
Por la Paz, por la Soberanía, por la Libertad y el respeto irrestricto a la autodeterminación de los pueblos.
Por el progreso de los pueblos, con los pueblos del mundo como protagonistas de sus propios destinos.
“Porque esta gran Humanidad ha dicho ¡basta! y ha echado a andar y su marcha de gigante no se detendrá hasta lograr su verdadera independencia”.