Y claro, no son dos realidades posibles sino más bien muestras de la compleja situación por la que atraviesan nuestros pueblos en su camino para lograr la autodeterminación y para cerrar esas innumerables venas abiertas.
Una mirada política sobre América Latina y el Caribe nos muestra dos grandes manchas en un mapa en el que por suerte predomina el color rojo y negro de la resistencia frente al color extraño que siempre tienen los gobiernos entreguistas.
Mientras México continúa inmerso en los tentáculos del Libre Comercio con el NAFTA y se debate, violento, entre seguir mirando hacia el Norte o volver su cuerpo milenario hacia sus pares de historias y penurias, Nicaragua, El Salvador y la siempre digna Cuba avanzan hacia una sociedad más justa y solidaria.
Por su parte, Guatemala comienza, de a poco, a revisar su pasado de dolor y violencia y Honduras retrocede hacia la más oscura realidad pero esperanzada en ese pueblo que sigue en las calles repudiando el golpe.
El gobierno de Rafael Correa en Ecuador avanza firme en su Revolución Ciudadana y este año emprende la difícil batalla de democratizar los medios, con toda la prensa de derecha del continente y el mundo en contra, con la siniestra Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) a la cabeza.
Venezuela continúa su marcha mirando al Sur, con su Socialismo del Siglo XXI en pleno desarrollo y señalada como la principal enemiga de los intentos neocoloniales de Estados Unidos.
Continuar con el panorama sobre el mapa de Nuestra América nos lleva a la Bolivia que despierta después de siglos de humillación y el paso firme de Brasil y Argentina con su determinación de poner a la política sobre los intereses de las grandes corporaciones, aunque todavía falte tanto por hacer para la verdadera distribución del ingreso y la consolidación de la justicia social.
Párrafo aparte para aquellos gobiernos que creen que continuar con la política de entrega a los intereses de las grandes transnacionales será la solución de sus problemas: Colombia, Panamá y Perú son los ejemplos aunque se le suman las derechas de países como Paraguay, Chile y Argentina que insten en desestabilizar a los gobiernos elegidos por el pueblo.
Será incompleto este panorama, si no incluimos en él los cambios anunciados por el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, quien prometió en la Cumbre de Trinidad y Tobago, que iba a cambiar su relación con América Latina, y contestó con la Cuarta Flota, el acuerdo por las siete bases militares en Colombia y un apoyo entre silente y cómplice a los golpistas hondureños encabezados por Roberto Micheletti.
Así, Obama echó por tierra con las tibias esperanzas que brindaban para nuestros pueblos que alguien que representaba a los eternamente excluidos en su país iba a entender que era necesario respetar los derechos humanos y la libre determinación de los pueblos.
No fue así. Quedará para otra oportunidad comentar lo ya sabido por todos sobre la poco fuerza que tiene un presidente en los Estados Unidos, pero llamó la atención la velocidad con que este personaje, surgido de abajo, continuó con las políticas injerencistas de siempre.
En aquella Cumbre de Trinidad y Tobago, Hugo Chávez le regaló a Obama un ejemplar de “Las venas abiertas de América Latina”, de Eduardo Galeano.
La conclusión para el 2009 y la tarea de resistencia para este 2010 es que Obama no leyó “Las venas abiertas…” o lo que es peor, no lo entendió.
por: Jorge Benedetti