Medio siglo de hereje, navegando a contracorriente. Esa es Cuba. Cuando la mayoría va río abajo, por el curso que indican los todopoderosos del capital, ella insiste en hacerlo a la inversa, en busca de la utopía.
Y no se cansa. Sabe que no puede hacerlo, y menos ahora que el mundo agoniza por tantas crisis: económica, alimentaria, climática, de sentimientos, de sueños.
Ella sigue, con todos sus hijos, construyendo una sociedad socialista, una obra perfectible que se debe renovar cada día, porque si no, muere de rutina y desidia. Y esta osadía nuestra de rebelarnos y resistir al imperio más devastador que haya conocido la civilización, tiene que sostenerse para el bien de sí y de los millones que creen en nosotros.
Pero no hay un rumbo único y los escenarios cambian. Es imprescindible, entonces, el debate: qué queremos, cómo lograrlo. Porque Cuba es de todos y todas, incluso, hasta de los que desde el extranjero la defienden de las agresiones mediáticas y nos acompañan, con las ideas y la razón, en las cruzadas por la verdad y la ética.
Si afuera hay gente que da la vida por nosotros; adentro, nadie debe quedar fuera de esta gran asamblea de pueblo para generar, sin exclusiones, los cambios que garanticen un socialismo autóctono, martiano y marxista, pero sin dogmas.
No es cuestión de generaciones. Con las mismas fibras patrióticas estamos hechos los que hicieron la Revolución y los que la heredamos. Pero cada uno con su estilo, sus enfoques, sus percepciones. En la diversidad hay una gran fortaleza de nuestro proyecto social, una de las columnas que mejor sostienen a Cuba.
Nos unen las ideas. Y esas han de ser la coraza contra los escépticos, los apocalípticos, los que quieren rendirse a mitad de camino, los que son incapaces de vislumbrar un mundo mejor.
Para defender a Cuba de los enemigos de adentro y de afuera, hacen falta, tanto como la voluntad, cultura, diálogo, entendimiento y civilidad. No hay que temerle a la confrontación de criterios. Cuba necesita hoy del protagonismo de sus hijos e hijas conscientes del momento histórico, que no teman analizar con franqueza la realidad y señalen las deficiencias e insuficiencias para poder superarlas.
Nuestro socialismo debe cristalizar del talento y el esfuerzo de los cubanos y cubanas, de todos, desde el campesino que tributa los necesarios alimentos, hasta el científico que garantiza la sobrevivencia de la humanidad. Cuba puede.
por: Norland Rosendo González