No son pocas las personas que me preguntan, cuando nos encontramos en las calles: “Oiga, dígame cómo va la restauración, qué está pasando en este momento; tenemos noticias disímiles, alguien dice una cosa; otros, dicen otra, ¿pero en realidad qué nos puede decir usted?”
Yo quisiera explicarles lo siguiente: la restauración de nuestra ciudad, particularmente del Centro Histórico y de todos aquellos lugares en que nos encontramos comprometidos, es siempre, necesariamente, un proceso lento. Hay que estudiar, quitar obstáculos que quisiera que comprendiesen que no son pocos; obstáculos a veces porque los edificios están ocupados por personas naturales o por organismos, porque el orden de las prioridades está determinado muchas veces por las contingencias del tiempo. Cuando llueve mucho, como en estos días, muchos se alegran, yo también me alegro por el campo, me alegro por las cosechas, me alegro por la escasez de agua para la Capital; pero al mismo tiempo, tiemblo pensando en los derrumbes, en las casas que están en precario, en las familias que tienen dificultades o están albergadas. Quiere decir que una cosa necesariamente me lleva a la otra.
Quizás, la más compleja visión que podamos tener del proceso restaurador es precisamente su complejidad y la cantidad de cuestiones que han de tenerse en cuenta.
A veces me preguntan -y les voy a hablar con franqueza: “Oiga, y después que usted no esté, ¿quién se va a ocupar del tema? Bueno, hay muchísimas personas que se están formando, colaboradores que a lo largo de los años recorren el mismo camino que yo una vez recorrí; pero quizás lo más importante es la experiencia, la visión integral, el sentido de oportunidad de lo que se debe decir en un determinado lugar o no; lo que es conveniente ahora o no es conveniente, lo que hasta ayer nos pareció prudente y ya hoy no lo es, es más bien indispensable. Todas esas son también mis grandes preocupaciones.
Ahora, una vez que ya hemos encarado el proceso restaurador, ¿qué pasa? Bueno, lo primero es que construir es más fácil, ¡construir es más fácil!
Me han preguntado, por ejemplo, del Capitolio de La Habana, que ya en gran medida lo tenemos, y estamos reuniendo recursos y medios para enfrentar la obra. El Capitolio fue una obra colosal en su tiempo, se construyó en poco más de 24 meses, entre el 20 de mayo de 1927 e igual fecha del año 1929. Para restaurarlo necesitaré más años, y ya no lo cuento por semanas, ni por días ni por horas, sino por años; lo cuento además por objetivos. La cúpula es un objetivo, las grandes puertas del Capitolio son otro objetivo. Para limpiar los bronces, necesito decenas de restauradores que se están formando o ya están formados; y para armarlos para su trabajo, se requieren recursos materiales específicos que, o están en Cuba, o están encargados, o están llegando.
Mi estrategia, nuestra estrategia tal y como la hemos concebido es actuar por partes, salvar cuanto antes la gran escalinata, las grandes esculturas que coronan la escalinata, el pórtico, la cúpula y la gran sala. Y si es posible, incluir en esa primera etapa los dos hemiciclos.
Otra pregunta: ¿cuál será el objetivo de la restauración? ¿Un nuevo Museo? Bueno, para serles sincero, resueltamente no, yo no pienso en eso. Yo no creo que sea oportuno ahora decirles para qué yo creo y para qué pienso que debe ser utilizado el gran palacio del Capitolio Nacional; pero sí creo que mi primera obligación ahora es restaurarlo. Y restaurar es el objetivo. Y para eso se preparan los equipos y se reúnen los medios; y cuando hablo de equipos, hablo de personas.
Me preguntan por otras obras grandes, por ejemplo, el Sloppy Joe´s, uno de los más famosos restaurantes, cafés, barras de La Habana, caracterizado por haber sido el centro de la vida bohemia y la vida social de artistas del cine, de peloteros norteamericanos y cubanos, de personalidades de todo el mundo. Yo creo que se culminará a fines de este año 2012. No quisiera equivocarme, pero he estado en esa obra el jueves, y creo que lo terminaremos como obra civil, a nivel de detalles y a nivel documental y de investigación histórica, y estará en servicio en los primeros meses del próximo año. Es otra obra gigantesca.
Me preguntan también por el Teatro Martí. Estuve el mismo día. ¡Qué clase de obra esa! Yo nunca pude imaginarme la magnitud que supone abrir el vientre de un teatro; de un teatro con una tradición, con una historia como la del Teatro Martí.
Hace muy pocas semanas visité la obra del Teatro Sauto, de Matanzas, muy bien organizada por cierto, patrimonio nacional, patrimonio en alto grado significativo para Matanzas; pero el Teatro Sauto está completo, quiere decir, está ahí. Ha sufrido los daños del tiempo, ha sufrido la falta de medios en algunas ocasiones; algunas cosas se le fueron de la mano; pero ya están ahí y van muy bien los del Teatro Sauto. Y aprovecho esta ocasión para felicitarlos de todo corazón desde La Habana, pensando en Jules Egavián en Daniel Dall´Aglio, en los que construyeron el teatro, y también en el autor de su primera gran restauración, el arquitecto, profesor y doctor de nuestra Oficina, Daniel Taboada Espiniella, que hace muchos años encabezó la restauración del lugar.
Pero el teatro Martí es otra cosa. Es prácticamente hacer el teatro. Allá, sobre lo alto se sube con riesgo y con temor a aquel tablón, donde están los restauradores pintando el techo. ¿Que va a ser como fue? Sí, pero hasta el punto en que las cosas pueden ser como fueron una vez. Nosotros todos, los que estamos oyendo, los que escuchan, y yo, somos los mismos, pero al mismo tiempo somos diferentes. El tiempo pasa por nosotros, y lógicamente adecuar un teatro a los requerimientos del tiempo moderno sin que se vea una tramoya nueva, aire acondicionado sin que se perciba, nuevas cortinas, nuevos recursos en el foso, iluminación más compleja, todo eso está ahí ya.
¿Qué tiempo me queda? Bueno, yo pienso que, contando por semanas, por días y por meses, un año y medio de trabajo para darle a la Habana el Teatro Martí.
Pero no es solo el Teatro Martí. He estado también de visita en el Teatro Nacional, en el Gran Teatro, y ya veo avanzando las carpinterías, que es una de las grandes preocupaciones. También las marquesinas, que hay que desmontarlas completamente, por razones de seguridad. Y posteriormente, ya dentro del teatro, en falta comenzar una labor que es lenta, cuidadosa, meticulosa, y que trata, por todas las vías, de no cerrar el teatro; que los teatros, queridos amigos, no son importantes por el continente sino por el contenido. Pongo ejemplos: un gran teatro en Barcelona se quemó hace tres años, ya está restaurado.
El Teatro La Fenice en Venecia fue destruido por un incendio, mal de males de los teatros, y ya está restaurado. Y a petición del pueblo de Venecia, ha sido restaurado al detalle por fotografías, planos, dibujos y memoria. El gran teatro de Milán, La Scala, fue destruido por bombas incendiarias durante la Segunda Guerra Mundial. Pero alguien me dijo allí: “Lo importante en el teatro no es solo la forma, es lo que ha pasado aquí”. Es como el Gran Teatro Auditórium de la Habana, Amadeo Roldán. Lo más importante para todos los que tenemos memoria de la cultura cubana es lo que pasó allí. ¿Qué pasó allí a lo largo de décadas, qué ocurrió? ¿Cuáles fueron los grandes artistas que actuaron allí, los grandes directores de orquesta, los grandes solistas? Todo lo que ocurrió y lo que ha ocurrido y ocurre en el teatro es lo importante. Por eso, en el Teatro Martí lo importante es recuperar su memoria.
También me preguntan: ¿Volverá a ser el teatro de género que fue? Bueno, el teatro va a ser un homenaje necesario a todos los artistas, a todos los actores, a todos los grandes intérpretes del teatro vernáculo, a mis dos grandes amigos: Eduardo Robreño y Enrique Núñez Rodríguez.
Lamento que Enrique y Robreño, a los que nombramos directores titulares antes de morir, cuando el teatro estaba en ruinas, no puedan ver la obra concluida. Pero ahora necesariamente hay que modificar un poco la programación, el elenco del teatro, y al margen de que se coloquen obras clásicas del teatro vernáculo cubano, será necesario darle además un empleo más amplio, porque ahora las capacidades creadas en el teatro lo permiten.
Por último, quiero nombrar obras muy hermosas como las que se están realizando en el cementerio monumental de La Habana, en la Necrópolis Cristóbal Colón.
Tienen que ir allí. Es una obra grande. Y allí hay 50 graduados de la escuela-taller de manera permanente reconstruyendo uno por uno los grandes panteones del cementerio. Primero el pórtico norte y el pórtico sur, y después, unos tras otros, los grandes panteones: el de los estudiantes mártires de 1871, el de los bomberos inmolados en Isasi, símbolo del heroísmo de los cuerpos de bomberos; los de los Presidentes de la República de Cuba; grandes monumentos y también sucesos de la historia insoslayables; la Capilla Central del cementerio, la de los intelectuales y poetas, la de los escritores y artistas, la de los líderes obreros y mártires de la Revolución, el panteón de los combatientes internacionalistas y del ejército libertador.
Esta es una obra que callada continua.
¿Y aquí qué está pasando en el Centro Histórico de la Habana? Bueno, recorran los muelles interiores y observarán la gran obra allá cerca del muelle San José; el nuevo emboque de Regla en la parte de la Bahía de La Habana, en la parte de la ciudad; van a observar también la construcción de los nuevos muelles y fondeaderos frente a la Alameda de Paula. En fin, se trabaja. Yo les quiero dar la fe y la certeza de que se trabaja.
Otro tema importante es por supuesto el Malecón. Una vez lo dije: una pelea rabiosa contra el mar, contra las ruinas y contra el mal comportamiento de muchas personas. Una pelea grande. Porque no podemos desalentarnos cuando después de un año de trabajo el mar penetra y destruye lo que hemos hecho en verano. Una gran obra que realizar cuando edificamos y construimos sobre espacios perdidos. Y ahí lo pueden ver: se están levantando edificios sobre espacios perdidos y restaurando lo que ya estaba. Muchas familias agradecidas, muchas familias contribuyendo, muchas familias viviendo de una forma enteramente nueva, ya que la restauración no es solo imagen, sino también restauración interior: los ascensores, las redes. Ah, pero hay quien, una vez concluida esa obra restauradora, en vez de colocar en la ventana el símbolo de la prosperidad, que es dedicarse a cualquier labor permitida, que es arreglar, sencillamente colocan dos clavos en la fachada, colocan una charranada en la fachada y empiezan a colgar ropa impúdicamente hacia la avenida principal de la capital de La Habana, de Cuba, que es el Malecón de La Habana.
Yo hago un llamamiento sincero, un llamamiento de corazón, a que se cuide lo que la nación hace. Y debo decir que los tiempos en que la nación lo hace todo ya no son los tiempos actuales.
Ahora, todo el mundo tiene un compromiso, a partir de nuevas oportunidades, de implicarse en nuevas tareas, buscar prosperidad en nuevos negocios y actividades lícitas y al mismo tiempo contribuir a la restauración de la ciudad.
Yo todos los meses les escribo a más de 400 familias en la Habana Vieja que están, o alquilando sus casas o creando actividades económicas, y a todas les escribo alentándolas, diciéndoles: “Casa renovada, casa restaurada. Ustedes van a contribuir de una manera eficaz, van a contribuir entusiastamente a que la ciudad se restaure y cambie.”
Hagamos todos lo mismo: un gran esfuerzo para que el trabajo iniciado y con tanta fe continuado, no se pierda.
Fuente: Habana Radio
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