Armando G. Tejeda
La primera cinta de ficción filmada en territorio autónomo zapatista, con actores que son a su vez los miembros de las redes de apoyo que mantienen viva la esperanza de la revuelta que inició en 1994, está dirigida por el cineasta mexicano Alberto Cortés. Él y su amigo, el periodista de La Jornada Hermann Bellinghausen, fueron construyendo una trama que les ha dado ingresos a festivales de la importancia del de San Sebastián, en el País Vasco, o el de Sundance, en Estados Unidos.
Mientras están a la espera de que se abran los canales de distribución en México, para que el filme pueda ser visto en las salas comerciales, Cortés viajó acompañado de su creación a Europa, con el objetivo de proyectar el mayor número de veces esta película que dejó al borde del llanto a un buen número de personas de la atiborrada sala Iberia de la Casa de América.
La cinta corre en dos pistas
En Madrid, la película se proyectará al menos 10 veces, pero apenas es el inicio del largo periplo que le espera a Corazón del tiempo, coproducida en un 15 por ciento por las propias comunidades zapatistas. “La película está corriendo en dos pistas: la más institucional, con proyecciones en la Casa de América de Madrid y en los diversos festivales en los que ha estado, como el de San Sebastián y el de Sundance. Pero también estamos experimentando sobre una distribución más alternativa, pues obviamente una película como esta tiene la gran ventaja del zapatismo y el zapatismo en el mundo, con esa gran red que tiene. Así que ahora, en España, la proyectaremos en varias ciudades y pueblos del país. Y de aquí seguimos hacia Italia y otros países europeos”, explicó el director.
Sobre la cinta, Cortés señaló que “como el tema zapatista es muy amplio, muy diverso, aquí la intención que teníamos Hermann y yo era contar desde otro punto de vista lo que está sucediendo ahí. Y lo hicimos a través de una historia de amor para ver cómo se está viviendo el día a día en las comunidades zapatistas. Para mí, es de lo más valioso que tiene el zapatismo, el experimento social y el valor de la comunidad en la vida cotidiana. Creo que es algo que se conoce muy poco y por eso tiene más valor”.
Sin embargo, el director reconoció que al ser un trabajo ajeno al lenguaje comercial, su salida en las salas no es fácil. “Hemos tenido problemas de distribución en México. Creo que un poco más que cualquier cinta mexicana, pues digamos que es una película que a pesar de los festivales donde ha pasado nos hemos encontrado con periódicos y televisiones que han guardado silencio. Tenemos la sensación de que hay espacios donde no se quiere hablar de ella. El cine mexicano está cayendo, sin que nadie lo remedie, en el cuello de botella que es la exhibición, una forma de censura y donde el cine estadunidense es el hegemónico en las salas”, explicó.
Alto nivel de indolencia
En este sentido, Cortés relacionó la falta de canales de exhibición del cine mexicano con otros fenómenos y problemas que azotan al país de manera latente y grave, como el propio conflicto de Chiapas. “El zapatismo ha perdido presencia mediática. Pero lo que está pasando allá dentro es una transformación constante y es una revolución que están llevando a cabo gracias, en gran parte, a la capacidad de resistencia que tienen los pueblos zapatistas. Es dramático, pues yo estoy convencido de que lo mejor de México está ahí, en el zapatismo, y que se tenga tanta ignorancia de los problemas que están pasando es grave. Pero en el país estamos llegando a niveles altísimos de indolencia. De acostumbrarnos a la violencia, al cinismo de nuestros gobernantes y demasiadas cosas. Después de la crisis por la influenza, cuando el gobierno decía que ahora había que regresar a la normalidad, me preguntaba a cuál normalidad: ¿la de los muertos diarios? ¿La del narcotráfico? ¿La de la corrupción? ¿La del cinismo de los gobernantes? ¿La de los partidos políticos enfangados? ¿Esa es la normalidad que queremos?”