Durante la última semana de abril participé en Cuba de las conmemoraciones por el vigésimo aniversario del Centro Memorial Martin Luther King, vinculado, en sus orígenes fundacionales, a la Iglesia Bautista Ebenezer de Marianao. Allí estaban presentes familiares del líder pacifista estadounidense, asesinado el 4 de abril de 1968 por defender el fin de la discriminación racial y los derechos civiles del pueblo negro norteamericano.
El Centro se dedica a la educación popular según el método de Paulo Freire. Durante dos décadas el educador brasileño —que este 2 de mayo conmemoramos el décimo aniversario de su desaparición— fue objeto de desconfianza para el mundo comunista. Una de sus primeras obras, La educación como práctica de la libertad, mereció por parte de algunos intelectuales del Partido Comunista Brasileño la injusta calificación de “idealismo hegeliano”.
Incomodaba a sus detractores el hecho de que Paulo fuera cristiano y hubiera elaborado un método de alfabetización que facilita el diálogo entre la izquierda y los pobres, alejándose de la vieja postura colonialista de la intelectualidad que, desde lo más elevado de su pretensión, se consideraba “vanguardia del proletariado”.
Al iniciar el trabajo a favor de la reaproximación entre la Iglesia Católica y el Estado en Cuba, en los años 80, le comenté a Fidel cerca de la importancia del pensamiento de Paulo Freire. Los cubanos consideraban “popular” toda la educación adoptada por la Revolución. Durante mis conversaciones le mostré que la educación escolar tiene como presupuesto el patrimonio cultural adquirido y transmitido por el profesor.
No hay método en Paulo Freire que induzca a los alumnos a reinventar la trigonometría o a deducir de sus experiencias de vida las transformaciones químicas de la escala atómica. Ya que la educación popular tiene como punto de partida y llegada la práctica social de los educandos. Ella no prioriza la transmisión de conocimientos, y sí el ejercicio pedagógico de la reflexión crítica; del análisis de coyuntura; del descubrimiento de las relaciones de causa y efecto en los fenómenos sociales; de las conexiones entre lo local, lo nacional y lo global; de la percepción de la vida, no como mera realidad biológica sino, sobre todo, como proceso biográfico e histórico.
Luego de aquellas charlas con Fidel, Cuba abrió las puertas a una serie de encuentros latinoamericanos de educación popular, lo cual favoreció el surgimiento en la Isla, en 1987, del Centro Memorial Martin Luther King, hoy uno de los promotores del Foro Social Mundial.
En la ceremonia de aniversario, en la noche del 25 de abril, estaban presentes autoridades cubanas como Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular y Abel Prieto, ministro de Cultura. Allí resalté la importancia del método de Paulo Freire en el sfuerzo cubano de reinventar el socialismo en este mundo globocolonizado.
Entre el huevo y la gallina, el capitalismo prioriza el primero. Cree que, formando en sus instituciones escolares buenos profesionales, se volverá mejor el mundo. El resultado contradice el propósito, como lo prueban tantos políticos y profesionales liberales notoriamente corruptos, indiferentes a las desigualdades sociales, formados en escuelas católicas y universidades calificadas.
El socialismo prefirió la gallina. Creyó que la sociedad, estructurada para dirimir las desigualdades, habría de generar personas dotadas de altruismo y sentido de solidaridad. Los setenta años de existencia de la antigua Unión Soviética barrieron con ese mito. Bastó el retroceso al capitalismo (en sucesión de un socialismo más cercano al autoritarismo zarista que a la democracia participativa de los soviets, como quería Lenin) para evidenciar que la gallina no conseguiría formar el huevo del cual brotarían el hombre y la mujer nuevos (hijos de las nupcias de Ernesto Che Guevara con Santa Teresa de Ávila).
No hay estructura socialista que produzca, por efecto mecánico, personas generosas, abiertas al compartir, a menos que se adopte una pedagogía capaz de promover la permanente emulación moral capaz de hacer del socialismo el nombre político del amor. Cada nueva generación ha de ser educada, pues la naturaleza humana egoísta en su esencia, es más conforme al capitalismo que a un sistema que se propone hacer de lo social, expresión de la felicidad personal.
Resalté que Cuba escapó del efecto dominó provocado por la caída del Muro de Berlín gracias a la singularidad de su proceso revolucionario. Allí, más que Marx, Engels o Lenin, tiene importancia el vigor intelectual del padre Félix Varela y el pensamiento libertario de José Martí.
Raúl Castro, hermano de Fidel, me dijo que el futuro de la Revolución está consolidado. Fidel se recupera bien y ya participa de las decisiones más importantes de la vida política interna y externa del país. No regresará, de la misma manera, al ejercicio de sus actividades como primer mandatario del país. Su edad y condiciones de salud exigen que sea más moderado, sin que eso signifique para tristeza de la Casa Blanca, el descanso del guerrero.