La afirmación parte de reconocer que, si bien en la isla no existe racismo institucional, “se aprecian manifestaciones de discriminación racial en las estructuras de la sociedad”, según aseveró el antropólogo Rodrigo Espina, del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, centro que convocó el seminario con apoyo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Tras la revolución de 1959, en la nación caribeña se derogaron por ley las desigualdades por motivos raciales y todas las personas, sin distinción del color de su piel, tuvieron acceso libre a la educación, la salud y el empleo, entre otros espacios de la vida social.
Pero siglos de declarada discriminación racial han dejado un legado cultural muy difícil de desterrar.
“Cinco décadas de socialismo, frente a cinco siglos de esclavitud, no son suficientes para conseguir cambios culturales”, dijo a SEMlac la psicóloga Norma Guillard, quien lleva años estudiando el tema.
“La práctica ha demostrado que la solución no se conseguía solo con decretos y oportunidades; hay realidades más fuertes, como la económica, y siguen siendo las personas de piel negra las más desfavorecidas”, precisó Guillard.
Un estudio de 2003 del Departamento de Etnología del actual Instituto de Antropología corroboró la existencia en el país de “creencias y comportamientos discriminatorios vinculados al color de la piel”, resultado de esa persistente herencia estructural y cultural.
Bajo el título de “Relaciones raciales en Ciudad de La Habana, Santa Clara y Santiago de Cuba”, la investigación detectó “expresiones y factores de supervivencia de prejuicios y patrones raciales que permanecen rígidos, sobre todo a nivel familiar, pero también social”.
Esos prejuicios se reproducen en situaciones de crisis económica, como ocurrió durante la década de los noventa del pasado siglo XX, coyuntura que puso en jaque muchos valores éticos de la sociedad cubana.
Según la citada indagación del equipo de etnólogos, aun cuando en la isla existe una supuesta liberalidad declarada hacia el matrimonio interracial, patrones discriminatorios permanecen inamovibles, por ejemplo.
Al preguntar sobre la raza que preferían tuviera el cónyuge de su hijo o hija, la opinión predominante entre las personas entrevistadas fue declararse de acuerdo con los matrimonios interraciales.
Sin embargo, al contrastar con la realidad de los ya casados, observaron, tanto en las familias negras como en las blancas, una tendencia a establecer uniones entre parejas de similar color de la piel, más marcada en las últimas. La frase popular “cada oveja con su pareja” fue de las más reiteradas en el diálogo derivado de las encuestas, según el colectivo de autores.
En ese camino, resultaron diversas las formas en que se concretan los prejuicios raciales aún latentes: desde las maneras de valorarse a sí mismo de los individuos de cada raza y el modo en que evalúan a los de otro grupo étnico, hasta las posibilidades de acceso a determinados empleos, las condiciones habitacionales y los ingresos personales, por solo mencionar algunos de los espacios de mayor inequidad.
Al decir del escritor y ensayista cubano Roberto Zurbano, una de las primeras dificultades para enfrentar los llamados neorracismos radica en el “silencio, la falta de debate social y también de espacios institucionales donde discutir, enjuiciar cada acto racista —consciente o no, institucional o no—, que sufren las personas negras”.
La situación cobra matices en Cuba, donde se registra una población mayoritariamente blanca, pero que es fruto de mezclas diversas. Sucesivos censos de población realizados en la isla desde fines del siglo XIX confirman que la población tiende al mestizaje, comportamiento que se acentúa desde finales del siglo pasado.
Un análisis de las estadísticas continuas del Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE), de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) confirma que en las últimas cinco décadas el incremento de la proporción de población mestiza ha sido de 10 puntos porcentuales, con las consecuentes disminuciones de blancos y negros.
El último Censo de Población, de 2002, reportó que 65 por ciento de la población se identificó como de piel blanca, mientras el 10, 1 por ciento dijo ser negra y 24, 9 por ciento, mestiza.
Para la doctora y profesora de arte Yolanda Wood, esta situación demográfica impone no pocos retos. “Necesitamos una cultura sobre el racismo que prepare eficazmente para enfrentar, con sistemas de valores, estos problemas. Tenemos que comprender que en Cuba no somos blancos o negros; somos un pueblo mestizo, lo cual hace tremendamente complejo el problema del racismo”, advirtió Wood.
Especialistas reunidos en el seminario “Cuba y los pueblos afrodescendientes en América” alertaron sobre la urgencia de educar contra el prejuicio en general y comprender la relación entre la discriminación racial y otras desigualdades como las de género, posición económica, ubicación territorial o nivel educacional.
“Junto con el racismo, tenemos que atender el machismo. Si decimos que vamos a enfrentar la discriminación racial y seguimos despreciando y subestimando a nuestras mujeres, ¿qué clase de transformadores somos? Así no vamos a lograr un cambio social porque no hemos entendido las esencias”, precisó el experto uruguayo Romero Rodríguez.
Una de las propuestas surgidas en el Seminario fue la de acometer un estudio integral en torno a la identidad racial en Cuba, a partir de los debates sobre el papel de las identidades culturales en los medios masivos de comunicación y su impacto en la creación del nuevo paradigma cultural de equidad racial.
En opinión de Fernando Martínez Heredia, director general del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, un estudio de esa naturaleza es de gran relevancia por la función de los medios en la formación de la opinión pública y de los patrones de conducta.
La investigación incluiría el estudio de las formas de banalización cultural y exotismo en el tratamiento del tema en los medios, la publicidad, espacios digitales, museos y la propia realidad, desde un enfoque histórico, racial y social.
Ningún intento de enfrentar la discriminación rendirá frutos si no comienza desde las primeras edades, coincidió también la mayoría de los participantes en los debates del Juan Marinello.
Para Espina, “una de las cosas que falta en la enseñanza de nuestra juventud e infancia es una visión histórica de la evolución de las relaciones interraciales en Cuba”, declaró.
“Habría que revisar, por ejemplo, los contenidos de los libros de historia de la enseñanza general, en los cuales hay un ineficiente tratamiento del asunto racial. A medida que avanzan los grados, las figuras negras van desapareciendo de la historia”, argumentó Espina.
Según el antropólogo, algo semejante ocurre con materias como el idioma Español y la Literatura: “En la enseñanza media no se estudia una sola obra literaria africana, ni asiática. Por tanto, cuando un adolescente termina el preuniversitario, le queda la certeza de que los mejores escritores del mundo son europeos, estadounidenses y, quizás, latinoamericanos”, precisó.
“Nos falta un trabajo de reconocimiento a los próceres negros, a favor de la identidad y el orgullo racial en todos los ámbitos”, coincidió Guillard.
por: Dixie Edith