Los jóvenes se niegan a mudarse de mundo, a perderse en el desierto nihilista o en el hedonismo que proponen los tiempos que llegan. Necesitan continuar, han dicho, aquella historia que conmovió a la década del sesenta: el Mayo francés, los sucesos de Tlatelolco, la respuesta contracultural de la juventud norteamericana frente a la guerra en Viet Nam. Poseen una tradición de vanguardia que recorre los inicios de la resistencia social hasta la actualidad. Jóvenes estudiantes, campesinos y representantes de otras esferas han sido protagonistas de los viajes universales de descubrimiento, o mejor, de construcción de un nuevo mundo.
Por esa razón han desembarcado aquí. Han llegado al Convento de Santa Clara con las maletas pletóricas de sueños. Y al “mar de fueguitos” que incendia el silencio de la antigua institución, le han sumado otras olas, tan irreverentes y revolucionarias como ellos mismos. Han tomado la agenda. Por asalto.
Durante un intersticio vespertino de la jornada de ayer, que dejó a solas el salón principal del evento, los jóvenes dialogaron en torno a sus experiencias, a la lucha que emprenden diariamente, a la heterogeneidad de sus escenarios. Allí determinaron la importancia de crear, en encuentros similares al VII Seminario Internacional de Paradigmas Emancipatorios, un espacio de intercambio, de diálogo intergeneracional en el que se privilegie el rescate de la memoria histórica de los pueblos y sus luchas juveniles. Esta será la propuesta que harán extensiva durante la última sesión del taller. Incluir una temática que posibilite la búsqueda de la integración joven a los movimientos sociales y a sus alternativas continentales significa dar vigencia al pensamiento de José Carlos Mariátegui cuando decía que la juventud es acción del presente o nada.
