A continuación corremos la cortina del diálogo que sostuvimos con él para conocer sus opiniones sobre temas centrales relacionadas con su amplia experiencia como educador popular por más de 20 años en la Escuela Metodológica Nacional del IMDEC -Instituto Mexicano de Desarrollo Comunitario (1 )
Hay quienes afirman que cada vez se habla menos de la Educación Popular (EP) como una propuesta política. ¿Qué opinas al respecto?
Si quienes lo dicen están expresando una preocupación en base a las experiencias de “educación popular” que conocen, me parece que es legítima su preocupación. Si lo dicen en el sentido de que “lo político” de la EP es algo ya superado o incluso, que nunca debió existir, me parece que estamos ante una monumental falacia, porque el hecho educativo nunca es neutro; se educa siempre, como dice Paulo Freire, a favor de algo y en contra de algo. Si un proceso educativo con sus dos grandes vertientes: formación y capacitación se instrumenta, se diseña para dar herramientas que aporten a la transformación de la realidad, a mantener y defender los espacios de poder que se van conquistando desde “lo popular”, no puede entenderse dicho proceso como ajeno a la realidad política.
Por otra parte, hablar sólo de una “propuesta política”, así, sin más, puede no ajustarse a lo que muchos preferimos seguir llamando una “propuesta pedagógico-política” desde la EP; porque si bien dicha propuesta tiene una dimensión política y una intencionalidad contundente en ese sentido, sigue siendo una propuesta educativa, y por lo tanto “lo pedagógico” le es concomitante, inseparable. En el fondo está el clarificarnos qué papel queremos jugar como educadores y educadoras en términos políticos en su sentido más profundo: domesticadores de ciudadanos incómodos, adaptadores de conductas inconformes con lo establecido, o promotores de conciencias críticas de ciudadanos y ciudadanas, que, sacudiéndose esa especie de “síndrome de vasallo”, dejen de ser simples acatadores de decisiones exógenas y lleguen a ser sujetos pensantes no objetos de la acción “educativa” críticos y propositivos.
Hay varios centros de formación, escuelas metodológicas en el continente. ¿Distingues diferencias fundamentales entre ellas?.¿Cuáles?
Primero te diré que sólo conozco directamente algunos de estos centros y escuelas; de varios tengo noticias a trasmano, indirectamente o por ciertas publicaciones. Entendiendo que tu pregunta se refiere a colectivos que decimos hacer EP, la diferencia más relevante, desde mi punto de vista, hablando de espacios de formación metodológica, es la pugna entre “lo temático” y “lo metodológico”. Una cosa es hacer talleres o cursos sobre temas tan importantes o urgentes como el poder, la equidad de géneros, las cuestiones ambientales, etc., aplicando la metodología de la EP, y otra es que dicha metodología sea el tema mismo.
Para nosotros, por ejemplo, la Escuela Metodológica debe seguir siendo “sustantivamente metodológica y adjetivamente temática”-parafraseando a Paulo Freire-; el CÓMO mayúsculo es lo que enfatizamos, lo que priorizamos, no tanto los temas particulares o específicos. Quizá el punto esté en entender la metodología sólo como un conjunto de métodos, y no como un accionar lógico, coherente tanto en términos éticos como pedagógicos; entender que no se trata –en un espacio de formación/capacitación metodológica- de “dominar” temas (para eso hay que diseñar, por aparte, talleres temáticos), sino de incorporar, aprehender y dominar los instrumentos del saber, el adiestrarse en facilitar un verdadero diálogo de saberes y construcción colectiva de conocimientos, en mejorar el propio perfil de educador o educadora. En fin, que en el desarrollo de un ciclo de formación metodológica los temas elegidos como vehículos para…sean sólo eso: el pretexto, y yo diría mejor el entre-texto (por lo que de peyorativo tenga “pretexto”) en el que fluya el tema principal: la metodología. Para mí esa es una diferencia fundamental con otros espacios de formación: asumir que muchísimos dirigentes y promotores sociales y políticos saben qué, pero no saben cómo.
Desde una propuesta político pedagógica liberadora cuáles son los contenidos y metodologías de trabajo que no deben faltar.
Tu pregunta anterior me da pie para responder a esta, insistiendo en que “metodología” no debiera entenderse sólo como un yuxtaposición o secuencia de métodos ( que con propiedad también pueden nombrarse como “metodologías” particulares). Por eso desde hace décadas, tanto en el IMDEC como creo que todavía en algunos centros de la Red Alforja y algunos otros, venimos hablando de una concepción metodológica de carácter dialéctico. Los contenidos metodológicos infaltables debieran estar engarzados a lo que de la elaboración freireana se desprende como los cuatro pilares fundamentales de la EP: lo epistemológico, porque la EP conlleva una teoría del conocimiento; por lo tanto, temas como la generación del conocimiento y el dominio de los instrumentos del saber no debieran de faltar. Es decir, no sólo conocer, sino aprender a conocer. Lo propiamente pedagógico-metodológico cuyo meollo está en cómo propiciar el diálogo de saberes para una construcción colectiva de conocimientos y cuya clave estriba en la coherencia en sentido, digamos técnico. Incluye lo que se podría llamar la instrumentación metodológica, es decir, terminales pedagógico-didácticas que favorezcan una práctica transformadora. Es en este núcleo temático donde enfatizamos el aprender a hacer, para una mayor capacidad de propuesta. Lo socio-político, es decir, todo lo relacionado a la convivencia social en términos de justicia, de respeto a las diferencias…a cómo queremos que funcione la sociedad, a clarificar a favor de qué y en contra de qué educamos; un abordaje temático que abone elementos para aprender a convivir en una sociedad plural. Lo Ético, basado en valores desde una visión humanista, con una clave de lectura infaltable: la coherencia, otra vez, pero ahora en su sentido axiológico y a partir del abordaje de la identidad tanto individual como colectiva: aprender a ser.
Alrededor de estos grandes temas, o como los llamamos en la Escuela Metodológica: ejes temáticos, creo que hay temas obligados como el diagnóstico comunitario participativo, el análisis de la realidad, la relación entre el proceso de conocimiento y la propuesta metodológica, la planeación y el diseño metodológico; temas que se imponen desde las prácticas de los participantes, como la investigación-acción participativa, la sistematización, y otros como la comunicación, la cultura , el poder(relación entre poder y equidad de géneros, poder e identidad, poder y saber, etc.)y otros, son cuestiones de tal envergadura que, aunque se abordan en el espacio de formación metodológica como “temas viático” de la propuesta metodológica, en sí mismos merecen un tratamiento particular y más a fondo, en lo que antes mencionaba como “talleres temáticos”.
Ya están concluyendo la XXVI Escuela Metodológica Nacional (EMN). Si hicieras una mirada general, ¿qué es lo específicamente nuevo que ha ido apareciendo, como para conferir singularidad a la formación que hacen?
Yo creo que no es la búsqueda de “singularidad” lo que debe preocupar, sino el que la EMN sea cada vez más eficiente en cuanto a su organización, logística y funcionamiento en general, y más eficaz en su capacidad de aporte para optimizar prácticas más transformadoras, tanto en el plano individual como colectivo. En cuanto a lo nuevo, es muy relativo tanto cronológica como temáticamente. En 25 años “lo nuevo” puede datar de hace diez o doce años, pasado el 2º Encuentro de Egresados, cuando se enfatizaron de manera más instrumentada temas como la subjetividad, la perspectiva de género, la diversificación de instrumentos y elementos teóricos para el análisis de la realidad, y después del 3º quizá haya que mencionar cosas como el reconocimiento y explicitación de corrientes pedagógicas que han influenciado directa o indirectamente nuestra propuesta, tales como el constructivismo, la sugestopedia y otras.
¿Cuáles aprecias que son los aportes fundamentales de la EMN en las prácticas sociales y comunitarias de los participantes?
Los aportes más mencionados por los propios participantes se refieren a la importancia que les atribuyen a asuntos como: el diagnóstico comunitario participativo, la búsqueda de una visión y una práctica integral, la cuestión cultural, la incorporación de diversas formas, niveles y momentos de participación, el tema del poder…
Pero tanto en las evaluaciones de cada módulo como en los encuentros de egresados, hay una constante referencia a cuestiones menos tangibles como el crecimiento personal, la ruptura de esquemas en cuanto a concepciones educativas, la necesidad de una “toma de distancia” de la propia práctica para poderla apreciar con ojos críticos y optimizarla.
Qué le sugerirías a un educador/a popular que va se va a iniciar como coordinador/a
Que le guste; que no lo tome como un encargo laboral o cosa por el estilo. Que se prepare. Pero hay una preparación remota que más que sugerencia es una condición: el trabajo directo con la gente; nadie debiera estar frente a un grupo de talleristas si antes no ha tenido un trabajo de base probado y comprobado. La preparación próxima tiene que ver con el estudio y las necesarias lecturas, el diseño concienzudo de los programas, etc. Que sea humilde pero seguro de lo que dice; que se adiestre en tener “presencia de coordinador/a”, pues eso da seguridad al grupo; que si en poco tiempo no llegara a tener esa especie de “orgasmos espiritual-intelectuales” en el proceso grupal, si no logra conmoverse y conmover al grupo con los temas de la educación popular, mejor que se retire y se ponga a escribir documentos u otra cosa igualmente útil.
En tu experiencia como educador, qué favorece más en los espacios de formación a la toma de conciencia, al distanciamiento crítico, a la formación política.
El reconocimiento crítico y autocrítico de la propia práctica, las técnicas, instrumentos, mediaciones, que provoquen realmente ese distanciamiento, la incorporación de la coherencia-ética y metodológica- al quehacer cotidiano… Pero es también un hecho que, a partir de que cada participante tiene una muy personal historia de vida, hay un impacto individualizado que a veces es provocado por factores más o menos ajenos al diseño estricto del programa: una canción, una anécdota de alguien, una charla informal con alguno o alguna de los participantes, un evento extra-taller, etc.
Qué valor le atribuyes a la lectura de textos, la mística, los ejercicios vivenciales y al arte en los procesos formativos.
Las cuatro cosas que mencionas son, por así decirlo, de distinta naturaleza, pero todas y cada una de ellas abona sustantivamente a una formación más completa del educador/a. La lectura –el estudio, la información- es un requisito para que la EP no se convierta en una especie de “alegre intercambio de la ignorancia”; pues si bien el proceso educativo tiene como punto de partida lo que el educando sabe, del conocimiento o idea que ya tiene por más elemental que fuese, es sólo eso: un punto de partida para, en el momento pedagógicamente adecuado, dar espacio a la contribución del saber ya sistematizado para ampliar y profundizar sobre los temas pertinentes.
La mística del educador/a tiene ingredientes de convicción, amor por el pueblo y sus causas históricas, fe en una sociedad mejor para todos; es el deleite espiritual ante los logros, la rabia ante las injusticias…es el motor que impulsa a trabajar más allá del cumplimiento burocrático. Los ejercicios vivenciales juegan un papel indispensable tanto para detonar la reflexión o el debate grupal como para, en grupos heterogéneos en cuanto a niveles de formación e información, servir de plataforma común o elemento “ecualizador” del grupo para abordar desde una vivencia común cualquier tema. No son o no deberían ser, sólo “jueguitos para divertir” al grupo. Claro que no se trata de desdeñar las dinámicas o ejercicios de mera diversión o incluso, de terapias grupales de relajamiento o distención, por ejemplo.
Las expresiones artísticas son infaltables de manera espontánea en todos los grupos: la música, la poesía, la danza… Pero un programa de formación debe prever momentos específicos, intencionados, para la expresión en lenguajes sensibles, artísticos, a través de los gráficos, la expresión escénica, el canto, etc., puesto que el trabajo educativo popular no puede ceñirse al lenguaje escrito, ni mucho menos al discurso, a la perorata como instrumento único. Y no sólo prever, sino en su momento y según las circunstancias, el dictado de la sensibilidad pedagógica y las posibilidades personales de quien o quienes coordinan, proveer al grupo elementos útiles para provocar o potenciar la creatividad en ese sentido.
(Me parece tan importante la expresión artística, que hasta me he aventurado a hacer una canción para cada uno de los cuatro módulos de la EMN, con la intención de sintetizar y devolver a las y los participantes el mensaje de fondo de la propuesta, como una manera de propiciar una mejor asimilación del conjunto de contenidos.)
Qué sugerirías para propiciar la articulación entre los centros de EP, para potenciar la labor que realizamos.
No sólo porque ya que no podemos por razones sobre todo económicas encontrarnos físicamente tan seguido como sucedía hace todavía una década, sino por el potencial que ofrecen las ciber-redes , y sin dejar de lado los encuentros presenciales cuando se pueda, deberíamos explotar más y mejor los espacios ya creados, como por ejemplo los del Consejo de Educación de Adultos de América Latina (CEAAL), en el que tantos colectivos del continente coinciden, u otros, tanto para intercambiar y discutir asuntos específicamente metodológicos como para hacer real no una organización con un peso estructural casi siempre insostenible, sino una organicidad que agilice y “efectivice” la permanente relación. Además, me sumaría a la idea ya expresada hace tiempo desde la Secretaría General del CEAAL, de realizar una gran Escuela Metodológica latinoamericana, para lo cual la propia secretaría, por ejemplo, podría abrir canales de participación para consensar su diseño y apuntalar su viabilidad.