Vista desde aquí o por lo menos desde la óptica particular de este cubano, la política de Obama hacia Cuba se parece a un techo con goteras.
Su rasgo distintivo no es tanto lo nuevo, sino más bien el reciclaje de políticas abandonadas por la administración anterior y vigentes, básicamente, desde la “era Clinton”, aunque eventualmente las ha llevado más lejos —como sucede, por ejemplo, en el área de las telecomunicaciones y los teléfonos celulares, adonde el clintonismo no llegó.
A escasos meses de asumir el ejecutivo, y en el contexto de la Cumbre de las Américas —en la que era difícil aparecerse con las manos vacías ante la rebelión de las masas presidenciales en el nuevo contexto político latinoamericano—, Obama anunció la ampliación de los viajes a Cuba a varias categorías familiares (hasta la tercera línea de parentesco) y del monto de las remesas, ambas severamente limitadas por la administración Bush en julio del 2004.
Con ello el Presidente no hacía sino implementar, selectivamente, un conjunto de recomendaciones de tanques pensantes e instituciones académicas liberales, convergentes en la necesidad de mover paulatinamente el péndulo ante el fracaso de los Estados Unidos de lograr sus “intereses nacionales” por la vía del embargo/bloqueo. Revisemos someramente el timing.
Este verano la administración dio la luz verde para visitar Cuba a varios conocidos actores de Hollywood —entre ellos el puertorriqueño Benicio del Toro, que recibió una distinción de la UNEAC, entre otras cosas por su trayectoria profesional y su maravillosa interpretación de la figura del Che Guevara.
En julio tuvieron lugar conversaciones migratorias bilaterales, suspendidas de manera unilateral por la administración previa, con el propósito de garantizar una migración legal, segura y ordenada, un problema de seguridad nacional para ambos Estados cuestionado sin embargo, según era de esperarse, por la ultraderecha cubano-americana.
Más adelante, el concierto de Juanes en La Habana, tan explosivo en el área Miami-Dade y a celebrarse el próximo 20 de septiembre, recibió de hecho el espaldarazo de la propia Hillary Clinton y del Departamento de Estado, aunque no sin su correspondiente hoja de parra.
Lo penúltimo fue la visita de Bill Richardson, gobernador del estado de Nuevo México y un decidido partidario de la línea blanda, que tuvo no sólo el propósito de negociar la venta de productos de ese estado uno de los más pobres de la Unión, sino también de abordar la cuestión de los intercambios culturales, otra de las áreas en que la administración Obama se está moviendo (por cierto, algunos despachos de prensa hablan impropiamente de “comercio”, olvidando que la autorización oficial vigente no contempla las dos vías, sino una sola, y sólo compras con cash).
El ex aspirante a la candidatura presidencial demócrata aclaró que no venía representando a la administración Obama. Esto sin embargo no le impidió hacer declaraciones más o menos programáticas: “Muchos norteamericanos piensan que el embargo no ha dado resultados”, dijo en conferencia de prensa, para después predecir que “dentro de un año los Estados Unidos estaremos en negociaciones serias sobre el levantamiento del embargo”, lo cual —cúmplase o no— denota la prioridad de una agenda doméstica que tiene en la salud pública y la cuestión migratoria dos de sus ejes más importantes.
Y lo último de la secuencia es el anuncio de conversaciones para restaurar los servicios de correo directo entre ambos países, suspendidos en 1963, que tendrán lugar el 17 de septiembre, y la oficialización de los cambios anunciados al principio, ahora recogidos en el Federal Register.
Las estancias de cubano-americanos en la Isla no tienen límites temporales del lado norteamericano. Se pueden enviar paquetes conteniendo no sólo alimentos y medicinas —lo único autorizado hasta hoy—, sino también cámaras digitales, computadoras personales, aparatos de televisión y de radio, siempre que no los reciban, como las remesas, funcionarios del Partido o del Gobierno, una disposición ideológica en los hechos impracticable, pero simbólicamente útil ante el panorama de Miami y sus homólogos en Washington DC.
Dicen algunos en el otro lado que el embargo/bloqueo es como un muñeco colgando del techo, al que no hay que arrancar de un solo tirón, sino irle quitando partes -hoy un brazo, mañana una pierna, luego la cabeza -hasta que finalmente caiga por su propio peso. La cuestión suele ser más compleja, toda vez que intervienen otros factores, pero Obama se mueve por ahí: más de lo que quieren sus oponentes, menos de lo que quieren algunas de sus huestes.
Alfredo Prieto. Ensayista y editor cubano