Franz Hinkelammert y Francois Houtart tienen mucho en común: años de experiencia en el estudio, desde diferentes enfoques, de las alternativas de resistencia de los movimientos sociales, y la insistencia en “indisciplinar” la academia, es decir, descentrar la creación y hacerla descender de las escalinatas universitarias.
Resulta difícil, no sólo por la profundidad de su pensamiento, sino además por los disímiles debates que ha promovido su participación en este taller, abordarlos acerca de un tema definido. Sin embargo, teniendo en cuenta que una de las problemáticas que más centralidad ha tomado en el campo de las ciencias sociales es el tópico relacionado con el poder y la importancia que reviste para los movimientos sociales, la conversación con estos intelectuales, acontecida en las afueras de los salones del seminario, estuvo atravesada por un eje principal: la construcción del poder “desde abajo” o la necesidad inmediata de conquistarlo.
Hinkelammert: Los movimientos sociales no son gobiernos, pueden promover un gobierno, pero no deben conformarse con esto, porque dejan de ser movimientos, claro, no significa que abandonen la política. El poder político tiene la capacidad de transformar al movimiento social en “correa de transmisión” lo que los movimientos deben evitar. Por ello, deben promover gobiernos afines, donde sus ideas, sus proyectos encuentren un campo más fértil y a la vez hay que insistir en las iniciativas, en mantener un conflicto que no se soluciona con la asunción del poder por un gobierno positivo.
Los conflictos deben ser solucionados pero no suprimidos. La ideología del poder renuncia a intercambiar con la resistencia, pero el movimiento social tiene que entender la importancia del diálogo para la tolerancia mutua. El conflicto se transforma en lo aguantable, en esa resistencia. Es necesario visualizar el riesgo de su eliminación, pues este es permanente entre quienes tienen el poder y los movimientos sociales con sus proyecciones. La sociedad debe ser capaz de llevar el conflicto de una forma dual, dialéctica, sin conducirlo a extremos.
Esta era una idea de Espartaco, quien deseaba la construcción de una sociedad civilizada. Decía que si los esclavos ganaban debía eliminarse la esclavitud. Sin embargo, los esclavos deseaban invertir el poder: si vencían, los romanos serían los nuevos esclavos, lo cual constituye otro peligro que no se puede perder de vista.
P: Esto me recuerda la respuesta del filósofo francés Michel Foucault ante la interrogante de Jean Pierre-Barou en El ojo del poder. Foucault decía que los prisioneros debían tomar la torre con la condición de no reproducir las mismas prácticas de los vigilantes.
Hinkelammert: Sí, el movimiento social debe asumir lo inútil de lo útil que es la base del bien común, de la ética, construir desde la espiritualidad y la subjetividad, dejar a un lado lo calculable. Entramos en una nueva época a la que me niego a llamar postmoderna, de eso dan cuenta mis discusiones con Vattimo.
El capitalismo surgió y nunca fue definido como postfeudalismo. Tenemos que pensar en un nuevo tipo de organización social dentro de la modernidad, distinta, transformadora. El Socialismo del Siglo XXI puede ser una alternativa, pero la concepción del socialismo debe ir re-creándose paulatinamente, como el marxismo, cuya reconstrucción es esencial. La nueva época desde los movimientos sociales tiene que recuperar el marxismo, no cambiarlo sería asumirlo ya muerto.
Francois Houtart analiza el asunto del poder desde experiencias concretas. Su participación en foros sociales, cumbres, y otros eventos de dimensiones continentales y globales, así como la dinámica actual en la que se desenvuelven las luchas sociales constituyen las fuentes esenciales de su pensamiento.
Houtart: En varios encuentros las organizaciones no gubernamentales han declarado la importancia del distanciamiento respecto al poder desde la perspectiva marxista. En los foros sociales, sobre todo en sus primeras ediciones, el tema del poder surgió como algo sucio, de lo cual había que desprenderse.
Esta crisis del poder puede tener numerosas causas. En Europa, por ejemplo, los liberales, los socialdemócratas que han reproducido la misma política de fondo, lo que unido al fetichismo del mercado para producir la base material de la vida, alimenta esta crisis.
La instrumentalización que sufrieron los movimientos sociales a manos de los partidos políticos, la pérdida de la autonomía, así como la influencia de la corriente anarquista promovieron esta nueva concepción en torno al poder que, a partir de los escritos de John Holloway, se ha definido como “cambiar el mundo sin tomar el poder”. Los nuevos movimientos sociales (ecologistas, feministas y jóvenes, entre otros) se han erigido sobre esta concepción.
Sin embargo, el escenario latinoamericano ha comprobado la importancia del poder político. Una campaña educacional a nivel de país, no puede desarrollarse en ausencia del poder. Los momentos actuales requieren una toma de conciencia en este sentido.
Una de las contradicciones del foro social es que los partidos pueden intercambiar con otros movimientos, pero les prohíben la participación en los aspectos organizativos. El Foro de Caracas resultó un paso de avance hacia la construcción conjunta, y la edificación de actores colectivos. Iniciativas como la Campaña contra el ALCA que reúne una gran diversidad de sujetos y posibilita acciones conjuntas debieran implementarse.
También hay que tener en cuenta que a los partidos les resulta difícil ser sólo una parte de este, lo que ocurre de forma semejante en los movimientos sociales.
Mi experiencia reciente en el Congo demuestra la complejidad de estas cuestiones relacionadas con el poder. Allí un movimiento social rural decidió, aún con pocos medios, convertirse en el cuarto partido político para las elecciones. Se hizo una gran campaña en bicicletas para dar a conocer este “Movimiento Social de Reconstrucción”. Hoy todos los electos para el partido son líderes de base. El desafío está en las diferencias existentes entre dirigir un movimiento social y ser diputado.
En el Congo es muy fácil eliminar un movimiento social, hay que ver cómo logran ahora desde el poder, el cumplimiento de un programa político que exige el arribo a este y la vinculación a su movimiento social, que no pretender perder autonomía.
P: En este sentido quisiera su visión sobre el papel de los gobiernos progresistas en el contexto latinoamericano con respecto a los movimientos sociales.
Houtart: Existe gran diversidad en la relación entre gobiernos llamados progresistas y movimientos sociales. No hay una respuesta única. Sin embargo, en un principio, los movimientos sociales deben conservar su autonomía y su poder crítico, como ocurre en Brasil con el MST y el mandato de Lula. Ahí está la cuestión del voto crítico. Los movimientos sociales deben introducir metas, obtener una real comprensión y luchar por el respeto a sus intereses.