La frase “choque de civilizaciones” como formato para las futuras guerras fue acuñada por el fracasado estratega de la guerra de Vietnam Samuel P. Huntington. Pero para Mike Davis, uno de los más creativos investigadores norteamericanos en temas actuales como “los holocaustos coloniales” y la “amenaza global de la gripe aviaria”, la guerra de civilizaciones se daría entre la ciudad organizada y la multitud de villas miseria del mundo.
Su reciente libro Planeta Favela, de 2006, presenta una investigación minuciosa (aunque su bibliografía es casi toda en inglés) sobre la favelización que ocurre aceleradamente en todo el mundo. La humanidad siempre se organizó de modo que los grupos fuertes se quedasen con la tierra y sus recursos, dejando a la mayoría excluida. Con la irrupción del neoliberalismo, en los ochenta ese proceso tuvo vía libre: se privatizó casi todo, los bienes y servicios se concentraron en pocas manos a tal ritmo que los países periféricos quedaron desestabilizados socialmente, con millones y millones de personas lanzadas a la más pura informalidad. Para el sistema, ellos son “aceite quemado”, “ceros económicos”, “masa superflua” que ni siquiera merece entrar en el ejército de reserva del capital.
Esta exclusión se expresa en la favelización que abarca cada año a 25 millones de personas en el mundo entero. Según Davis, el 78,2 por ciento de las poblaciones de los países pobres es de “villeros”. Según la CIA, en 2002 nada menos que mil millones de personas estaban desempleadas o subempleadas y favelizadas.
Y junto con la villa miseria viene toda una corte de perversidades, como el ejército de niños explotados y esclavizados, como en las fábricas de alfombras de Varanasi (Benarés), en India, o en las “haciendas de riñones” y otros órganos comercializables en Madrás o El Cairo, o en formas de degradación casi inimaginables, donde las personas “viven literalmente en la mierda…”
El imperio norteamericano no dejó de notar las consecuencias geopolíticas de un mundo favelado. Temen la “urbanización de la revuelta” o la organización de los villeros para la lucha política. Y organizaron un sistema MOUT (Military Operations on Urbanized Terrain, Operaciones Militares en Terreno Urbanizado) para entrenar soldados para la guerra en calles laberínticas, en zanjas, en las villas de cualquier parte del mundo donde los intereses imperiales sean amenazados.
Será la lucha entre la ciudad organizada y amedrentada y la villa furiosa. Uno de los estrategas dijo fríamente que “las ciudades fracasadas y feroces del tercer mundo, en especial sus periferias villeras, serán el campo de batalla del siglo 21: la doctrina del Pentágono está siendo reconfigurada en esa línea para enfrentar una guerra mundial de baja intensidad y duración ilimitada contra segmentos criminalizados de los pobres urbanos. Ese es el verdadero choque de civilizaciones”.
¿Los métodos usados hace poco en Río de Janeiro, con la militarización del combate a los traficantes en las favelas, no seguirán ya esa estrategia inspirada por el imperio? Estamos entre los países más favelizados del mundo, efecto perverso creado por los que siempre frenaron la reforma agraria y la inclusión social de las grandes mayorías porque les conviene que sigan empobrecidas, enfermas y analfabetas. Mientras no se hagan los cambios necesarios para lograr la inclusión, seguirán el miedo y el riesgo real de una guerra sin fin.