Haciendo Historia:
El 17 de Diciembre de 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas, estableció que el 25 de Noviembre de cada año, se recuerde el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, como forma de sensibilizar a la opinión pública sobre un tema con muchas aristas y de dolorosa actualidad.
No obstante, desde 1981, organizaciones de mujeres evocaban la fecha, en rememoración del brutal asesinato ocurrido en 1960, de las tres hermanas Mirabal, activistas políticas de la República Dominicana, por orden del dictador Rafael Trujillo.
Si la ONU destacó una fecha precisa a la eliminación de la violencia contra las mujeres, es en razón que este problema no es una cuestión menor, sino que anida profundamente en concepciones y creencias arraigadas por siglos.
La instauración del día, hizo visible y puso sobre el tapete en una dimensión más amplia, una lacra socialmente aceptada y culturalmente reiterada en la casi clandestinidad, contra la cual, muchas venían luchando en cierta soledad y falta de comprensión.
A qué obedecían estos comportamientos?
Cómo o por qué aceptamos, tamañas discriminaciones o violaciones a los más elementales derechos humanos y a la dignidad de las mujeres?
Sin afirmarlo digo, que tal vez, hayan sido producto de las conductas imperantes por centurias, llevadas adelante mayoritariamente por hombres (sacerdotes y científicos), los que han dejado su impronta en la relación hombres-mujeres.
Desde ese punto de vista, hemos tenido por un lado, un paradigma religioso fálico, de amo y dominador del mundo y por el otro, el científico mecanicista, con una visión fragmentada, mecánica y materialista de las cosas, que todo lo pesaban, medían, controlaban y apropiaban.
Estas corrientes de pensamiento, originadas en las religiones o las ciencias, se trasladaron a la política, la educación, la economía, el arte y en definitiva a todas las áreas de la vida, abarcando toda la cultura y realización humana.
No nos olvidemos que la Tierra, Gaia, la Naturaleza y las mujeres pertenecen al género femenino y que el modelo de civilización predominante a través de la ciencia y la técnica, siguiendo a Francis Bacon, ha querido “subyugar a la naturaleza, presionarla para que nos entregue sus secretos, atarla a nuestro servicio y hacerla nuestra esclava” (1), lo cual no ha sido una excepción para la femeneidad en general.
Partiendo de ese marco de ideas, responsable de muchos de los descalabros sociales y ambientales que debemos padecer, a la mujer le ha tocado la peor parte.
Mediante ese poder, que si bien ha perjudicado a muchos hombres en países empobrecidos, a las mujeres se las ha condenado a la indigencia y las desigualdades más absolutas.
Podemos afirmar que lo que es malo para los hombres, es pésimo para las mujeres.
Violencia vergonzosa
Paralelo a ese esquema de dominación mundial, existe un correlato sexual, constitutivo de que: “La violencia contra la mujer es el resultado de un desequilibrio de poder entre el hombre y la mujer, y que la violencia sirve para mantener dicho desequilibrio”(2).
El que se materializa en la agresión física, el incesto, violación, circuncisión femenina y la explotación financiera, como también en el mal trato sexual, hostigamiento e intimidación en los lugares de trabajo, trata de blancas, prostitución forzada, femenicidio y la presentación degradante en los medios de comunicación.
Por ello, no quiero dejar pasar la oportunidad para remarcar la vergonzosa utilización y exposición de la mujer en los medios de comunicación, en especial, la televisión, que ha hecho del exhibicionismo y la procacidad, una constante aparentemente aceptada, en especial por muchas mujeres.
Esa manipulación, conduce a situaciones abusivas y denigrantes de la condición humana, lo que es multiplicado a niveles nunca vistos en noticieros y programas conventilleros, hoy llamados de chimentos, ante el silencio de muchos.
Esta sociedad de consumo, que basa su ideal de vida, en el tener, en la que todo se compra y se vende, ha adormecido nuestro sentido de alerta y aceptamos como normales las nuevas pautas que prohíjan una cultura del no compromiso y de la prostitución social generalizada.
En forma para nada inocente, han instaurado la idea de que la mujer es un objeto y que como tal es una mercancía, que se pone a disposición de la ley de la oferta y la demanda, en definitiva al mejor postor.
La figura del patriarca mediático, se reproduce a diario y así se habla de las mujeres “de” Tinelli, Fort, Sofovich, etc, con poder de vida y obra sobre las mismas.
Cualquier resistencia o reparo de parte de ellas, es condenado a la aniquilación, mediante la exclusión del programa.
Los nuevos proxenetas, ponen a disposición de los sectores más favorecidos por el sistema, incluidos a los barones de la soja, una legión de estrellitas destinadas a fiestas privadas, presentaciones y agasajos varios.
La realidad, haría ruborizar al guionista, director o protagonistas de la famosa película “Una Propuesta Indecente”.
Como decía George Bernard Shaw: “Toda sociedad que desee basarse en un alto nivel de integridad, debería organizarse de manera tal que haga posible que todos los hombres y todas las mujeres puedan vivir de su trabajo con una razonable comodidad, sin vender sus afectos y sus convicciones”.
Creo que todavía estamos lejos de alcanzar esos objetivos, pese a todos los esfuerzos que se hacen desde distintos lados, por ello hago mío el lamento de Martin Luther King, cuando dice: “tendremos que arrepentirnos en esta generación no tanto de las malas acciones de la gente perversa, sino del pasmoso silencio de la gente buena”.
“No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más preocupa es el silencio de los buenos”.
“Los que no matan, ni pegan, ni roban…pero callan, callan el silencio que justifica, o, que a veces nos hace cómplices y, para colmo hasta nos creemos buenos”.
– Ricardo Luis Mascheronies docente e investigador.
Referencias:
1.- ECOLOGÍA: grito de la Tierra , grito de los pobres. Boff, Leonardo, Editorial LUMEN, año 1996.
2.- VIIIº Congreso de las Naciones Unidas sobre la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente, La Habana , 1990.